Un
frío polar recorría el valle. Los coches tenían la escarcha helada
de la noche sobre cristales y carrocería. Con la bolsa de basura en
la mano me dirigía a los contenedores cuando me fijé en el pequeño
petirrojo que, en el suelo ante mí, me miraba con tranquilidad. Un
corto vuelo y se posó en la rama desnuda del sauce. ¡Y empezó a
cantar de manera continuada y, si así puede decirse, con cierta alegría y determinación!
Los
tres bloques de viviendas, unos frente a otros, formaban una especie
de plazuela bordeando el jardín. Y todo ello un espacio semicerrado
en el que el canto del pájaro se amplificaba.
La
mañana, desierta y silenciosa a esas horas, la helada, que
blanqueaba tejados y setos, el día, que se adivinaba soleado, la
tranquilidad, el sosiego que emanaba de todo ello me hizo pensar en
qué lección nos estaba dando el pequeño pájaro.
¿No
estaba acaso cantándole a la vida con total despreocupación de todo
lo que no fuese el momento preciso aquel?
Y
por un instante vi, en contraposición a esa realidad, la “charca de
ranas cantoras” en que en demasiadas ocasiones se convierte la
humanidad.
Y
comprendí que todo, en el fondo, está bien. Que hay sueños y
pesadillas… ¡y realidades!, pero que no
todos soñamos/vivimos igual.
Y
que no es cuestión de buena o menos buena suerte, cuna, cultura o
contexto.
─¿Y
entonces?
─Debe
ser cosa del Misterio...
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La
frase/enseñanza bíblica de: “¡Caerán
mil a tu lado y diez mil a tu diestra pero a ti
no han de tocarte!”,
señala la certeza/realidad de que suceda lo que suceda a tu
alrededor, y por “alrededor” entiende la empresa donde trabajas, tu ciudad,
familia, contexto,
país…,
el mundo entero, a ti no han
de tocarte…
las
múltiples condiciones
o circunstancias
que sucedan, o
veas suceder,
a tu alrededor.
Parece,
así es entendida y aceptada generalmente, incluso
por los entendidos
religiosos, una frase hecha. Con mejor voluntad que eficacia
práctica. ¡Pero no es cierto! (Y que conste que la cita nada tiene que ver con religión alguna).
Cierto
es, sí, que algo ha de haber cambiado en ti
para que ello sea una realidad en tu vida.
¿Tal
vez salirte de la charca?… A pesar de lo a gusto
que te encuentras en ella.
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Hola Ernesto, interesante reflexión y sí, deberíamos fijarnos mucho más en esos petirojos, en esas pequeñas cosas y detalles que están a nuestro alrededor y aprender a disfrutar tranquilamente de la vida.
ResponderEliminarDesde luego para mi, ni todos soñamos ni vivimos igual ni tan siquiera vemos la misma realidad aunque la estemos viviendo, cada uno la interpretamos a partir de nuestra experiencia, de nuestras vivencias y de nuestra manera de ver la vida.
Un abrazo
Salir de la charca, de nuestras zonas de confort.
ResponderEliminarLos ejemplos que nos pone la naturaleza, de tanta sencillez deberían convertirse en aprendizaje. Por qué no podemos? por qué nos resulta tan complicado? No lo vemos? Estamos tan anestesiados que preferimos quedar en la comodidad a pesar de las "molestias"?
También dicen que cada uno encuentra las experiencias que necesita para su propia evolución y que esas experiencias las atraemos.
Nos apegamos emocionalmente a las cosas,a las relaciones,a los estados,a las personas...
Ojalá levantáramos nuestra voz como el petirrojo,ajenos a la charca de las ranas.
Un abrazo!
Un momento encantador producido por el silencio y en soledad, proclive para disfrutar de la vista y el oído si los pensamientos se quedan al margen, por lo cual cada uno lo percibe de diferentes maneras, según su sentir...
ResponderEliminarUn abrazo Ernesto.
Lo cierto es que no todo el mundo apreciaría el canto de ese pequeño petirrojo en las misma circunstancias. Detenerse y ver la belleza de un momento dado, como la que describes, es algo que no todo el mundo tiene o mejor dicho que muchas personas no no son capaces de percibir y darle su valor, su momento. Es más cotidiano croar en ese patio de ranas.
ResponderEliminarSi todos capaces de ver esa belleza del petirrojo nos iría mejor.
Un abrazo, Ernesto.
ResponderEliminarHola Ernesto, me encanta la Madre Naturaleza, paseo descalza por el campo, observo el entorno, ya casi se perdió esa aleccionadora y encomiable costumbre. Cuando eran mis hijos pequeños, frecuentemente nos íbamos de "mirones" y regresábamos cansaditos pero muy contentos, con las "pilas" cargadas. También era así cuando estábamos en la playa, salíamos bien temprano, una gozada. Ahora vamos mi marido y yo, algunas veces con nietos...el paso de los años lo noto, ya no puedo encaramarme por determinados sitios, jaaaaa, mis huesos crujen...
Me encanta la foto de la entrada. No hay nada que nos diga tanto como el comtemplar el entorno y escuharlo.
¡Carámba, pedazo de música has puesto, un aliciente más para visitarte!
Un abrazete envuelto en trinos de pajarillos.
El caos en el que nos movemos requiere de ranas y de petirrojos. Incluso, con el tiempo, hay quién sufre complejas metamorfosis y cambia de papel en este maravilloso juego de la vida. Saludos.
