viernes, 28 de junio de 2019

¿Qué título le pongo a esto...?

"De un golpe mató 7 moscas...". Cuento de los hermanos Grimm.


Hay una mosca dando la “vara” por el salón que se cree que “todo el monte es orégano”. Y que este espacio es suyo… Y puede que tenga razón en creerlo. Y es que la creencia, el derecho a compartir le viene de lejos. De cuando aquello de: “Y Dios creó el cielo y la tierra… y todo animal que habita sobre ella...”

¡Vaya, hoy parece que vamos de insustancialidades!
¿A qué se refiere?
¡Hombre!, no me negará que hablar de una simple y minúscula mosca como tema a compartir…
¿Cuándo dice “minúscula” se refiere al tamaño de la misma?
¡Pues sí! ¿A qué si no?
¿Quiere decir que valora usted las cosas en función de su tamaño?
¡No, tampoco es eso! Pero una mosca… ¡Las hay a millones!
Cierto!… ¡Posiblemente tantas como galaxias en el universo!
¿Cómo puede comparar una mosca con una galaxia. Su realidad, su influencia, su trascendencia?
¡No, yo no comparo nada con nada! Es usted quien lo hace. Si bien puede que no sea consciente de ello. En cierto sentido se pasa usted la vida, buena parte de ella, comparando, juzgando, sacando conclusiones… ¡Y viviendo de acuerdo a ellas!
Y ahí sí que hay un riesgo… Porque ¿desde qué posición, la suya, del saber, se permite valorar una cosa sobre otra?
Observe su mano. ¿Podría señalar que uno de sus dedos, realidades, tiene mayor relevancia que los otros. O dicho de otra manera, ¿menos que el resto?

Doy fin a estas letras que me han permitido abrir la boca esta mañana, insustancial, de viernes/findesemana. Y a su vez cierro el capítulo sobre la trascendencia entre moscas y galaxias.

Pues si mi contertulio se entera de que la protagonista de la historia ya no está… (un certero golpe como el de "El Sastrecillo valiente”, o “Siete de un golpe”, cuento de los Hermanos Grimm), pudiera volver a enzarzarse en si es lo mismo que desaparezcan siete moscas o una galaxia.

sábado, 22 de junio de 2019

El sonido del ayer...

Argentina. Buenos Aires. 1870.


Acababa de releer la noche anterior el pequeño cuento de “El pastor y las estrellas”, de Eduardo Santa, donde Abenámar, pastor de cabras, inicia una peregrinación tras un lucero que brilla en la noche. Su propia luz interior.

Una de las cosas que destacan en el cuento es la dulzura que Izcai, su mujer, le profesa. Ambos se profesan un amor natural. Y también el caramillo.

Abenámar apacentando su rebaño de cabras en los altos riscos, se deleita tocando el caramillo y contemplando las estrellas. (Caramillo, pequeña flauta antigua hecha de caña, madera o hueso.)

Mañana de domingo, temprano, día soleado y tranquilo. Silencioso. Estaba partiendo unas frutas para el desayuno con un cuchillo que ya había observado hacía días que no cortaba bien. Lo cambié por otro, y decidí que habría que afilarlo. Y entonces lo oí…

Oí el silbato del afilador!

En el silencio de la calle sonó la dulce melodía de ese pequeño instrumento que antaño recorría las calles de nuestros pueblos y ciudades. Me asomé a la ventana y le vi… Andando junto a su bicicleta vi al afilador. Imagen que reflejaba naturalidad, sencillez y… cierto halo de dignidad. Y un no sé qué que parecía emanar de aquella figura pequeña. Con paso lento y a cada tantos segundos hacía sonar aquellas notas, no siempre iguales, que parecían reflejar su alma.

Y el tiempo se detuvo.

domingo, 9 de junio de 2019

Segadores...

La imagen, de una entrañable belleza de tiempos antiguos, no representa el mínimo esfuerzo que mi nueva ocupación conlleva.


