miércoles, 12 de octubre de 2016

Dulce caramillo...

Caramillo: flauta hecha del cuerno de las ovejas y usado por los pastores desde tiempos antiguos.

Con su mochila al lado y un amplio sombrero boca arriba delante de él, era habitual verle los días de mercado bajo los soportales de la plaza de Saldaña tocando el caramillo. Le encantaba tocar ese instrumento antiguo y musical que le legó su abuelo. Éste, pastor de las tierras zamoranas de la Comarca de Aliste le enseñó a tocarlo en los veranos que, de vacaciones, le acompañaba con el rebaño.

Cuántas noches se durmió al raso junto a su abuelo y los mastines oyéndole contar historias que, de mayor supo, siempre encerraban una enseñanza o lección. Cuántas veces veía moverse el cielo, eso creía entonces, al observar que las estrellas se movían… Al ulular del búho real se quedó muchas veces dormido.

Dos mujeres de mediana edad se pararon delante de él y, mientras depositaban unas monedas en el sombrero, le comentaba una a la otra:

-Hoy he puesto cocido para comer. Como le gusta a Juan, ¡con todo! Después yemas tostadas…
-Qué ricas, contestó la otra. Tienes que enseñarme a hacerlas. Lo he intentado pero no me salen como las tuyas.
-Cuando quieras…
Y siguieron hablando de platos y otras cosas delante del músico callejero quien, y sin que se diesen cuenta, había dejado de tocar.
-¡Uy!…, dijo una de ellas al observar que éste las miraba sonriendo, nos hemos puesto a hablar delante de ti sin darnos cuenta…
-No se preocupen, dijo el músico amablemente, y dirigiéndose a la primera le comentó: de ese cocido que hablaba, y que los hacía mi madre también, ya comería un buen plato caliente…
Las dos mujeres soltaron la carcajada por el desenfado del joven.
-Pues mira, has tenido suerte, invitado quedas a comer! A las dos y media te esperamos en casa. Y explicándole dónde era se alejaron sonriendo.

Sentados los dos hombres a la mesa en una acogedora cocina, donde ardía en la chimenea la roja encina castellana, la hija del matrimonio le preguntó:

-¿Quieres agua o vino? A lo que éste contestó sonriendo, ¡agradezco de vez en cuando un buen vaso de tinto!

Una comida entrañable. Una generalizada conversación permitió risas y confianzas que fueron desembocando en pequeñas confesiones…

El joven músico, que no lo era tanto pues ya peinaba sus 39 años, les explicó que si bien parecía un trotamundos no lo era, por lo menos en su acepción de vagabundo. Les dijo que junto a un socio tenía una pequeña empresa de informática y publicidad. Y que estas salidas al mundo las hacía por puro placer de recorrer pueblos y conocer gentes. Reconoció que en ello había mucho de las andanzas con su abuelo y sus enseñanzas.

Aquella noche cenó de nuevo con ellos. Y al día siguiente las gentes del lugar volvieron a oír las dulces notas del caramillo. 

20 comentarios:

lunaroja dijo...

Qué talento para narrar lo sencillo! Me gusta muchísimo la cotidianeidad de tus textos,que siempre nos dejan una reflexión en la punta de los dedos.

Sneyder C. dijo...

Hola Ernesto. Es bueno recordar nuestro pasado si sirve para vernos tal y como somos hoy.
Es un ejercicio de la memoria ya que acompañan retazos de vida vivida donde afloran vagas emociones que parecen instalarse definitivamente en nuestro interior.
Tus relatos siempre llevan recuerdos quizás de un tiempo lejano.


Un cálido abrazo

Elda dijo...

Encantador este relato Ernesto, para resaltar las relaciones que se pueden obtener conociendo gente, y desde luego tu protagonista lo hacía de una manera muy peculiar.
Disfrute la lectura y me gustó mucho las conversaciones y como lo has desarrollado de principio a fin.
¿Tú no usas el caramillo? jajaja.
Un abrazo.

Ah! me encanta la pintura, parece una acuarela rápida.

mariarosa dijo...


