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Plaza del Ayuntamiento. (Astorga) |
La
vio al entrar en el establecimiento pero en un principio no le prestó
mayor atención. Situado en una esquina de la barra observaba a la
gente que, como él, entretenía el tiempo tras una consumición.
Sentada en una mesa al fondo del bar no quitaba la vista de la puerta
como esperando ver aparecer a alguien… Fue al verla sacar la
cartera y mirar en su interior… que le hizo fijarse en ella.
Un
rostro corriente, de tantos. Morena, con el pelo recogido en una
abundante cola de caballo. Ojos oscuros y algo profundos. Gestos
pausados. Vestía falda, zapatos negros y una especie de chaqueta
larga. Había un algo en aquella imagen como de personaje de un verso
de Machado… “desasida el alma, la tarde declina, las sombras
acechan las altas copas de la solitaria encina...”
Le
bastó un instante para comprenderlo todo… Sola, abandonada. Esa
maleta vieja a su lado contaba la historia tan clara como la fuente
del parque cantaba su pena…
Adiós
para siempre la fuente sonora,
del
parque dormido eterna cantora.
Adiós
para siempre; tu monotonía,
fuente,
es más amarga que la pena mía.
Tal
vez con hambre, tal vez sin dinero, tal vez asustada…
-Mila,
¿quién es esa mujer?
-No
lo sé, lleva más de hora
y media
ahí sentada…
-¿Ha
comido algo?
-No,
el café que ves sobre la mesa.
-Invítala
a comer, como cosa tuya… Lo que quiera. Después si crees que
necesita dinero dale unos sesenta
euros…
Arreglamos cuentas mañana.
-Bien,
Juan.
Echándole
una última mirada salió del restaurante. Había quedado con unos
amigos a comer en León. A eso de las cinco de la tarde recibió una
llamada…
-¿Juan?…
soy Mila.
-Dime…
-Bueno,
parece que la situación de esta mujer es algo más complicada…
Está sola aquí. Parece que había quedado con alguien en que la
recogería para seguir camino a Coruña pero nadie se ha presentado.
Llegó esta mañana en el autobús de Madrid…
-¿Qué
piensas Mila?…
-Pues
no lo sé…, por eso te llamo… Ya le he dado el dinero, en
realidad le he entregado cien.
-Yo
no llegaré hasta esta noche… Haz una cosa, llama a la pensión de
la plaza y cógele habitación para dos noches. Habla con Isabel
y dile que no le cobre nada. Y hazle saber a ella que la esperas para
cenar.
Adelantó
su regreso a Astorga y llegó sobre las ocho de la tarde. Se dirigió
al restaurante y preguntó por Mila.
-No
está, ha salido hace un rato.
-¿Sabes
algo de la mujer que estaba esta mañana sentada al fondo?
-¿Te
refieres a la de la maleta?
-Sí…
-Está
en la cocina…
-¿En
la cocina…, y qué hace ahí?
-Pues
pelando patatas! Cuando llegaron Mila y ella, después de comer, se
ofreció a hacer lo que hiciese falta… Y no hubo forma de hacerla
desistir.
En
esto que entró Mila…
Cenaron
los tres en animada charla. Era un mujer joven, de unos 48 años.
Risueña y desenfadada, tenía una forma de reír que le marcaba unos
hoyuelos en las mejillas. Su mirada era franca y determinada. Se
había cambiado de ropa.
Años
después seguía de cocinera con Mila. Juan cenaba casi todas las
noches las creaciones que ella le preparaba… A veces la esperaba o
la recogía a la salida y daban un largo paseo, en
ocasiones de la mano,
o tomaban algo antes de despedirse. La
vida de ella había empezado de nuevo cuando se bajó del autobús.
Nunca contó nada de su vida anterior.