domingo, 31 de enero de 2016

¿Hoy... mañana?

De niño miraba a mi madre, alta y delgada, ponerse las medias en días de frío intenso… Y me preguntaba como aquello tan fino y casi imperceptible en sus piernas podría resguardarla. Pero algo harían cuando muchas mujeres las usaban y además valoraban su utilidad.

Otra cosa que me llamaba la atención entonces eran las toquillas de lana que, sobre todo mujeres de edad, llevaban sobre sus hombros. Bien abrigado yo me preguntaba que por qué no utilizaban algo que las cubriese más. Con los años descubrí el valor de ese “cubrirse en parte”. Yo mismo hoy hago uso de algo cálido y entrañable como es la bufanda. Escribo ahora con ella puesta, me la enrollo tras vestirme por las mañanas y me la quito antes de acostarme. Esa sensación agradable de llevar cubierto el cuello la descubrí un buen día. Desde entonces de Septiembre a primavera.

Domingo por la tarde, el día transcurre gris (nublado), frío y sin lluvia. Tranquilo en el valle. La mañana ha estado bulliciosa y alegre. Ha habido hogueras populares en las que se han asado chorizos y pancetas (tocino veteado). Se celebraba el txitxiburduntzi. (*)

Hoy, aunque sin cámara para fotografiar imágenes de la vida, como hace Tesa, he dejado que la vida se plasme a sí misma. Y si bien la fórmula parece poco trascendental, cosas sencillas y cotidianas, no lo es. La vida es así.

Abro la ventana para oír como la tarde declina al son de los mirlos y petirrojos. Apenas se ven ya gorriones. Nada se mueve en el pequeño pueblo donde vivo. Mañana, ese mañana que nunca llega, pues siempre será hoy, traerá nuevas cosas por hacer, sentir, amar, vivir...

(*)El día de Txitxiburduntzi es una celebración que se llevaba a cabo en numerosos lugares del País Vasco antes de la Cuaresma, concretamente el domingo anterior al domingo de Carnaval.
Este día se iba al monte, se preparaba una hoguera, y allí se asaban al fuego carne (“txitxi”), txorizo, txistorra y otros productos de la matanza, ensartados en un palo (“burduntzi” o “burruntzi”).

jueves, 28 de enero de 2016

...con dos huevos.



Comprendió que si bien se consideraba buena persona, incapaz de engañar a nadie o coger lo que no fuese suyo, había cosas en la vida que requerían otra visión. Un cierto conocimiento de las reglas de juego, de mercado o supervivencia.

Corría el año de 1969. Contaba 16 años de edad. Entró a trabajar, junto a otra joven, en un establecimiento de hostelería cuyo producto principal era la leche. Vasos de leche. El propietario les recomendó que procurasen acompañar la leche con un huevo disuelto dentro del vaso. Que eso acrecentaba el negocio. Empezaron…

Él, cuando le pedían la consumición, solía preguntar: “¿la quiere con huevo o sin huevo?”. Casi invariablemente la respuesta era la misma: ¡Sin huevo!, por favor.

Al final de la jornada contabilizó 93 vasos de leche sin huevo y 16 con huevo.

Su compañera contabilizó 132 vasos de leche todos con un huevo.

La diferencia radicaba en la forma de plantear el pedido: “¿quiere usted la leche con un huevo o con dos?… ¡Con uno con uno! Era también la invariable respuesta del cliente.

Acabó regentando el establecimiento.

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Es más sencillo aplicar la ley del mínimo esfuerzo, "con uno con uno", que enfrentarse a una remodelación de lo que nos plantean.

(En publicidad y política, éxito casi asegurado)


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viernes, 22 de enero de 2016

Condición humana es.

Tranquila mañana de viernes en la que la lluvia, entrañable hoy, marcará destino. Y es que si bien tenemos todos un destino común, la esencia de nuestro vivir nos conduce a ello, los innumerables “destinos” que los mil eventos diarios nos motivan tienden a difuminarlo…
No podemos salirnos del camino trazado y obviar la meta que como seres somos. Pero sí podemos, y lo hacemos con maestría, perdernos en vueltas y revueltas que como noria cualquiera nos hace avanzar sin movernos del sitio. ¡Condición humana es!

