sábado, 4 de julio de 2015

¡Ten por seguro que allí estaré!


Había quedado con su amiga a comer en la cafetería de la playa al otro lado de la isla. Llegó cerca de dos hora antes. Buscando un buen lugar para sentarse, no reparó en el hombre que, al fondo de la sala, la miraba con interés... Se sentó de cara al exterior viendo romper las olas sobre la arena. A esas horas de media mañana no era mucha la gente que la frecuentaba. Pidió un té... Y se ensimismó en sus cosas.

De vez en cuando colocaba las manos sobre su vientre que, con siete meses y medio de embarazo, se hacía notar. Le gustaba esa sensación de caricias y diálogo que sabía que ella agradecía.

¡Caricias! Eso que siempre echó en falta a lo largo de su vida. Su madre falleció cuando contaba 12 años de edad. Y si bien nunca le faltó el cariño y el contacto de su padre, del resto de la familia y el de la nueva mujer de éste, siempre sintió la falta de aquellas cálidas manos que la acariciaron como sólo ella sabía hacer.

Algo la hizo regresar a la realidad del momento. Volviendo su cabeza tropezó con aquellos ojos que la observaban. Durante varios segundos se estuvieron mirando... Curiosidad, y un cierto algo en la mirada de aquel hombre la hizo estremecer ligeramente. ¿Había calidez en aquellos ojos, o era ella quien creía percibirla? Acercando la taza de té a sus labios volvió su mirada hacia la playa...

Una ventana abierta de la cristalera le permitía verle como si de un espejo se tratara. Le pareció alto, delgado, pelo negro, aunque creyó percibir la blancura en sus sienes. Una camiseta veraniega con estampados de barcas y velas le daba cierto aire juvenil... Dejando la pluma sobre el cuaderno que parecía estar escribiendo, éste se levantó y se dirigió hacia la puerta que daba a la terraza. Al acercarse donde ella estaba y creyéndose no observado, la miró largamente... Al pasar por su lado hizo un pequeño gesto con su mano...

Cuando su amiga Laura llegó, encargaron la comida para media hora más tarde. Y se fueron a bañar. Si bien sus pequeños senos habían aumentado de tamaño, ello no le impedía bañarse en top-less. Incluso, en ocasiones, no llevar sujetador bajo la ropa. Ese día, uno de ellos.

Comieron todos a la misma hora. En esta ocasión se colocó de forma que le tenía enfrente. Sus miradas se encontraron varias veces. La sonrisa de ella, dentro de la conversación con su amiga, era a su vez una comunicación con él. Así lo quería! Así lo percibía él!

Le pilló dos veces, cuando la creía distraída, con la mirada en sus pechos... Supo que no había connotación sexual en ello. Sí una gran naturalidad ante su propia naturaleza. Y se sintió bien. Observó sus largas y finas manos mientras se llevaba la comida a la boca... Y sintió en su interior más profundo, ese que no compartía con nadie, que le gustaría sentirlas acariciando su cuerpo... Tampoco aquí había connotación alguna. Sí un algo que no supo definir...

Volvieron a coincidir más días en la misma playa. A veces tumbados en la arena, otras en el agua. Siempre comiendo en mesas separadas. Más allá de las miradas no crearon lazos de comunicación. ¡No verbales! Ella sabía que él leía su alma. Ella se dejaba leer... Desnudaba ésta como no lo había hecho nunca. Sentía que algo dulce y entrañable se gestaba en su interior a la par que su hija.

Alta y delgada, pelo negro y muy corto, le daban ese aire aniñado que sabía que la identificaba. Treinta y cinco años. Seis de casada. Quería a su marido. Se enamoró de él al paso del tiempo. Pero siempre supo que había parcelas de ella que no serían compartidas...

Si bien habían alquilado un ático en Santa Eulalia para pasar el verano, éste, ejecutivo de una empresa, se veía obligado a viajar a la península dos o tres días por semana. De ahí que comiese sola.

─¡Hola!, le dijo la dueña del restaurante. ¿Conoce usted a la joven embarazada que suele sentarse cerca de la cristalera? 
─¡Sí, contestó! 
─Ha reservado mesa para los dos. Y nos ha pedido que le comuniquemos que la espere, que tal vez hoy llegue algo más tarde.

Entrando por la puerta con sus pantalones cortos y estampados de flores y una de sus camiseta habituales, corta y desenfada, le sonreía ampliamente mientras movía en el aire una de sus manos... Acercándose a la mesa mientras él se levantaba a recibirla, se presentó:

─Hola, soy María... 
─Daniel..., hola, ¿cómo estás?
─¿Sorprendido?... ¡En absoluto!

Comieron sin dejar de hablar y sonreírse. El café lo tomaron a la sombra en la terraza. Una ligera brisa templaba el calor del día. Las horas pasaron sin tiempo. Se conocieron de toda la vida...

Ella le llevó hasta la ciudad en su coche. Las palabras quedaron en la playa. Un silencio sin serlo se adueño de sus diálogos. Algo que no quisieron definir surgía mientras el sol declinaba. Quedaron para la siguiente semana. Ella no estaría libre hasta entonces. Cuando el coche arrancó de nuevo se olvidaron de ellos mismos. La vida de cada uno seguía su curso natural.

