El ser humano, en su mayoría, suele
moverse en su vida en lo que se podrían considerar cuadrados. Como las baldosas del suelo de una habitación inmensa, iguales pero distintas unas de otras. Espacios más o menos definidos. Mental, emocional y hasta
físicamente... Limitados las más de las veces, cercados... y en
ocasiones con espino!. No se sabe muy bien si para que no
entre nada/nadie de fuera o para que no se salga nadie del recinto.
Sea como fuere, ya el hecho de saberse,
sentirse, diferente a algo que, conocido o desconocido, está al otro
lado... supone una limitación. Sería algo así como vivir en una
ciudad amurallada. Un corral. Resguardados, protegidos, apartados.
Limitados al fin y al cabo. Felices en la separatividad. Y por
ello incapaces de ir más allá...
Esta metáfora de la baldosa surgió
cuando hace poco unos amigos, miembros de una comunidad religiosa,
una de las tantas iglesias que existen hoy en cualquier parte, me
regalaron, como prueba de amistad y confianza... una biblia. Un tanto
especial, eso sí!. En formato y contenido. Y también con el
propósito inconsciente
de hacerme llegar verdades que, así lo creen, desconozco. Y que
conociéndolas me liberarán...
¡No sé de qué
tendrían que liberarme precisamente a mí!
No voy a negar que
me haya movido, como la mayoría, en tales o cuales cuadrados a lo
largo de una vida. ¡Claro que no!. Ha sido precisamente mi presencia
en esto, aquello y lo otro, lo que me ha hecho comprender, entre
otros despertares, su inutilidad!. Etapa trascendida.
Utilidad en su día.
¡Sin duda!. Y respetable. Como respeto toda idea, tendencia, deseo o
lo que quiera que cada uno abrace o sostenga, hoy.
¡Mañana Dios
dirá!
Y no cabría pensar
que quien se aferra a algo, hoy, con fuerza y determinación..., ayer
se daba la vida por ello, no estará libre mañana para
acceder a ESO. Todo Lo Que Es.
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Lo que ya eres sin tener que hacer,
buscar o hallar nada.
Conoced la verdad y ella os hará libres.
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