sábado, 4 de junio de 2016

El molino de las golondrinas.



Dispuesto a pasar un fin de semana en los Picos de Europa subió al autobús que le trasladaría a Potes. Sentado en la parte media del mismo observaba como el resto de pasajeros se iba acomodando en sus asientos. Dos chicas jóvenes se sentaron delante de él. Al poco vio como una de ellas levantaba la mano en señal de saludo. Un hombre, alto, delgado, espesa barba blanca y cabello revuelto, se aproximaba por el pasillo. Las saludó al pasar y se dirigió a los asientos posteriores.

-¿Quién es? Preguntó la otra joven.

-Es Manuel. Vive en el molino de las golondrinas.

El autobús emprendió la marcha. Y las jóvenes iniciaron una conversación.

¿Qué edad tiene?

-Ni te lo imaginas… Le conozco desde niña y siempre le he visto con la misma pinta. Solía venir al pueblo para hacer montañismo. A veces solo y otras en grupo. Creo que es de León. Un día compró el molino, y desde entonces su presencia se hizo más habitual. Hoy vive en él con su mujer, María... Es una bonita historia.

-Cuenta cuenta…

-El molino pertenecía a la familia de Juan Yébenes desde siempre. Ya sus abuelos molían el grano de la comarca. Éste estuvo casi siempre fuera del pueblo, en el extranjero. Y fue en los últimos años que se instaló aquí. No sé mucho de su vida. Vivía solo aunque se relacionaba muy bien con la gente. Mis padres eran amigos suyos.

-¿Y Manuel?

-Bueno, éste le compró el molino a Juan hace unos diez años. En realidad fue un acuerdo muy especial. Siempre he oído hablar de el, y que intervino el cura del pueblo, amigo de ambos.

Había un matrimonio entonces cuyo marido enfermó de algo bastante serio. Gente del pueblo de toda la vida, jóvenes, no creo que llegasen a los cuarenta. Él trabajaba en el obrador de pastelería. Tuvo que dejar su trabajo. Pero es que además vivían en un piso alto, de alquiler, y dadas las dificultades de movilidad de éste le costaba acceder a la calle. Fue por ese tiempo cuando surgió la venta del molino.

Parece ser que Juan le ofreció a Manuel la propiedad en un precio bajo siempre y cuando éste le concediese a dicha pareja el usufructo de una parte de la casa. Quería que mientras ambos viviesen pudiesen hacerlo ahí. La casa es grande y permitía segregar una parte. Y así se hizo. El matrimonio se vino a vivir al molino, en planta baja. Y contando con su propio espacio, cocina, salón, habitación, baño, etc. Hasta huerto. Todo independiente. Manuel habitaba el resto de la casa los fines de semana.

-¿Y?…

-...María, hoy la mujer de Manuel, era la esposa del pastelero enfermo…

-¡Qué me dices!

-Sí, a los pocos años de vivir en el molino, tal vez unos cinco, Pedro falleció. Ella siguió residiendo en su casa. Dos años después Manuel se vino definitivamente al pueblo. La relación del matrimonio con éste siempre fue muy buena. Manuel solía llevar a Pedro en coche a visitar otros pueblos y zonas de la comarca. El afecto entre ellos era palpable….

María es muy guapa, ya la conocerás, muy buena mujer. Y Manuel, ya le ves, tan natural. Es atento y afable. No es de extrañar que el amor se hiciese hueco en ellos.

-¡Ah, y una cosa que quería preguntarte! ¿Por qué le llaman el molino de las golondrinas?

Porque la mayoría de las golondrinas del pueblo tienen sus nidos bajo sus tejas. 

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Estos encuentros en la madurez, cuando las circunstancias de la vida parecen haberte dejado solo, momentáneamente, siempre los he visto como regalos del cielo.Cierto que la soledad, bien entendida, es asumible, y hasta deseada. Pero una taza de café humeante puesta sobre la mesa al levantarte, una mano que, cogida a la tuya, da calidez a los paseos de invierno, o la entrañable sensación de sentir que alguien amigo te espera en la cama, creo que es algo a tener en cuenta.
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23 comentarios:

CRISTINA dijo...

Ernesto, es una historia preciosa. El amor es una decisión libre es aceptación y dedicación y cariños, pero cuando decidimos amar a alguien porque quieres, es algo que para que crezca hay que alimentarlo y cuidarlo, con mucha constancia, dedicación, amor. Y parece que así ha sido, entre estas dos almas.
Un abrazo.


Meulen dijo...

Así es la vida

quienes se comprometen (ambos) deberían permanecer juntos
por la decisión real de estar juntos en la vida...

J@ckie dijo...

Muy bonito relato. Y si, es muy bonito el amor.... Ojala algun dia yo pueda entender porque en mi vida no pude encontrarlo. Buen dia! Gracias por compartir tan lindas letras.

Marina-Emer dijo...

