sábado, 28 de noviembre de 2015

Hijos de un Dios mayor.


Le encantan los días de viento en otoño cuando las calles se cubren de hojas veloces en dirección a Dios sabe donde. Bien abrigado le gusta pasear en silencio por las viejas calles del pueblo. Declina la tarde… Las ventanas de las casas se iluminan con luz amarillenta. Algunas chimeneas humean… Alguien se dirige a casa con las compras de última hora.

Al atravesar el puente observa la crecida del río. Una fuerte ráfaga de viento hace que dos jóvenes se sujeten las faldas mientras estallan en risas mirando a un lado y a otro.

Los comercios de la plazuela van cerrando sus puertas. Las ocho dan las campanas de la torre. Pasea bajo los soportales iluminados en dirección a la iglesia. Le esperan. Una pareja de cierta edad, vecinos de un cercano pueblo, desea casarse y quieren concretar fecha.

Al poco sale de nuevo y se dirige calle abajo hacia las afueras. El viento arrecia de nuevo obligándole a inclinarse hacia delante. Llega ante una gran puerta de madera que da paso a la huerta del convento. Pulsa el timbre. 

Las monjas que lo habitan pertenecen a la orden Siervas de San José. Religiosas que no utilizan hábito. Ya una hermana le espera sonriendo a la puerta del edificio principal. Le recibe con un abrazo. Recorriendo algunos pasillos debilmente iluminados llegan hasta la cocina. Un abocanada de calor le acoge. El olor a comida es intenso. Algunas tarteras al fuego borbotean bajo las tapas. Sobre una repisa de baldosas azules unas fuentes de cristal contienen una especie de flanes todavía humeantes.

Las ocho mujeres ocupadas en preparar la cena e ir poniendo la mesa le saludan… Una le llama ofreciéndole un cucharón de madera lleno de sopa para que la pruebe… Otra le señala una jarra de barro sobre una mesa y le guiña un ojo… ¡Por tu cumpleaños!

La buscó con la mirada y la encontró de espaldas preparando algo en unos platos… Supo que ella se sabía observada y sonrió ligeramente al imaginar el rubor de sus mejillas. La más joven y la última en incorporarse al grupo. En un principio la relación fue normal entre ellos. Y así durante al menos dos años… Pero fue en algunas reuniones de estudio al comentar aspectos de la vida y la espiritualidad donde se descubrieron con saberes y sensibilidades diferentes al resto. Sacerdote y monja sí! Pero hacía ya tiempo que habían despertado a realidades que trascendían los estrechos y marcados senderos de la iglesia.

Una cena entrañable. Una camaradería natural, desenfadada, sin prejuicio alguno.

El grupo de monjas estaba muy integrado en el pueblo, con la gente y demás asuntos sociales. Buscaban medios para dignificar el trabajo de la mujer. Las enseñaban y preparaban. Realizaban visitas de familia, llevaban la comunión a los enfermos. Daban catequesis. Se ganaban la vida. No se distinguían de cualquier vecino.

Canturreando una antigua melodía cruzó rápido las calles desiertas del pueblo en dirección a su casa… El viento había amainado. Le pareció que debía de hacer más frío que antes. Por un momento un pensamiento de cuando niño en una noche parecida ocupó su mente. Su madre le vino al recuerdo. Y supo...

Supo que si bien se encontraba cómodo en su función de sacerdote no sería tal por mucho tiempo. Y que el día que partiese mochila al hombro no iría solo.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Tienes un problema...


...le dijo al amigo con el que paseaba. Dicha persona tras repasar los acontecimientos habidos recientemente mostraba su inquietud por las diferentes consecuencias que ello podría desencadenar. Consecuencias para unos y para otros. Pues no se olvidaba de los propios ciudadanos del Islam ajenos a estos.

En realidad no hay ningún problema... A menos que tú lo crees! Creyendo que lo que percibes, ves, oyes, lees, te cuentan... debe afectarte.