-¡Vaya, se ha levantado esta mañana sentencioso!
-Bueno, es que al despertarme me vino la idea de escribir algo… Y a su vez me pregunté que si era relevante ello en relación a mí mismo. Es decir, tuve que escoger entre las bambalinas del mundo o yo.
-¿Y?…
En un principio me quedé conmigo mismo. Me sumergí en la única esencia que soy. La Realidad Absoluta. (*)
-¿Meditación, yoga, oración?
-Nada de eso. ¡Silencio!
-¿Silencio? No parece fácil en un mundo como el actual. ¿Cómo lo consigue?
-Dejando la mente en suspenso. Situándome en el espacio que se halla entre los pensamientos. Entre uno y el siguiente hay una especie de vacío. Cuando uno ha finalizado y el otro no se ha iniciado aún, ahí, en ese momento, ese segundo, ¡Eso eres tú!
-Ufffff… Difícil encuentro…
-Es sencillo, pero no fácil, sí. Tenemos el hábito de la distracción. De perdernos en tratar de comprender por qué cae la hoja del árbol en vez de dejar sencillamente que caiga. Tendemos a distorsionar la realidad creando a su vez nuestras realidades. Al gusto. A la medida de lo que podemos controlar. Siéntese tranquilamente sin hacer nada y verá cómo la yerba sigue creciendo. Observe cómo cuando el viento amaina las hojas siguen cayendo. Hay un suceder natural que actúa cuando usted es capaz de apartarse... y dejar de hacer.
-¿Estamos condenados a vagar eternamente en pos de algo como humanidad?
-¡En absoluto! El tren llegará a la estación con todos sus vagones. Aunque a muchos les haya parecido que retrocedían al pasar de vagones de cabeza a los de cola.
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Usted no es la mente ni el cuerpo, el pensamiento o el sentimiento, el tiempo o el espacio.
Usted es la Realidad Absoluta!
(*) Sri Nisargadatta Maharaj.
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“Antes que Abraham fuese, YO SOY”. Juan 8: 56-58.
Jesús tratando de señalar lo mismo. 
(Por Abraham  hay que entender el mundo. Tú. Todo lo creado)
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El ejercicio de permanecer en lo único que eres, la ausencia de la mente entre los pensamientos, durará uno o varios segundos las primeras veces. Si perseveras en ello, sin esfuerzo alguno, verás que puedes ampliar ese espacio de tiempo. 
El encuentro contigo mismo. Lo único real.

lunes, 11 de enero de 2016

Un día cualquiera...

Pintura de Alejandro Larrañaga López

Hoy… Día gris y con un ligero y frío viento hace que no haya mucha gente por las calles. El silencio se adueña del pequeño pueblo de montaña. Las últimas vacas que regresan van cruzando el puente de piedra en dirección a sus establos. El sol ha empezado a ocultarse. Una silueta se enmarca a lo lejos acercándose por el camino. Cuando inicia el paso por el puente se cruza con una mujer que, cubierta con un abrigo y envuelta en una bufanda roja, se dirige a la oscuridad, por donde él ha llegado. Una cuerda al hombro, un cayado, una linterna y un perro mastín complementan el cuadro.

Una vez en la plaza y bajo los soportales observa que sólo dos establecimientos permanecen iluminados. Una antigua bodega con algunos parroquianos en la barra o sentados en largos bancos de madera y otro que en su fachada anuncia Fonda Serafín. Decide entrar en el primero.

Veinte minutos después sale a la calle y se dirige hacía la iglesia. Quiere ver si puede pasar la noche en su pórtico. Justo en ese momento oye que le llaman. Al volverse ve que la mujer de la bufanda roja trae un ternero pequeño atado por el cuello…

-¿Podrías ayudarme?, le pide mientras se va acercando.
-Tú dirás…
-He dejado a la madre enredada entre zarzas en una acequia y necesito que alguien me ayude a liberarla. Dejamos a éste en el establo y volvemos con unas guadañas.
-De acuerdo…

Tres cuartos de hora más tarde regresan con la vaca atada y cojeando ligeramente. Una vez cerrada la puerta del establo la mujer le agradece la ayuda y le invita a quedarse a cenar. Avivada la cocina con nueva leña reconforta el ambiente. Mientras Manuela coloca sobre la mesa quesos y embutidos, pan, vino y pone una sartén al fuego. Desprovista de la bufanda que la cubría cabeza y parte de la cara descubre un ensortijado pelo rojo muy corto. Que resaltan, si cabe, unos ojos negros… Juan no puede sino admirar aquel rostro.

