viernes, 9 de abril de 2021

Los de 1960...

 



¿De qué escribir, qué compartir? En estos momentos cruciales en la vida de tantos… ¡Que puede que no seas ni tú ni yo! Que tenga un cierto sentido de algo, sea éste de interés, curiosidad, entretenimiento, etc.

(…)

Este era el principio de una reflexión que surgió y escribí hace unos días. Y que gracias a… que desde entonces y en plenas fiestas me quedé sin conexión a Internet, no pude publicar. ¡Una suerte! Pues tanta “trascendencia” (expresión irónica) en un momento como el actual, pandemia, elecciones en Madrid pero que están generando más revuelo y expectativas que unas generales, hoy me hacen suprimirla. Y pasar a un tema más intrascendente: Los carteros de 1960.

Tras hacer sonar el silbato desde el portal del bloque de viviendas, para que todos en los pisos estuviésemos atentos, decía en voz alta los nombres de quienes recibían correspondencia. Y que bajaban con cierta expectativa a ver quiénes les habían escrito. ¿Y el que no estaba en casa en ese momento? ¡Mañana será otro día!

No cabría negar ese cierto encanto que todo ello representaba… Y que concluía con la tarjeta de felicitación de Navidad que los carteros repartían en señalada fecha y en busca del merecido aguinaldo.

¿Volveremos a oírles gritar nuestros nombres cartas en mano? No parece probable, el invento de los buzones en los portales acabó definitivamente con ello.

─Sí sí, pero yo me he quedado varios días sin poder comunicarme por la red… Ni blog, ni comentarios, ni lectura, cartas, mails, etc. Y… ¡oh! sorpresa. ¡Esta mañana mientras levantaba las persianas de las ventanas, surgió el pensamiento de que nada relevante había sucedido! Y pensé que si este fallo individual de comunicación mundial llegase un día a fallar, atisbos ya se producen de vez en cuando, siempre nos quedaría de nuevo, aunque ya sin voz, las cartas de antaño.

─¡Hombre, no compare!

─No, no comparo. Señalo una posibilidad, que no niego que impensable, y que supondría para muchos de nosotros, ¡hecatombe mundial al margen!, la provisión de sobres y sellos con los que mantener viva estas relaciones y amistades de hoy.

No me atrevería a decir que ello supusiese, después de todo, un gran problema… Cierto que el cambio sería trascendental, pero creo que ganaríamos en profundidad en nuestras relaciones y comunicaciones personales!

18 comentarios:

maría cristina dijo...

Con una amiga de toda la vida nos comenzamos a escribir cartas semanales cuando ella se mudó a otro lugar de mi país. La diferencia estribaba en que yo iba al correo cada semana y ella dejaba crecer la cantidad de páginas sobre un mueble de su cocina, el marido era el encargado de enviar el abultado sobre al correo al ver la montaña, cada mes. Ahora, con watsap incluído ya no nos comunicamos tan seguido, es muy extraño todo, un abrazo Ernesto!

María Socorro Luis dijo...


... y esa emoción de recibir en mano, ese sobre cerrado? Y esos nervios, a flor de piel, mientras se abría?... Que dirá?...
Nos estamos perdiendo esas tantas sencillas emociones... Ahora, solo existe la prisa.

Abrazo, Ernesto. Aunque sea virtual.

AMALIA dijo...

El encanto de antaño...
La ilusiones se han perdido con tanta tecnología...
Un abrazo. Feliz fin de semana.

Carmela dijo...

Siempre me han encantado las cartas, las de puño y letra, como se decía :))


Un beso, Ernesto.

Joaquín Galán dijo...

Yo no tengo ninguna duda de que así sería,Ernesto. Las cartas no solo eran instrumentos de comunicación,eran sobre todo,mensajeras de sentimientos como el amor,la amistad,el cariño,el recuerdo,...Eran mensajeras de vida. Los que hemos tenido la suerte de recibir cartas de algún ser querido,sabemos de qué hablamos. Hoy ya no existen ese tipo de cartas,cálidas,cercanas.Hoy solo existen las cartas comerciales frías y asépticas que apenas dicen nada.

Un abrazo

Alfred dijo...

Las viejas cartas escritas a mano, con el miedo al borrón siempre presente.

Un abrazo.

lunaroja dijo...

