La
vida es como un viaje en tren a un destino “concreto”, que al
desconocerlo, solemos llamarlo “incierto”… (En realidad no hay
nada incierto en dicho viaje, pero al “no recordarlo”,
corremos como pollos sin cabeza de aquí para allá por este corral
llamado mundo)
En
dicho viaje, la ola de vida que vivimos, nos encontramos en múltiples
situaciones y con infinidad de personas… Básicamente podría
decirse que la vida es eso: situaciones, experiencias vividas, y con
quienes las vivimos.
En
ambos aspectos, “cómplices” que nos acompañan un trecho
del viaje, las personas, y los “paisajes” que pasan ante nuestros ojos por la
ventanilla, las experiencias vividas, dejan en nosotros
huellas.
“Huellas”
que solemos catalogar de buenas o menos buenas, aceptables o “líbreme
Dios de esto”. Vivencias deseadas o pesadillas a evitar. Sea como
sea, y haciendo un símil con las vías del tren, recorreremos
nuestro viaje casi casi sin salirnos del camino… trazado.
─¿Trazado?…
¿De antemano?… Pero... ¿no quedamos que tenemos libre albedrío
para decidir si ir por aquí o por acullá. Con fulano, zutano o merengano?
─Libre
albedrío y determinismo parecen las dos caras de la moneda que, al
despertar cada día, tendríamos que enfrentar. Pero no es ese el
caso. Ambos aspectos podrían ser “reales”… ¡La meta ya es! El
propio viaje es la meta. (Frase hecha que muchos repiten y pocos
aceptan). Y el “libre albedrío” es lo que decides cuando al
salir de casa saludas, o no, al vecino. De esa decisión tuya surge
que tengas una convivencia placentera o de tensión en la comunidad.
¡No
hay mucho más! Pero la complejidad de tu mente, crea universos en
los que, embarcado, recorres vericuetos y laberintos sin fin para
llegar a ninguna parte… (Generalmente llenos de "sufrimiento" con algún paréntesis de "felicidad")
Y
también esto forma parte del camino. ¡El tuyo, naturalmente!
Cuando
te canses, o por la dureza del tramo que recorres, decidas cambiar,
observa al gran maestro: el río (el que enseñó a Vasudeva, en la
vida de Siddharta)
Fluye,
fluye sin cesar. Ni tan siquiera es consciente de camino alguno y
menos metas. Y sin embargo siempre llega a la misma, el final:
El Océano. Lo único real. ¡Tú!