En esta ocasión un blanco vestido ibicenco la cubría. La mesa había sido reservada de nuevo. Un suave beso en la mejilla de cada uno abrió el encuentro. La amplia y distendida conversación de mil temas aderezada con sus sonrisas, carcajadas en ocasiones, llamaba la atención de otros comensales. ¡Había tanto en aquella pareja! Sin duda que la curvatura de su cuerpo ayudaba a ello...

Posteriores encuentros los realizaron en otras playas y calas de la Pitiusa mayor. Siempre naturales. Risueños, cercanos. Siempre fieles a ese algo indefinible..., pero cuyos límites aceptaban. Siempre ellos. ¡Integridad!

Un día le dijo:

─Pienso que daré a luz en la isla. El médico me ha dicho que me vaya preparando, que podría adelantarse unos días... Casi me alegro por ello. Por ambas cosas. Porque nazca y porque lo haga aquí. Quisiera pedirte que estés presente en el parto... Sé que es posible. Me gustaría mucho... Y lo necesito, amigo mío. Amigo nuestro...
─¡Ten por seguro que allí estaré!

La comadrona, la enfermera, su marido, éste cogiéndola de la mano... Su cuerpo, desnudo y sudoroso, tendido sobre la cama, en espera... Una leve sonrisa iluminó su cara cuando sintió las manos de él cogerla la otra... Por unos minutos permanecieron así. En comunión. Solos los dos. De hecho se evadieron de la habitación hacia las playas que compartieron tanto... Metieron sus pies en el agua fresca y pasearon sobre la arena... Esperando.

De nuevo en la habitación, la sonrisa se hizo más amplia y su rostro reflejaba placidez cuando él acarició con su mano libre ambos pechos. Segundos después daba a luz. En ese instante él abandonó la habitación.

Se dirigió hacia donde él estaba, sonriéndolas mientras se levantaba de la silla... Dejando el cochecito de su hija a un lado, le abrazó fuertemente y por largo rato. Separando su cara de la suya y mirándole a los ojos, le besó leve y largamente en la boca... Notó el estremecimiento de éste y se fundió en el.

Bajando la capota y cogiendo a su hija en brazos, la puso en los suyos mientras le decía:

─Se llama Daniela. ¿A qué es guapa?

Puso en sus manos una pequeña caja de nácar que contenía una nota manuscrita. La pidió que no la abriese hasta que, al día siguiente, hubiesen abandonado la isla.



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“Aunque estemos separados
creceremos juntos.
Y nos volveremos a encontrar
cuando el rocío de un nuevo día
humedezca nuestras almas
y cuando volvamos
a tomar un nuevo cuerpo
para ser uno dentro del
Gran Círculo.”
_______________._______________

Esta cita corresponde al libro de Chao-Hsiu-Chen.
El Maestro.

17 comentarios:

Ángela dijo...

Realmente hay muchas formas de tocar el alma. Y hoy has traído la más bella que me podría imaginar.
Un fuerte abrazo Ernesto.

María dijo...

Un muy bonito relato.

Un beso.

Vivian dijo...

Hola Ernesto!
Volví. Aunque no lo creas, mi madre lo leyó, creo que ahora lo entendí. Me estoy riendo. Pienso que esas cosas pueden pasar, y que son parte de las parejas insatisfechas.
El final, como te dije antes, es muy claro. Qué pena que esa haya sido su decisión, cada vez que mire a la hija recordara esa etapa. Lo único que me suena raro, tal vez esa parte es la única que no me queda clara…¿Los dos estaban en el parto?
Esperemos que Danielita crezca sanita! Como dicen los viejos jaja.
Un abrazo

AMALIA dijo...

Un relato muy profundo y bello.
Te aseguro que me ha gustado mucho
Un fuerte abrazo. Que disfrutes de un feliz domingo.

Ángeles dijo...

Hola Ernesto, he leído dos veces tu relato porque en la primera vez no tentendí algo, Pero ahora para mí está claro como la luz del sol.¡Ojalá todas las personas tuviésemos la oportunidad de vivir un amor tan pleno, tan desbordado de un gozo interno compartido porque en esta tierra has encontrado el amor que en otra vida lo fue todo para ti..!

Y por supuesto que Daniel estuvo en el parto de María, pero solo lo sintió y vio ella, por eso cerró los ojos y volvió a revivir sus encuentros en la playa con él...ni el marido, ni la comadrona no vieron nada, ni sintieron nada, porque un amor así te llena el alma y tú lo sabes y lo haras presente siempre que evoques su recuerdo...

No es una mujer insatisfecha que busca una aventura... en todo momento ellos fueron legales y su amor fue como un éxtasis que les llenó el alma, y por siempre sería así...

En el final del relato está la clave de su amor...

“Aunque estemos separados
creceremos juntos.
Y nos volveremos a encontrar
cuando el rocío de un nuevo día
humedezca nuestras almas
y cuando volvamos
a tomar un nuevo cuerpo
para ser uno dentro del
Gran Círculo.”