Guardo con infinito amor las cartas que me mandaba mi madre cuando me vine a vivir a España en el año 83, guardo con infinito amor las cartas de mi marido, al cual conocí por correspondencia en el año 78 y al que pude conocer personalmente en el año 80 después de 2 años de correos quincenales.
Gracias por este recuerdo!
Abrazo.

Sandra Figueroa dijo...

Bellos tiempos. Saludos Ernesto.

Teo Revilla Bravo dijo...

Tengo un profundo amor a la profesión de cartero así como a la de telegrafista, luego ambas unidas. Participé en ambas instituciones públicas. Cartas, telegramas, burofax, giros, telegramas, telegramas por teléfono..., fueron mi universo laboral hasta que fui trasladado a las oficinas de la Central de Correos de Barcelona trabajando en otros menesteres. Lógicamente, has puesto una emoción grande con tu relato en mi ánimo, has recuperado recuerdos importantes.
Muchísimas gracias, amigo, y fuerte abrazo.

Manuel Díaz dijo...

¡Qué tiempo aquellos!
A mí me encantaba el ritual de escribir cartas.
Coger folio, repasar lo escrito, ir a comprar el sobre y el sello, buscar un buzón cercano...
Ahora todo es demasiado rápido y como bien dices, un día te quedas sin internet y ya no sabes qué hacer.
Quizás quedamos pocos románticos que disfrutábamos con esas pequeñas cosas, esa carta de un amigo, de tu primera novia, del primo del pueblo...
Ahora vamos demasiado rápido. Pones un tuit o cualquier otro mensaje y a los pocos minutos quedó obsoleto porque aparecen miles de mensajes nuevos.
Saludos para los que esperaban al cartero en los años 60,70...y mientras esperábamos veíamos la única cadena de la tele en blanco y negro.

Juan L. Trujillo dijo...

Algo si que hemos perdido con la desaparición de la correspondencia clásica: nos esforzábamos en escribir bien, en decir las cosas de una manera real y entendible.
Ahora, me temo, que con esta manera de tuitearnos, no solo sobraran los folios y los sellos, es que además la ortografía y los diccionarios, sobrarán por anacrónicos.
Un abrazo.

Margarita HP dijo...

Hola amigo mio. El correo electrónico, el wasap, y todo eso, ha sustituido a la carta de toda de la vida. Hace unos años, una compañera de un taller de escritura desveló en pleno taller, que lo que más ilusión le hacía, era recibir una carta manuscrita, como antes.
Y bueno, me puse manos a la obra, solo que no me había dado su dirección, ja ja. Pero la preparé, la cerré y hasta le puse el sello, y después, se la entregué en mano en el taller.
Recuerdo la emoción al escribirla, y bueno, la respuesta de ella al leerla.
Es bonito recibir cartas manuscritas, aunque la comodidad de las tecnologías nos lo haga olvidar.
Besos :D

Matías dijo...

Hace varios años que no escribo una carta postal, tampoco recibo correspondencia en mi buzón, en pocos años ha cambiado mucho el modo de comunicarnos, la mayoría de las empresas han cambiado el papel por el correo electrónico. El problema surge cuando tenemos una avería en nuestra línea de internet o avería en nuestro PC o Portátil.
Claro que para un apuro tenemos el teléfono, pero no deja de ser un problema.
Un abrazo.

Loles Miva dijo...

La privacidad de las cartas, pensadas desde principio a fin para alguien, es difícil competir con eso. Y si encima te la dan en mano...
Me ha traído muy buenos recuerdos. Un abrazo Ernesto

Ángela dijo...

Una preciosa imagen y un texto que evoca recuerdos.
Casi casi lo tuve por oficio y no precisamente oficial:)))

Una carta escrita a mano es todo menos un gesto vacío.
Son gestos llenos de sentido, únicos y auténticos, en ellos van sentimientos, emociones y desnudez de alma, en cada letra y en cada trazo.
Requiere más reflexión, más calma...es exclusiva y única.

Por soñar...me encantaría volver a esas cartas con pluma y cartucho de tinta negra y con esta letra con la que fui dotada.

Un fuerte abrazo Ernesto y buen día

Rosa B.G dijo...

Hola Ernesto, son un gran recyuerdo las cartas. Recuerdo de escribirnos mi hermana y yo con una chica inglesa y aún a veces me escribe. Ella en inglés y le contesto en español. Mucho se aprende así.
Es la única carta aparte de las facturas típicas que llegan por correo: agua, luz,etc.
Saludos

Rosa B.G dijo...
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Rosa B.G dijo...
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