miércoles, 27 de mayo de 2020

Recuerdos!

¡Pinceladas de vida! Pueblos de León.

Una canción oída esta mañana ha hecho retroceder la vida a otras latitudes, otras horas, otras gentes… ayer! Ese ayer que muchos llevamos a flor de piel.

1973… Calle Julio del Campo, León. Tres personas están preparando una tienda de alfombras que se abriría al publico en pocos días.

León. Aquella ciudad vieja, de la Vieja Castilla de nuestros libros de estudio. Vieja, en el tiempo, y con la clase de sus habitantes. Limpia, elegante, entrañable… Aquel León que, para mí, ya no es. Puede que yo tampoco para ella. Y sin embargo, con un martillo en la mano y un clavo en la otra mientras sujetaba con mis brazos una alfombra de 2 x 3m contra la pared intentando clavarla, me veo hoy tal cual. ¡No he cambiado mucho! jajjajajajjajaja

Si exceptuamos el blanco que las primaveras primeras y los otoños de última hora, han ido dejando en mí. Entremedias 47 años.

Vivencias mil. Lecciones miles… Errores, algunos!

Todavía recorro los caminos de este país, mochila al hombro y tocando el dulce caramillo de los pastores trashumantes de aquellos tiempos que fueron. Bebo agua de las fuentes y de los canguilones de las norias, cojo alguna fruta madura de los árboles en los humildes huertecillos, de Machado… ¡No hay queja por parte del labrador que, sentado a lo lejos y a la sombra mientras almuerza, me invita con gestos a que coja más. Incluso levanta su bota de vino en clara invitación. Cosa que declino pues he dejado de beber...

Como en las tabernas de alegres y buenas cocineras y duermo en fondas de alcurnias venidas a menos. En alguna ocasión, bajo el pórtico de la iglesia… (Podría pedirle alojamiento al fraile que la cuida, pasaje de la biblia en mano donde se especifican mis derechos, y sus obligaciones: ¡Llamad y se os abrirá! ¡Pedid y se os dará!…). Pero desisto, no quiero comprometer a nadie...

jueves, 21 de mayo de 2020

...su temprana muerte!

Unos "gritan"... (nadie les niega su derecho, tampoco a la cigarra del cuento) Otros laboran con responsabilidad.


Sin presentir siquiera
su temprana muerte,
la cigarra canta.

¿No me diga que se ha pasado a lo poético? Usted, el hombre de las fábulas y la prosa…
No no, nada de eso. No sabría rimar dos palabras seguidas… Y en cuanto a lo poético en sí, poco… Eso sí, lector de A. Machado desde hace unos 40 años. El único poeta que he leído, leo.
¿Entonces?…
Nada, unas imágenes que vi ayer en las noticias y que por un momento me recordaron la fábula de “La hormiga y la cigarra”.
Incluida en las “Fábulas”, de Samaniego. Libro que en su 3ª edición, 1956, me fue regalado por mi abuelo el 15-08-1961. Y donde consta la siguiente dedicatoria:
.- “A mi querido nieto Ernesto...”,
.- (…) “De niño y de hombre, encontrarás siempre en cada línea y párrafo enseñanzas y saber”...
.- (…) “Como recuerdo cariñoso de tu abuelo consérvalo con esmero y nunca te desprendas de él.”
¿Y la relación entre una cosa y otra que hizo es?…
Bueno, la imagen de unos ciudadanos recorriendo las calles de Madrid, y otras ciudades, cantando “libertad” cacerola y sartén en mano, me recordaron a la cigarra del cuento. Y su canto monocorde, cansino, estéril y estridente…
Y a diferencia de éstas, las cigarras de la fábula, con las laboriosas y disciplinadas hormigas (la inmensa mayoría de los ciudadanos responsables), me llevó a la relación con el haiku señalado.

Sin presentir siquiera

su temprana muerte,
(la escalada de nuevos contagios y fallecimientos, su repunte, ha comenzado ya…)

la cigarra canta.

domingo, 17 de mayo de 2020

Embozados...


Robinson Crusoe... moderno. (El mismo que vestía y calzaba... en aquel año.)

Asomado a la ventana esta mañana mientras me tomaba el té taza en mano, observé que una mujer que venía por la acera de enfrente, cubierto el rostro por la recomendada mascarilla, no dejaba de mirarme… Fijé mi mirada en ella y entonces hizo un gesto de saludo… ¿Quién será?

