Los elementales de la Naturaleza son, en sí mismos, una realidad. Cómo los percibas ya es otra historia... En esto, y en muchas cosas de la vida! |
Paseaba por aquel camino verde, que por el
valle se pierde y es su dulce soledad, le gustaba subir a la colina y pasar por la puerta de la ermita, en ocasiones, y ante ella, sus labios murmuraban una oración. Y fue entonces que descubrió algo que se movía en una rama del viejo cerezo. En
un principio pensó que se trataba de un petirrojo, pequeño pájaro
de pecho tintado de rojo que habita estos lares. Pero no, no era éste. Al acercarse
vio como un diminuto gnomo con el hacha al hombro se dirigía hacia
unas hojas, secas ya, que se resistían a desprenderse.
Al
ver que era observado, el pequeño hombrecillo la sonrió y levanto
la mano en señal de saludo. Y llegándose hasta el borde de la rama,
de un solo tajo las cortó.
-No
sabía que habitases en este valle, le dijo la joven.
-¿Habitar?...
respondió el gnomo, que se había sentado sobre la rama y la miraba.
¡Somos el alma del mismo! Sin nosotros nada vive, crece o se mueve.
¿No has oído hablar de nosotros?
-Bueno...
oír oír, algo sabía, como todos supongo, pero creí que
pertenecíais al mundo de los cuentos...
-Sonriendo
respondió el gnomo colocándose con una mano el puntiagudo gorro
rojo. Lo que llamáis cuentos es, en muchas ocasiones, lo que os
queda de un conocimiento antiguo que un día tuvisteis...
Interactuamos desde siempre con vosotros y la Naturaleza en muchos
aspectos de la vida. Sin nuestro hacer ésta no sería...
Se
levantó una pequeña brisa que movió las hojas del vecino nogal.
Éste conservaba todavía su mayor parte. Le pareció ver entre ellas
unas siluetas risueñas que saludaban al gnomo. Volviéndose hacia
éste vio como, sonriendo, saludaba con la mano... El viento amainó
lentamente y oyó al diminuto ser decirle:
-Son
los silfos y las sílfides..., elementales del aire. ¿Tampoco sabías
de su existencia?
-Pues...
poco más o menos que como contigo...
-¿Y
de las ondinas y salamandras?...
-Pues
más de lo mismo... Conozco estos nombres y alguno más, respondió
la joven. En principio por los cuentos que mi abuela me contaba de
niña, después algo leí sobre todo ese mundo que creía de leyendas
y fábulas... ¡Hasta hoy, desde luego! ¿Y sabes qué?, no
me siento sorprendida de verte y saber de vuestra existencia... En mi
fuero interno creo que siempre he sabido algo así!
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¿No
oculta, en parte, toda la información en la que hoy se mueve
la sociedad el saber natural de siempre? ¿No es,
en parte, esta misma información creada, artificial, la causa
de la desorientación, limitación e ignorancia en la que el ser
humano se encuentra hoy?
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¡La
verdad os hará libres!
Enseñó
Aquel...
Y sigue siendo vigente el mensaje, pero a la vista del
momento cabría deducir que esa misma humanidad está
lejos de alcanzarla.
Tal
vez recorre un camino equivocado...
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