Parándose en medio de la calle le dijo, esto que voy a hacer ahora no lo vas a aceptar posiblemente pero te aseguro que es una realidad. Y levantando sus brazos en cruz giró sobre sí mismo una vuelta completa.

¿Crees que algo de todo eso que has estado comentando se encuentra dentro de este círculo ahora?, le preguntó. No, respondió. Pues lo mismo sucede contigo. Tu mundo, lo único que te concierne ahora, no ayer o mañana, está dentro de tu propio círculo. Y ahí no veo nada de lo que has estado comentando. 

Fuera de él en realidad nada sucede. Puede que sucedan cosas dentro de los círculos de los demás. Y puede que, si son muchos, crean que lo que sucede es general. ¡Pero no lo es! Lo mucho que perciben es la suma de sus muchos círculos individuales. Pero no de todos.

De ahí la enseñanza del Maestro: 

Caerán mil a tu lado y diez mil a tu diestra pero a ti no han de tocarte”.

...no sostengas opiniones acerca de nada...”

Mucho del malestar que vives, y que ves suceder a tu alrededor, está generado por eso mismo. La creencia en un solo círculo general, el mundo, y lo que con ella creas.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Color...


El valle está hoy disfrazado de otoño. La tarde que declina sobre los verdes prados adormece los sonidos. Sólo el leve murmullo del río de la vida, pausado, sereno, de aguas pocas pero de gran claridad acompaña los últimos cantos de quienes mañana anunciarán la salida del sol.

Según regreso del paseo por el viejo camino, antaño vía férrea de tren minero, observo la lenta caída de las hojas marchitas en su encuentro con la tierra. Y que una vez procesadas serán savia de nuevo en la próxima primavera.

Los árboles cierran sus puertas preparándose para el invierno. Dicen los antiguos del lugar que duro y frío invierno se avecina. Nieves abundantes. Lo deducen de las rosas tardías que alegran de vivos colores los jardines de algunos caseríos. Rodeados del ocre y dorado que cubre casi todo el valle.

Casi. Pues el verdor de la hierba que pasta el ganado más parece de otra época.

Una estela blanca de un avión a gran altura pone línea recta en dirección a cualquier parte. Alguien partió de un punto con destino a otro. ¿Huida, reencuentro? ¡Quién sabe!

También el martín pescador recorre el río de un lugar a otro y sin embargo siempre permanece en él.

El valle se aquieta...

sábado, 14 de noviembre de 2015

Los juegos de la mente...


No sabe muy bien el porqué pero desde hace días el recuerdo de sus abuelos, su pequeña casa, donde vivió de niño, ayer. Las mil vivencias que allí pasó, todo ello se hace presente hoy. Principalmente la casa y su abuelo.

De la primera experimenta hoy su calidez, su armonía, sus sonidos pausados, nunca una voz más alta que otra. Los rostros tranquilos, apacibles, serenos, sin causa para otra cosa. La distribución. La cocina y el baño afuera, con puertas independientes en el pasillo. La entrada, sala de estar-comedor, no muy grande. Sobria en el mobiliario. Justa para los que eran. Dos alcobas. Dos amplios balcones daban luz a toda ella. Entre ellos una tabla y sobre ésta una jaula con una perdiz.

De su abuelo y abuela la memoria le trae detalles que juntos vivieron. Cierto que cada uno a su ritmo, su talante, sus circunstancias. No podrían ser lo mismo un niño de ocho años y dos adultos de sesenta. Pero la convivencia fue entrañable. Aún perdura. Natural por lo demás. Con esa naturaleza sencilla que el devenir-suceder natural crea cuando no se le interrumpe con haceres extraños. Creados por las creencias más que por la sabiduría...

Que 59 años después surjan estas cosas sólo puede obedecer a los juegos de la mente. ¡Juegos! Pues realidad en el ayer no hay ninguna.