Empujando con su pie la puerta del edificio de enfrente, entró en él… ¡Ah, una vecina! Y creí reconocer a una del grupo de las ocho de la tarde en que, desde los balcones o ventanas, salimos a reconocer y apoyar el trabajo, la dedicación y la entrega de nuestros sanitarios.

Unos minutos más tarde, una joven que venía por la misma acera, “embozada” como la primera, hizo el mismo gesto de mirarme… con cierta insistencia, o por lo menos curiosidad. (Esto último no es extraño dada la imagen de Robinson Crusoe que voy adquiriendo entre la barba y el pelo sin cortar.)

El caso es que pensando que pudiese tratarse de un caso como el anterior, me reconocen a mí pero no yo a ellas, hice un gesto de saludo… Que no fue correspondido. Tranquilamente, sin brusquedad o rechazo alguno, volvió la vista al frente.

Creo que estas situaciones de “embozados” las vamos a experimentar de aquí en adelante. 

Son los tiempos que hay y que toca vivir. ¡El “ayer” conocido ya no está! Estaba, pero se va diluyendo… Del “mañana” por llegar nada sabemos! Este último se va con-formando, dando forma, instante a instante. No caben pues lamentaciones estériles o quejas interesadas culpando a quienes coordinan el trabajo de respuesta a esta crisis sanitaria mundial.

¿Y no podría hacerse esto de otra forma más… cómo decir…, menos incómoda, menos traumática?
Lo desconozco… Pero si usted conocen alguna, ¡expóngala! ¡Participe! Pero no sea demagogo.
.- No hable de falta de libertades, achacándolas al Gobierno.
.- No hable de confinamiento impuesto. Pues nadie lo ha impuesto por gusto. ¿Se imagina este país dejado de la mano de Dios a esos irresponsables saltándose las mínimas normas de seguridad que todos hemos visto en las noticias?
.- No hable de ciudadanos secuestrados o merma de la democracia. En ningún país se ha puesto en riesgo ni lo uno ni lo otro. ¡No sea demagogo!
.- Sea usted positivo. Trabaje para la mayoría de este país. ¡Para todos! ¡¡Sume!!
.- ¿Se imagina usted a los sanitarios dedicados a curarnos hacerlo en base a su propias ideologías y a las de los enfermos? ¡A éste sí a éste no!

.- ¡Pues entonces cállese! (Tiene usted toda la libertad y el derecho de expresarse como quiera, o sepa, que de esto último también hay mucho… Y casi cabría decir que es usted un gráfico exponente de ello.) 
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Diálogo puramente literario. Cualquier parecido con realidad alguna, mera coincidencia. 
¡Cosas del confinamiento!
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jueves, 14 de mayo de 2020

Cien mil palabras...



De las cien mil palabras que pronuncié ayer, ¿cuántos equívocos pude provocar, sin intención, si en vez de dirigir unas a unos y otras a otros hubiese mezclado algunas?

¡Desgarros!

¿Desgarros?… ¿No es usted algo drástico? Una palabra no deja de ser más que una palabra. Si no había intención de molestar…, la cosa no debería desembocar en algo sin remedio.
¡Cierto! ¡No debería!… pero dese cuenta de que el verbo “debería”, la palabra en sí, es uno de los más utilizados, precisamente por su escaso valor de eficacia. ¡Debería hacer, debería no hacer, debería callar, debería comprender, debería disculpar/me, debería hablar!…
La persona debería dejar de aparentar lo que no es, realmente, pero que se esfuerza en representar, precisamente por la falta de esfuerzo que realiza al no hacer nada… Y dejar que la vida fluya… marchitando lo que ayer era.
¡Así se conforman/construyen los des-encuentros. Se rompen las amistades, se enfrían los sentimientos. Los familiares vuelven sus cabezas al cruzarse en la calle.
Las hijas reniegan del padre, que ayer les contaba cuentos antes de dormir, el padre querido, el amor de sus vidas… Hoy, 30 años después, ya no se recuerdan muy bien las causas de este silencio… Pero se mantiene. ¡Porque si está presente todavía, alguna razón debió/debe de haber!
El amigo de su amiga, la novia de su amor… Y todo, casi siempre, la mayoría de las veces, por el equívoco de una palabra, o hecho, fuera de lugar. ¡Que no somos capaces de reconducir!
Y la infelicidad sigue fluyendo. ¿No es acaso algo que les pasa a muchos?… Se preguntan. ¡Pues debe ser lo normal. Si no yo no estaría ahí!… Se responden.
Y la vida sigue fluyendo…
Bueno, no voy a negar que algo de razón puede que tenga… Las relaciones entre las personas “debería” ser otra cosa.
¡Cierto! ¡Debería, una vez más! Pero una vez más también, el verbo quedará en nada debido a, precisamente, no hacer nada, al respecto!