Ocupado desde hace unos meses en una nueva actividad… ¿comercial/productiva?… tras más de cinco años jubilado, es algo que me seduce. Algo que he deseado siempre. Cierto que no me he aburrido en este tiempo de inactividad laboral, al contrario, he disfrutado cada instante en su propia esencia.

Cierto también que dicha actividad, si bien intensa en estos primeros momentos, una vez puesta en marcha, ya casi lo está, se mantendrá casi por sí sola. Un somero seguimiento de la misma bastará para ello. Como puede pensarse, no es lo mismo levantarse a las cinco de la mañana y pasarse el día picando piedra o segando a mano campos de trigo, que dedicarle a esto nuevo unas horas uno o dos días a la semana… Y cabría decir que sobra uno.

Hoy es uno de esos días contados en que he podido evadirme de esa nueva responsabilidad. Y la razón, deseada, de poder escribir, leer y contactar con el grupo de amigos de siempre.

¡Vamos allá!

Un abrazo.

viernes, 7 de junio de 2019

...en piragua!


Deberíamos sumergirnos en la vida como bañistas relajados y experimentados que saben donde meterse en un río para que no los arrastre la corriente. Porque nadar a contracorriente es muy agotador y en ocasiones inútil.”

Estas palabras dejadas en mi blog como comentario de Tesa me han recordado a otras que solía repetir mi buen amigo Alberto, en aquellos tiempos “guía” espiritual de un “ateo” (versus “ignorante”) que hace ya tiempo dejó de serlo… Ambas cosas! (No se admiten preguntas ni sobre el método ni sobre los resultados jajajajajaja… Por lo menos en público. Mi correo está en mi perfil.)

Cuando se encontraba con alguien “preocupado por las cosas de la vida”, la suya, y a la vez incrédulo sobre ciertas “pautas”, “espirituales”, que podrían “sacarle” de aquella situación, decía a modo de resumen y concreción: “Tú vas en piragua, yo en yate”.

Vaya, hoy vamos de barlovento y sotavento… Originalidad, para recabar atención, no puede negársele!

No es eso, no es eso… Mi amigo se refería, quería referirse, a que quien se encontraba en medio de la corriente de las vicisitudes de la vida, la suya, era como ir en piragua. Desamparado. A merced de las corrientes del río. Esforzándose con los remos en intentar llegar a alguna orilla donde refugiarse. Y que él, Alberto, ya no iba en semejantes artilugios… ¡Iba en yate! Es decir, a motor, con fuerza, seguro, cómodo… Y con la meta asegurada. (No solía precisar, de tan evidente que era, que era el propio Dios quien dirigía la embarcación. ¡Su vida! Lo suyo era un dejarse fluir sin preocupación alguna. Y durante mucho tiempo, en mi larga época de “ignorante”, así lo percibí).
No pretendía, y de ello doy fe, aparentar ser más que el otro. Más bien resumía, lo intentaba en pocas palabras, que había otras realidades.

No le cojo el punto a todo lo que dice… Pero algo dentro de mí, profundo, como un eco, me devuelve que, tal vez, tenga usted razón al afirmar que algo más hay! No alcanzo a comprenderlo, ni tan siquiera a suponerlo, pero hay algo que si comprendo: esto, lo que que conozco, lo que conocemos y que parece real, lo que percibimos como lo único existente, la vida de cada día en todos sus aspectos, ¡no puede ser el todo!

Sí, tiene usted razón. No es el todo! ¡¡De hecho no es nada!! Como nada es el sueño que ha tenido esta noche y que, en su primera parte le ha hecho llorar, y en la segunda, reír. Y al despertar ha comprobado que ninguna de esas “realidades vividas con tal intensidad”, eran reales.

Observo que suele utilizar la metáfora del “soñar” como punto desde el que intenta decir algo…

Sí, utilizo su propia “realidad”, lo que percibe y vive, para señalar que lo que hay en “ella” podría no ser real.