Que bonito relato, con el sabor de la vida tranquila de los pueblos y la generosidad de sus gentes.

mariarosa

Ángela dijo...

Con lenguaje vivo, acercas la vida sencilla, tal como es.
El alma tiene muchos registros. El arte está en saber cuales debes tocar.
No todo es lo que parece.
Un abrazo Ernesto.

Maru dijo...

Los recuerdos de la niñez, el campo, la música y las moralejas...entrañable relato. Abrazos.

Marina-Emer dijo...

Precioso relato, yo esto lo he vivido el Asturias en la aldea de mi cuñado...tenia ovejas y las llamaba con un cuerno...y muchas cosa que hacía para las vacas.
Ernesto siempre nos dejas hermosa música y bellos relatos.
mi gran abrazo

Mari-Pi-R dijo...

Que bonito relato, me gustó la generosidad de las mujeres y las buenas relaciones con la cena.
Un abrazo.

AMALIA dijo...

Un lindo relato. Una historia sencilla y bonitas.
Un abrazo,

maria cristina dijo...

Tuvo suerte el viajero de encontrar personas generosas y de buena voluntad, un buen saldo para ese viaje, un abrazo Ernesto!

Tesa Medina dijo...

Que relato tan delicioso, Ernesto, el caramillo es la excusa de un hombre para volver a conectar con su lado menos "domesticado" y sencillo de su ser, conocer lugares, gente y dejar que la vida le sorprenda.

Con un cocido sabroso y un vaso de vino tinto en buena compañía, compartiendo experincias.

Deberíamos ser todos como esa mujer de tu relato y no tan estirados y prejuiciosos.

Algún día te contaré como mi marido llegó a casa un día y se encontró a un bosnio desconocido en mi cocina. Él necesitaba hablar y yo estaba haciendo la comida. Todavía nos reímos.

Un beso,

A. dijo...

Este relato es de esos sanadores que nos invitan a sonreír.

Gracias.
Besito.

Marina-Emer dijo...

Gracias Ernesto por tu comentario en mi blog...Aquí está lloviendo mucho ...
y aquí buena música.
Un gran abrazo
Marina

Yayone Guereta. dijo...

Precioso relato, Ernesto, es bonito mantener ciertas tradiciones tan entrañables, imaginé toda esta narración transportadora a la que invitaste con ternura, me encantó.

Ah! Sonreí :)

Un beso, Ernesto.

Katrina dijo...

Bella manera de escapar de la rutina citadina, del ritmo frenético que nos quita la vida... Como quisiera yo ahora ser ese hombre en una ciudad distante y sencilla, donde la gente aún puede invitar a extraños a su casa sin las desconfianzas que aquí reinan por donde se mire...

Un lindo relato =)

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Encantadora historia, dulce, alegre, espirituosa...como una buena copa de tinto...

Paz hermano

Isaac

Meulen dijo...

Linda historia sin dudas
mucho de ello podemos aprender
que vuelva la confianza entre las personas ....por el solo hecho de sentirse en esa corriente de
saber ser y aceptarse recíprocamente...

una comprensión mayor del mundo que nos rodea.

virgi dijo...

Qué bonita historia, Ernesto, dulce y esperanzadora. Yo creo que esos ratos fundamentan largas y fructíferas amistades (y hasta puede que algo más).
Me ha gustado mucho, muy evocadora.
Abrazo largo.

María Socorro Luis dijo...


Como siempre, entrañable, sabio y didáctico tu relato. Quiero creer que ese trato sencillo, natural y generoso de las gentes, sigue aún vigente en algunos lugares.

Un abrazo con son de caramillo.

Noite de luNa dijo...

Me ha gustado la historia. Ser vagabundo en verano debe ser muy bonito y volver, pasado ese tiempo a la realidad del día a día, poco llevadero, creo yo.
Me ha fascinado la palabra CARAMILLO que nunca la había oído y eso que la zona de Saldaña la conozco. Me gusta su pan y sus dulces; sus caminos llanos y sus campos de cereales.
He visitado varias veces Ciudad Olmeda...
Con tu relato, he decidido visitar de nuevo la zona en la próxima primavera, que en invierno hace mucho, mucho frío

Un abrazo