Maravilloso Ernesto... ¡Encontrar un amor así es tocar el cielo aunque vivas en la tierra, y seas feliz con lo que has elegido!

Un abrazo con cariño.
Nines.

maria cristina dijo...

Ernesto, la comunión de dos almas es un milagro, estas dos personas tuvieron la dicha de vivirla y conservar ese recuerdo hasta una próxima vida en que seguro estarán juntos, un abrazo!

lunaroja dijo...

Me encanta pasearme por tu blog,porque siempre,tus palabras acarician el alma!

Vivian dijo...

Volví...No entendí un comino del relato, pero entendí a Angeles!
Ella es más inteligente, ahora que lo describe veo por donde viene la cosa...jajaja.
Después te contesto el mail, hoy es un día ajetreado porque me voy al amanecer, tengo que hacer papeles y el bolso para irme a trabajar.
De ahora en más, esperaré a que pase Angeles, la leo y luego el relato, como que me cuenten el final de la película para verla con más interés.
Un abrazo

Me parto de la risa, estuve muy lerda (diríamos que "lenteja")
Lo bueno de estos relatos complicados es que te al leer los comentarios te das cuenta quién lee, y quien no. Y sí...jiji

Ernesto. dijo...

jajajajajajaja...

Ok Vivian, lo vas enmendando!

Un fuerte abrazo. Buen viaje.

Mari-Pi-R dijo...

Cuando dos personas se entienden bien se puede vivir momentos de imaginarios sintiendo emociones que otros pueden pasar de lado.
Bonito relato, me ha gustado mucho la cita del libro.
Un abrazo.

Kellypocharaquel dijo...

Hermoso relato, este enciende los cinco sentidos Ernesto!!!
Fascinante tu sitio!!!
Gracias por tu visita, te aguardo cuando te agrade pasar.
Buen inicio de semana
Abrazos fraternos
Kelly

Marina-Emer dijo...

Hola amigo:No pude venir antes ya que hoy por la tarde ya ha sido dia normal para mi.
He leido tu precioso relato y me ha parecido bellisimo ...el amor en la vida es muy importante y luego los hijos son el cobijo de ese matrimonio que por ellos debemos ser buenos padres y entrañables esposos ...luego separados es como un cristal roto ...no tiene arrego ,otro nuevo ,,,cortarle no valdria de nada quedaria pequeño asi es el amor de pareja ...ha de ser fiel y mas aun enamorados...bueno yo vivo quizas en otro mundo pero para el amor sagrada ...
Un abrazo grande Ernesto...
Marina

Luján Fraix dijo...

Hermoso relato, puro y conmovedor como todo lo que escribes que llega al alma y que nos moviliza tanto. Es tu esencia, el sentimiento que aflora para dar paso a sensaciones maravillosas.
Un beso grande.

chusa dijo...

El amor de dos almas gemelas que se comunican con lenguaje no verbal,es algo hermoso, al principio me parecìa una historia de àngeles o un sueño de lo que le falta a ella para ser feliz.
Bueno, Ernesto, me ha sorprendido mucho esta historia con ese final tan poético y tierno. Diferente a tus relatos de siempre, aunque el misterio los acomune. Tal vez tenga otra lectura que se
me escapa...
Un abrazo, amigo y
feliz verano
P.D: el lugar es precioso

Tesa Medina dijo...

Aunque mi racionalidad me lo prohiba y mi agnosticimo se dé de bofetadas cuando lo digo...

...Me gusta de manera romántica y loca creer en la reencarnación. He sentido algo muy especial y fuerte en algunos lugares en los que me parecía haber vivido.

También una conexión extraña con paisajes y personas que acabo de conocer.

Tuve un lejano amor con el que me unía algo parecido a lo que relatas, aunque más carnal, ya que en ese momento ninguno de los dos estábamos comprometidos.

Un relato muy romántico y con ese puntito de misterio que casi vuelve turula a nuestra admirada musa confusa, y que he disfrutado un montón.

Un beso,

Rosa B.G dijo...

Hola Ernesto, después de varias lecturas, varios días dándole vueltas, desenredando el misterio que encierra este texto...me decido a comentar. Reconozco que me ha costado encontrarle el verdadero sentido, por eso mismo también me hice esperar. No comentar por comentar.
Creo que este tipo de "encuentros sobrenaturales" pueden darse siempre que las dos personas sepan sus límites y entiendan que es más un "amor idílico" y no carnal, de esos que te embaucan mentalmente. No sé si existen porque nunca me ha pasado pero sí que algo así sucede en un proyecto que estoy escribiendo desde hace tiempo y que espero terminar.
Muy intrigante hasta el final, un poco enrevesado lo cual es un aliciente para seguir leyendo, volver a leerlo las veces que haga falta hasta resolver todo el misterio, pieza a pieza, como un puzzle...a mí me gustan las cosas complicadas así que encantada de haberlo leído y entendido.

Un abrazo
(PD: A veces la causa de estar es el propio entendimiento)

estrella en el ocaso dijo...

Hoy no digo mucho... Mi gran sonrisa lo dice todo.