Argentina. Buenos Aires. 1870. |
Acababa
de releer la noche anterior el pequeño cuento de “El pastor y las
estrellas”, de Eduardo Santa, donde Abenámar, pastor de cabras,
inicia una peregrinación tras un lucero que brilla en la noche. Su
propia luz interior.
Una
de las cosas que destacan en el cuento es la dulzura que Izcai, su
mujer, le profesa. Ambos se profesan un amor natural. Y también el
caramillo.
Abenámar
apacentando su rebaño de cabras en los altos riscos, se deleita
tocando el caramillo y contemplando las estrellas. (Caramillo,
pequeña flauta antigua hecha de caña, madera o hueso.)
Mañana
de domingo, temprano, día soleado y tranquilo. Silencioso. Estaba
partiendo unas frutas para el desayuno con un cuchillo que ya había
observado hacía días que no cortaba bien. Lo cambié por otro, y
decidí que habría que afilarlo. Y entonces lo oí…
Oí
el silbato del afilador!
En
el silencio de la calle sonó la dulce melodía de ese pequeño
instrumento que antaño recorría las calles de nuestros pueblos y
ciudades. Me asomé a la ventana y le vi… Andando junto a su
bicicleta vi al afilador. Imagen que reflejaba naturalidad, sencillez
y… cierto halo de dignidad. Y un no sé qué que parecía emanar
de aquella figura pequeña. Con paso lento y a cada tantos segundos
hacía sonar aquellas notas, no siempre iguales, que parecían
reflejar su alma.
Y
el tiempo se detuvo.
El tiempo detenido por una flauta andina, casi mágica.
ResponderEliminarUn saludo.
ResponderEliminar¿El tiempo se detuvo o retrocedió?
El lenguaje (también en pensamiento) genera realidad. Pensaste en afilar y aparece el afilador ¿ves? No siempre sabemos el poder de nuestros deseos. ;)
Esa entrada fue evocadora para mí. Será porque de ahí es mi sangre, de la tierra de los afiladores.
Un abrazo grande
Me encantan las fotos antiguas, si es de la primeras que conocemos como esta que has subido mas aun.
ResponderEliminarHace bastantes años que no veo afiladores en bicicleta, o en ciclomotor, ahora de cuando en cuando pasa uno con una furgoneta y un altavoz con el característico sonido de la flauta.
un Abrazo.
Algunos se ven, muy de tarde en tarde, el último que recuerdo, fue hace cuatro años, en Benicassim.
ResponderEliminarUn poco por nostalgia y menos por necesidad, le bajé unos cuchillos de cocina para que los afilara.
Me quedé de piedra, porque también afiló mi cartera, al cobrarme.
Ahora los afilo yo, con mi chaira.
Un abrazo.
¡Oh, cuántos recuerdos me trae el sonido del afilador!Tiempos muy lejanos, en la Prehistoria de mi vida.¡Qué buenos momentos! Todavía alguno se oye por mi casa, y aunque ya no es igual, cuando lo oígo, también se detiene todo.
ResponderEliminarUn abrazo, Ernesto
Recuerdo en mi infancia, Ernesto, el sonido inconfundible del afilador.Son tradiciones hispanas que se reproducían a miles de kilómetros con chilenos en calidad de protagonistas. Me temo que ya estén totalmente desaparecidas con el paso de las décadas.
ResponderEliminarUna entrada que es como un remanso de paz. Afiladores todavía pasan por mi barrio, pero recuerdo en mi infancia, en Sevilla, que pasaban vendiendo los helados, o en Chipiona que pasan por la playa vendiendo pasteles con su peculiar pregoneo. Me ha encantado tu relato.Gracias.
ResponderEliminarHola Ernesto, lo primero que vi, la fotografía me recordó a Don Ramón, de El Chavo, y te cuento que por estos pagos aun sigue el afilador, ahora toca el portero eléctrico, diciendo, ¿"algo para afilar?" y casi todos le respondemos noooo gracias! Un abrazo!
ResponderEliminarNo conozco esa historia del Pastor y la estrella....
ResponderEliminarPor mi casa aún pasa el afilador y sigue tocando su peculiar silbato.
Un abrazo Ernesto
Siempre que me suceden cosas parecidas a la de tu relato, siento que son esos pequeños instantes sagrados,donde todo es perfecto,donde pareciera que el tiempo se detiene. No puede ser de otra manera.