Cenan al calor del fuego y en entretenida charla. Manuela le pregunta que qué hace por esos caminos y él le cuenta que es una especie de encuentro consigo mismo… Y riendo añade que si bien puede parecer un vagabundo, y reconoce que vive como tal, no lo es. Ella le comenta que vive con su hija de ocho años y con su hermano. Que éste está de viaje, y que regresará en unos días. Al preguntarle por la pequeña le dice que la había dejado esa tarde con sus abuelos.

Pasan las horas. El ulular del viento que se ha ido desatando les advierte que la noche será desapacible en el exterior… -Puedes dormir aquí si quieres. Tenemos habitaciones de sobra.

Cuando Manuela se levanta por la mañana le encuentra en la cocina tostando rebanadas de pan sobre la chapa caliente… -Uuummm… ¡qué bien huele por aquí! Buenos días, ¿qué tal has dormido? Preguntó mientras sacaba del frigorífico mantequilla y mermelada.

Desayunando Manuela le comenta que, siendo domingo, suelen ir a misa. No porque fuese una cuestión de fe, dice sonriendo, sino por el hecho de que el cura es primo suyo. También por lo que supone de encuentro familiar y social entre vecinos. -Bueno, acabó reconociendo echándose a reír, ya verás que para muchos es más una reunión de amigos que otra cosa..

Poco antes de llegar a la puerta de la iglesia una niña se acerca corriendo y se echa en brazos de Manuela… -Mi hija María, le dice. Se dirigen hacia un grupo de gente que charlaba cerca de la fachada y tocándole el hombro a una mujer joven que estaba de espaldas la presenta como su compañera. -¡Es Isabel, mi pareja!

Tres días después abandona el pueblo con la mochila cargada de viandas. Deja atrás no sólo una vivencia entrañable sino también un grupo de grandes amigos.  

sábado, 2 de enero de 2016

...el día después.



Llueve, hay niebla en los montes y hace algo de frío en el pequeño valle. El día está desapacible… pero es entrañable!

Ha coincidido el final de fiestas con el primer día invernal tras un largo tiempo de otoño.

Invierno. Día natural. Los días de artificio y consumo van quedando atrás… Los valores navideños, reales para algunos, desempolvados para otros, vuelven al baúl de los recuerdos. Pues en recuerdos de un ayer vivido están basadas la mayoría de las vivencias de muchos... Otros entre Pinto y Valdemoro. Y los más pequeños acorde con los tiempos.

Ziara, cuatro años y medio, no ha montado belén alguno ni sabe de significados que pertenecen a épocas pasadas. Las nuestras. Con todo lo que ello conlleva. Pretender que nuestros hijos o nietos, principalmente estos, repitan las mismas experiencias que tuvieron su vigencia pero que hoy poco significan, sería poco realista.

En ocasiones, sin ser conscientes de ello, queremos impulsar en los más pequeños valores que, más que servirles de estímulo, serán lastre en sus vidas.

Deberíamos empezar a cuidar lenguaje y actitudes que hoy confunden más que clarifican sus vidas… Claro que para ello es necesario que nosotros mismos sepamos realmente qué es lo que queremos en las nuestras.

Un grupo de gatos callejeros toma el sol, que ha vuelto a brillar al mediodía, en lo alto de un saliente sobre una pared de la plaza. No hay día después en ellos. No hay artificio alguno en sus vidas. Las viven tal cual les ha tocado. Lo que no quiere decir que no surjan vicisitudes en ellas… pero las enfrentan con naturalidad. ¡La regla!

¿Recordáis cómo en la escuela nos enseñaban la diferencia entre los animales y nosotros? Unos, decía el maestro, son irracionales mientras que nosotros seríamos los racionales…