La
palabra es eso que, pronunciada, tiende a significar algo que quien
la emplea pretende. Pero no necesariamente esa palabra significará
lo mismo para todos. Que muchos la empleen en un cierto sentido no
significaría que señale lo real de la cosa en sí.
Se
me ocurren dos como ejemplo. La primera sería “crótalo”. La
mayoría de nosotros pensaremos que se trata de una serpiente
venenosa. Y así es, pero también tiene otro significado
diametralmente distinto: “castañuelas”. Instrumento musical.
Supe
de esta última acepción tras una experiencia, cuando menos,
sorprendente.
Viajábamos
en coche cinco amigos que habíamos decidido ir a visitar a otro que
pasaba, junto a su hermana, unos días de vacaciones en un monasterio
con hospedería. Viaje largo y entretenido. En un momento dado uno,
que ya la conocía, sacó el tema de la palabra “crótalo” y sus
dos versiones. La discusión se generalizó. A mitad de camino
descubrimos a la salida de un pequeño pueblo un envejecido bar
vivienda al borde de la carretera. Paramos a almorzar. Si por fuera
el bar denotaba los años pasados, por dentro no se quedaba atrás.
Un hombre mayor nos atendió.
Tras
los cafés decidí llamar por teléfono, no había móviles entonces.
Me hicieron pasar a un cuarto trasero del bar. Viejo, con polvo y en
desuso. Descolgué el teléfono de la pared, marqué el número y
mientras esperaba que lo cogiesen al otro lado me fijé que sobre una
silla antigua de cierto empaque que se encontraba debajo del
teléfono, había un voluminoso libro. Leí en la portada la palabra
“Diccionario”… y debajo las letras A, B, C, D, E. Es decir, ese
viejo y grueso libro, de unos ocho cm de grosor, sólo contenía las
definiciones de cinco letras. Con la mirada busqué a mi alrededor
algún otro que completase el abecedario, estantería, mesa, mueble,
nada vi. Un solo libro, un solo diccionario… y correspondiente a la
letra C, de crótalo.
Cuando
acabé de hablar cogí el libro y sentándome en la mesa pudimos
confirmar que dicha palabra también se utiliza como castañuelas.
Eso ya era lo de menos. Un año después volví a recorrer el mismo
trayecto y el bar no estaba. Ni rastro.
La
otra palabra, que se emplea no ya en un sentido o dos sino en el de
miles, es la palabra “Dios”.
Muchos
son lo que la tienen en la boca y pensamiento, la palabra, sólo
la palabra, en uno u otro sentido, ya digo, miles de miles. Unos
alaban otros despotrican. Unos afirman otros niegan. A unos
les produce indiferencia y otros cruzan océanos por llevarla a otras
tierras… Como si en esos pueblos no hubiese ya su propia denominación
para señalar a “ESO”. Y muy probablemente con mayor sentido de
realidad.