ResponderEliminarTodos tenemos la posibilidad de crear nuestro pequeño mundo interior, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminarMe iba imaginando cada instante con tus palabras, pero prefiero a la vez olvidarme del frio y de los charcos helados.
ResponderEliminarUn feliz domingo.
Me gusta pensar que es muy importante la actitud y el saber mirar.Hay personas que miran al ras del suelo y son incapaces de ver más allá.
ResponderEliminarMe encantan los petirrojos. Tengo buena sintonia con ellos y he disfrutado de momentos como el que relatas. También he podido hacer bonitas fotos.
Un abrazo, Ernesto.
Son las ranas cantoras de la charca menos auténticas que el petirrojo? Porqué?, jajajajaja, estoy bromeando, pero no tanto, cada uno de nosotros encuentra, encontró o encontrará ese momento en que se dé cuenta de que solo el ahora es, vivir el momento, ser plenamente quien eres, encontrar esa verdad es el camino, cuando pensamos en ello creo que ya lo hemos comenzado y desde luego, leyendote a ti es imposible no planteárselo. Un abrazo Ernesto.
ResponderEliminarjajjajajaaja... No María, no son menos auténticas! De hecho son parte del camino...
ResponderEliminarEl problema es nuestro cuando nos pasamos parte de la vida imitándolas!
Fuerte abrazo, amiga.
Y es que el petirrojo tan solo se preocupa de ser quien es, por eso canta feliz, no tiene que llevar el ritmo de los de afuera.
ResponderEliminarSolo quien es buen observador, se percata del resto de realidades y toma conciencia de su propia condición.
Un abrazo Ernesto.
ResponderEliminarMuy buena tu reflexión, pero, siempre hay un pero, no todos tienen las armas para salir del charco y al decir armas, esta entendido que no hablo de las violentas.
Un abrazo.
mariarosa
Hola Mariarosa.
ResponderEliminarTu “pero”, certero en su mayor parte, tiene otra salida, otra solución. Las “herramientas” que permiten la salida de la charca ya están implícitas en todo ser humano… Forman parte de ese camino/caminar en el que todos estamos. ¡La meta perfecta ya está en el corredor de fondo cuando inicia su andadura.
En el nacimiento está implícita la muerte. En la salida la meta. En el intermedio, ¡la vida y sus vicisitudes!, lecciones, avances, aparentes retrocesos… Charcas, desiertos, El Dorados...
De hecho el camino es como un círculo. Cuando llegas a la meta descubres que vuelves al punto de partida… ¡Pero descubres también que la “travesía” fue necesaria!
Abrazo.
Existen pequeños momentos perfectos y hay que saber cogerlos al vuelo...Tú lo haces, Ernesto:)
ResponderEliminarEn esos momentos, casi siempre hay un pequeño y delicado petirrojo cantando en una mañana de invierno helada:)
Un gran abrazo
Buenas noches Ernesto...creía que no podía venir pero aquí estoy .
ResponderEliminarA veces llega a casa quien menos esperabas como ese petirrojo
Te deseo unas felices fiestas y si me es posible que no me llevan al pueblo volveré antes de fiestas navideñas
un abrazo
Una reflexión interesante sobre la vida, como bien describes, con sueños y pesadillas, aunque las realidades a veces nos abruman.
ResponderEliminarEs importante saber apreciar esas pequeñas cosas que nos ofrece la vida.
Un abrazo.
Salir de la charca, admirar a la naturaleza, entender que a pesar del barullo alrededor todo está bien en el interior que siempre lo estuvo... uff, muy buena para despertar la reflexión tu entrada gracias
ResponderEliminarAmigo Ernesto, tu reflexión me ha recordado a un libro de Jorge Bucay, El Alquimista.ES una historia sobre alguien que sale del charco buscando... algo. Y al final lo encuentra, ya lo creo... pero ¿dónde lo encuentra? ¿En la rama del petirrojo, en la propia charca de las ranas? No quiero yo desvelarte ese misterio. Solo puedo decirte, que todo lo que anduvo y desanduvo, fue necesario para encontrar ese... "algo".
ResponderEliminar¿Lo has leído?
Besos :D
Esta entrada me viene como anillo al dedo. Hoy, sentada en mi escritorio trabajando, me distrajo el canto intenso de un pajarillo, levanté la vista hacia la ventana y los descubrí, eran dos pajarillos amarillo intenso que estaban cantando a voz en cuello y pensé "que hermoso canto a la vida y que afortunada yo de que canten por mi ventana".
ResponderEliminarUn abrazo!
Precisamente llevo toda la mañana pensando en lo poco que miramos nuestra realidad, nuestras pequeñas cosas, y nos dejamos llevar por lo que nos cuentan, por todos los artilugios que nos comunican con el mundo entero y sin embargo nos alejan de la conversación con las personas que conviven a nuestro lado. Quizás en algún momento del día sería bueno desconectar y mirar alrededor; la lluvia, el canto de un pájaro, las hojas que pisamos, o una puesta de sol enriquece más nuestro ser interno que las miles de palabras que resbalan...
ResponderEliminarMe he sentido identificada con el escrito. Saludos.
Las ranas cantoras dan mucho juego, bullicio y distracción.
ResponderEliminarEl camino único, íntimo, personal de cada uno, es en ocasiones más árido, pero es precioso el canto que elige escuchar.
Un fuerte abrazo Ernesto
ResponderEliminarInteresante, poético y aleccionador, como tantas veces.
Nuestros pajarillos, siempre tan cercanos...