Algunas de las situaciones descritas suelen acabar en… ¡cualquier cosa! Del equívoco primero, sin capacidad de frenarlo, por ambas partes, se suele pasar al desconcierto, después a la enemistad, la animadversión, en ocasiones al odio. Para acabar en una pretendida indiferencia que justifique que las cosas sigan confusas...

¡Si hiciste tú, acláralo! Y si es que no entendiste lo que sucedió, ¡pide aclaración!

Para que todo lo anterior llegue a darse, generalmente se necesitan dos cosas principales. El equívoco primero, y el talante necesario de la persona ofendida. Si falta uno de los dos ingredientes, la vida será otra cosa!

domingo, 10 de mayo de 2020

La tertulia de las pantuflas...

De principios de 1900... No había "redes sociales". ¿Qué inquietudes las albergaban?


De la tertulia habitual, esas que manteníamos en casa de unos amigos, una cafetería, paseos con alguien o el simple encuentro en la barra de un bar, hemos pasado a la tertulia en y desde casa. Y eso los que tenemos los medios a través del teléfono y pantalla.

Y, heme aquí sentado a la mesa, con el té verde sobre ella y la pantalla abierta al mundo. De la intimidad del hogar, a los confines del planeta. Esto suelo pensar cuando me falta dar el último clic de mi contraseña… No le doy, y me hallo en la intimidad, sosiego y silencio de mi casa. Y por extensión de mí mismo.

Pulso la última tecla y… ¡Conectado!

Es cierto que no es lo mismo un encuentro cara a cara, ahora mismo os veo a muchos de vosotros repartidos por el sofá, las sillas e incluso algunos sentados sobre el mueble bajo del salón, que estos encuentros a través de...

Buenos días a todos. Son las 9:23 de la mañana. La tormenta de ayer tarde y noche, casi toda la noche. Lluvias, granizo, algo de viento… ¡ha pasado!

¿Sinónimo de la que nos embarga a nivel mundial? ¡Sin duda! ¿No hemos pasado la mayoría de nosotros por otras, de toda índole, y aquí estamos?

Muchos de los que hoy participaremos en este encuentro, nos conocemos desde hace años… Algunas personas, de más reciente contacto. Algunas significativas en la vida de unos y otros. Amistad, respeto y aprecio es la enseña con la que generalmente nos identificamos. ¡Bienvenida! ¡Bienvenidos todos!

¿De qué podemos hablar hoy?…

viernes, 8 de mayo de 2020

1952

Santa Marta del Tormes. (Salamanca) 1952.
Será porque está uno recogido en casa, y por ello a falta de vivencias reales que realizar y compartir, que la mente se evade a los recuerdos del ayer… Bueno, más que los recuerdos en sí, a las propias vivencias de entonces.

¿Y no es lo mismo?
Depende de la intensidad de éstas. Si percibe usted los olores, texturas, el tacto y las caricias, el salado sabor de las lágrimas derramadas, el aroma de los campos en primavera, el olor de la paja en las eras, la textura de la resina en los almendros, el canto del autillo en el laurel de la huerta vecina, si todavía oye el repicar de las viejas campanas de la pequeña iglesia de Santa Marta del Tormes, si ve, a través de la mirilla de la casa de Amor, sus pícaros ojos de niña/mujer mirándole, si “vive” usted todavía esto, y más, a pesar de los 67 años transcurridos, sí puede usted decir que todo lo vivido sigue vivo en usted.

martes, 5 de mayo de 2020

Caracoles!



Las campanas de la iglesia llaman a algo… que no sabría precisar. Son las once y dos minutos. Acabo de hacer el ejercicio de mirar cada hora a lo lejos, a los montes y bosques desde mi ventana, para descansar y ejercitar la vista. Tantas horas de pantalla lo aconsejan.

Las campanas han silenciado!

A mi izquierda, los geranios rojos y floridos de mi vecina Maribel, lucen en todo su esplendor. Y cubren buena parte de su balcón.

