Salvando situaciones especiales, que no creo que sea el caso de ninguno de nosotros, quienes nos relacionamos por este medio, cabría decir que la vida en sí es bastante más sencilla de lo que, en ocasiones, en demasiadas ocasiones, se la suele complicar.
─ ¡Hombre! Sencilla sencilla con la que está cayendo en el mundo…
─ En realidad de ese “cayendo” a usted no le implica nada. En su contexto, día, momento, ahora mismo, nada desagradable está sucediendo…
─ Bueno, si yo le contara…
─ ¿Qué podría contarme que le amargue la existencia? ¿Esto y aquello, y tal vez lo de más allá? ¡Y sobre todo de quién! Pues casi siempre hay un “quién” tras los desvelos de la gente.
─ ¡Pues sí! Tengo algún que otro “quién” incordiando…
─ Le entiendo. En la mayoría de los casos, esos “quién”, representan en la vida de uno la oportunidad de cambio…
¡De cambio profundo en usted!
¡Su vida puede ser otra historia! Al fin y al cabo esas situaciones que platea como incómodas, suelen ser más bien el reflejo de sí mismo.
¡Si usted no fuese así, el otro tampoco lo sería!
La Sabiduría de todos los tiempos afirma que: ¡Si cambias tú, cambia el contexto que te rodea!
Si no limpiases tu cocina en tres meses, ¿cómo crees que estaría? ¿Cuánto tiempo llevas sin limpiar tu mente de conceptos errados. Creencias sin más sentido que el de dar rienda suelta a sentimientos tóxicos?
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Personalmente llevo unas tres semanas trabajando con este decreto. ¡Esta orden! Varias veces al día. ¡Y no es necesario que piense o me dirija a nadie en concreto!
¡Perdono todo lo que deba ser perdonado. Y también me perdono a mí mismo. Doy mi amor y mi perdón a todo el que lo necesite!