Ya había leído ayer este hermoso relato al amor ...bonito el viaje...
Tu comentario me ha dado mucha alegría ya que no sabía si estabas mal o de viaje...me alegró mucho verte querido amigo Ernesto.
Gracias por tu visita y cariño siempre.
Un gran abrazo
Marina

maria cristina dijo...

Son muy importantes las relaciones en la edad madura, la soledad pesa a veces aunque uno esté en paz, a veces se dan las circunstancias, otras no, me encantan las parejas de viejitos tomados de la mano o el brazo, un abrazo Ernesto!

lunaroja dijo...

Qué belleza tu entrada, un relato del amor maduro,de la esperanza y la vida!

Carmela dijo...

Cuanta belleza se desprende de la historia.
Me ha encantado.
Un abrazo, Ernesto.

AMALIA dijo...

Es un relato muy lindo. Amor y esperanza...

Un fuerte abrazo.
Feliz semana.

Maripaz dijo...

Un relato precioso, Ernesto.
Bien es verdad que la soledad, querida, es estupenda, pero la calidez de la compañía en algún momento de la vida se hace necesaria.
Un abrazo.

Elda dijo...

Que historia más encantadora Ernesto. El tema es precioso, pero la forma de relatarlo es todavía más. Escribes con una expresión muy delicada y pulcra, a mi así me lo parece.
Es que el roce hace el cariño y si la soledad está por medio surge el amor, supongo.
No me extraña que las golondrinas acudieran a un molino donde las buenas acciones y el amor eran los habitantes.
Un protagonista con tu barba, jajaja.
Me ha gusta mucho leerte.
Un abrazo.

chusa dijo...

Lugar solitario, asì que mucho mejor si se comparte con alguien y se vive con amor, donde se escuchan las golondrinas y el agua del molino... Bonita historia.
Para terminar, un dulcecito de fresas y un café?
Un abrazo Ernesto :)

Ángela dijo...

Y así, entre la cadencia de tus pausas y de tus palabras, descubro que es maravilloso encontrarse con compañeros de camino.
Que es mejor caminar juntos y poder descansar cuando la fatiga agobie.
Y amar por pura gratuidad y a fondo perdido. Así, en el amor, todo es bueno.
Un abrazo Ernesto.

mukali dijo...

Un relato muy tierno, Ernesto.
Y tambien tu interpretación final.
El amor no tiene edad, de eso no me cabe duda, ni tampoco reglas... pero me gusta como lo has plasmado tú, esa historia tras el pasar de los años cuando la soledad asoma y se valora más que nunca la compañia: un simple cafe, un paseo o el mero hecho de compartir una cama. Son cosas sencillas a la vez que muy grandes...y solo tenemos una vida para disfrutarlas.

Un abrazo.

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Tienes razón... soy soltero y nunca me he casado... ya soy maduro... quizás disfrute de esos placeres...o quizás no, pero parecen muy bellos

Abrazos amigo

Isaac

virgi dijo...

¡Qué preciosidad! La historia, los personajes, la forma de contarlo e incluso, esas golondrinas que acompañan la vida del molino.
¿Sabes que sonrío mientras te escribo?

Katrina dijo...

Es una bonita historia.
Son mágicos los momentos en los que la vida nos recuerda que, pese a que parezca darnos la espalda, en realidad nos viene empujando suavemente a que avancemos.

Saludos

mariarosa dijo...


Hermosa historia Ernesto, me emocionó. El amor surge siempre entre las buenas personas. Gracias por traerla a nosotros.

mariarosa

MAR dijo...

Hay mucha gente sola sin quererlo y otras acompañadas y se sienten solas, eso si que es triste.
Mi abrazo para ti, me quedo tomando un cafecito por aquí.
:)
mar

Tesa Medina dijo...

Precioso título para una hermosa historia de amor y de vida, Ernesto.

Me encanta con que sencillez, talento y encanto nos lo cuentas.

Esos encuentros en la madurez, Ernesto, suelen tener finales felices, porque a esas alturas del viaje al menos hemos aprendido lo que no queremos y lo que de verdad importa.

Una vez soñé con los ojos abierto en rehabilitar un molino y vivir en él. O quizá un faro...A ver si mis chicos y nieta me dejan retirarme de una vez.

Ya estoy de vuelta. Muchos besos,

Un Colibrí Viajero dijo...

Estimado caballero es un placer siempre pasear por aquí y deleitarme con relatos y un buen café prestando total atención, mis humildes felicitaciones, gran abrazo hasta pronto.

Mara dijo...


Una hermosa historia. Leía y pensaba... ¡qué bonito nombre! El molino de las golondrinas. Un abrazo.

María Socorro Luis dijo...


Entre mis recuerdos de niña mas recurrentes, hay un viejo molino abandonado, en un paisaje casi tan idílico como el de tu imagen.

Me gustan tus historias, tan naturales y sinceras.

Un gran abrazo Ernesto

Unknown dijo...

Me ha gustado mucho tu relato y la reflexión que haces al final...

Un beso.