A mi derecha en las casas de enfrente pero algo más allá, Rosi habla, de balcón a balcón con un vecino que apenas consigo ver…

El día es espléndido. Luz y color azul en el cielo. De la fuente al principio de la calle, que conforma un pequeño estanque a ras de suelo, muy original, veo vibrar sus aguas. A mi nieta pequeña le digo cuando pasamos cerca de ella que cualquier día cogemos unos renacuajos en algún riachuelo y los echamos en ella… ¡Sin que nadie se entere! Y a ver que pasa.

Veo por primera vez este año a los vencejos volar raudos y ruidosos sobre los tejados de las casas de enfrente. La calle donde vivo es de las de antes, de las de siempre. De las de tejas y ninguna igual a la de al lado. De las de pueblo. De ese entrañable pueblo que todos llevamos en el recuerdo.

Y vi hace un par de semanas, también por primera vez, y a mis años, un bando de golondrinas pasando veloces y todas juntas… No, no estaban de vuelo sobre los tejados. Acababan de llegar de sus cuarteles de invierno en África. Fue una estampa natural que no había visto nunca.

No puede decirse que su perspectiva llegue muy lejos. Todo lo que describe parece tenerlo al alcance de la mano.
¿Y para qué quisiera usted mayor distancia?
¡Hombre, con la que está cayendo! Tampoco se trata de aislarse como los caracoles en sus conchas…
¿Aislarme?… ¡Los confines del universo se me quedan pequeños! (Esta frase tiene su sentido, su razón de ser, que no requiere mayor explicación. Principalmente porque cada uno llegará a su propia concepción.)
¡Tampoco es eso, creo yo. Se pasa usted del cero al mil… ¿No se siente más cómodo, más identificado, con el término medio? ¡Cómo todo el mundo!
Usted parece darle realidad al mundo que percibe, que vive incluso…, o cree vivir. Y le entiendo perfectamente. Por ese camino he transitado la mayor parte de mi vida… Pero ya no lo percibo igual, ya no lo vivo de la misma manera. Sigo en él solo porque usted me ve...

(Este diálogo es un simple ejercicio literario. ¡Puro juego! No representa a nadie. Y menos al autor!)

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Donde unos ven un valle de lágrimas, otros amapolas entre las espigas doradas del verano.

Donde unos un río de carencias, otros el rumor del río de la vida en el valle.

Donde unos temor e incertidumbre, otros oyen el canto de la cigarra al final de verano.

Las hormigas, imperturbables, siguen laborando…

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viernes, 1 de mayo de 2020

El tren...


...de la vida!

Puede asemejarse nuestra vida al trayecto de un tren.

Emprende su viaje en el mismo momento en que llegamos a este mundo. Todos salen de la misma estación y con el mismo destino. ¡Llegar al final! (Final que nada tiene que ver con la fecha de partida.)

¡Las vicisitudes del mismo, ya son otro cantar!

Si tuviese que fraccionar de manera general el trayecto recorrido hasta ahora en la vida de muchos, lo haría en tres tramos. Yo ya estoy en el tercero… Entré “ayer”. Quien no lo esté, o no se sienta ahí, ¡estupendo! Puede servirle lo que sigue de guía. Bien para conocerlo, bien para evitarlo.

El primer tramo iría desde el nacer hasta esos momentos en los que empiezas a trabajar, te casas, hijos, etc. El segundo podría abarcar desde esas fechas y eventos hasta los…

Ufffff… ¿Hasta dónde? Puesto que nada tiene que ver esto con edad alguna, y sí con etapas en la vida, podríamos situarlo en… pocos años antes de jubilarte. ¿Esos 60/64? Más que nada porque en este tramo, habremos vivido/cometido todo tipo de experiencias… A algunas las llamamos “aventuras”, de todo tipo, y a otras “errores cometidos”.

El tercero, no tiene límite... Y puesto que muchos están/estamos en él, ver venir!!

Hay uno que, sino tramo, sí una manera distinta de vivirlo.Y es el que abarca a quienes han transitado el segundo de una manera tibia. No tanto en línea recta como sí en un ligero vaivén sin mayores sobresaltos.

Recordad que en la parábola del Hijo pródigo, el más pequeño pidió su herencia al padre. Y la dilapidó viviendo perdidamente… Y cuando se le acabó, regresó a la casa paterna. Y su padre celebró una gran fiesta por este regreso. Ocasionando un gran enfado en el hermano mayor, quien no se había salido, nunca, del camino establecido.