ResponderEliminarPrecioso Ernesto!
Qué alegría leerte.
Cuando se oye, ese sonido, cada vez menos frecuente, quienes vimos al personaje físicamente, y rodeamos la bici con la piedra y las chispas al afilar...ese sonido nos transporta al ayer, con menos coches, menos ruido y más vida llena de sueños.
ResponderEliminarComo el de los segadores, el recuerdo del afilador, por el sonido, llevan algo mágico.
Gracias Ernesto, por esos rescates de la memoria, donde guardamos algo de la felicidad pasada, y de los pueblos.
Un gran abrazo.
A veces es agradable observa como el tiempo de detiene, entonces uno entra en otra dimensión.
ResponderEliminarBesos.
Cuántos recuerdos!!.
ResponderEliminarEse sonido me produce nostalgia.
Un abrazo.
ResponderEliminarhay ciertos oficios que se han perdido en el tiempo, y cuando alguno de ellos aparece por el barrio nos remonta a nuestra niñez. El afilador es uno de ellos, también por aquí se presenta con un silbato especial.
Lindo recuerdo Ernesto.
mariarosa
Creo que ese Y el tiempo se detuvo lo dice todo y es que hay sonidos que nos hacen recordar otros tiempos y aún hay lugares en los que su sonido se oye pero cada vez menos, como un eco del pasado.
ResponderEliminarBonita tu manera de describirlo y ese silbato va perfectamente con la lectura que nos presentabas y ese amor natural y sin adornos.
Besos
Los sonidos nos pueden transportar a otro tiempo y dejarnos allí estáticos,atrapados en el recuerdo.
ResponderEliminarPor mi casa pasa también el afilador y nos sacudimos la falda cuando suena su silbato para tener buena suerte, (riome) eso nos decían que hiciéramos cuando eramos niñas.
Un gusto poder saludarte y disfrutar tus textos.
en mi barrio siempre escuchaba al afilador por las calles, muchas veces nos afilaba algún cuchillo.
ResponderEliminarEsa melodía de la armónica es única y pertenece a los recuerdos de mi infancia.
Cuando me vine a Palma, me sorprendí al escuchar al afilador con la misma melodía de la armónica.
Me dio mucha alegría. Yo pensaba que era algo típico de Buenos Aires.
Pero por lo visto cruzó el charco.
Saludos 🌞
Gracias Ernesto, me has llevado a mi infancia. Recuerdo dos detalles con fuerza, el sonido del alfilador y la canción de "¡Al rico heladooooo! en los medio días de mi Cañada Rosal.
ResponderEliminarQué tiempos aquellos.
Besos :D
Tiroriiiiii¡¡¡
ResponderEliminar¡El afiladoooooorrrr!
Yo también recuerdo al viejo afilador que paseaba con su bicicleta y avisaba a los vecinos con el inconfundible soniquete.
Los tiempos cambiaron y el afilador aparcó la bici en un apartado corral a las afueras de un pueblo perdido.
Aún pasan de tarde en tarde, por las calles del barrio de mi colegio. Los niños saltan, como hacíamos nosotros, canturreando: afilaoooooooor. Un abrazo Ernesto
ResponderEliminarBreve y elocuente síntesis de un libro que leeré.
ResponderEliminarLo del caramillo me suena😂
Y ese afilador que tantos recuerdos entrañables me trae y que tu enmarcas en unas palabras tan bellas como su melodía, espero poder oírlo...cuando para mí se detenga el tiempo.
Un fuerte abrazo Ernesto.
Leyendo hoy "El Misterio de Compostela" de Louis Charpentier e investigando sobre León, Nicolás Flamel y la Alquimia he encontrado el blog de Fonsado y desde su blog he llegado hasta aquí, donde he podido escuchar el sonido de ayer y donde el tiempo se detuvo...
ResponderEliminarA mí el sonido del afilador me produce nostalgia, pero recuerdo que cuando era pequeña ese sonido me daba miedo. Y lo acabo de recordar. Es curioso.
ResponderEliminarEs hermoso cuando el tiempo se detiene, por un sonido, una melodía, un aroma, y nos lleva de paseo a momentos del ayer.
ResponderEliminarFuerte abrazo Ernesto