Le
gustaba observarlas... Desnudas… tan limpias, tan naturales, tan
desprovistas de todo…, bueno, de todo todo no! Ya se les empezaba a
notar, no a todas por igual, claro, las incipientes puntitas de lo
que con el tiempo serían bellas y exuberantes obras de la naturaleza…
¡Las admiraba! Le producían paz, sosiego, serenidad… Si en alguna
ocasión llegaba a tocarlas, acariciarlas, la suavidad de su piel le
recordaba otras pieles tocadas antaño… ¡Tiempo ah! Casi perdido
en la memoria…
Alguna vez noto incluso como una lágrima le resbalaba por la mejilla…
Sí, la recuerda, recuerda aquella tarde roja del mes de Noviembre del año aquel... en la que el sol iluminaba la espadaña de la iglesia mientras él, sentado en el banco de piedra del parque, las observaba... ¡Y es que en el fondo era un romántico empedernido!
Sí, la recuerda, recuerda aquella tarde roja del mes de Noviembre del año aquel... en la que el sol iluminaba la espadaña de la iglesia mientras él, sentado en el banco de piedra del parque, las observaba... ¡Y es que en el fondo era un romántico empedernido!
─¿Se
refiere usted a…?
─¡Claro,
a las ramas de los árboles en otoño!… ¿A qué otra cosa podría
referirme?...