Sentado
a la mesa de la cocina donde está alojado, pequeña posada del
pueblo asturiano de montaña donde piensa pasar unos días, y
mientras la dueña va cortando las rebanadas del pan que pondrá
sobre la chapa de la cocina, tostadas, sobre las que extender la
mermelada de ciruelas hecha en casa, pan grande y redondo, pan de
pueblo, que ya el panadero ha traído temprano, el olor del humeante
café que impregna la estancia, el crepitar de los encendidos troncos
en la chimenea… Todo ello le hace evadirse tras el recuerdo hacia
la aldea gallega de sus abuelos… 62 años atrás. También allí,
en los fríos días del invierno, desayunaba al calor de otra
chimenea. También allí otras manos cuidaban de él...
El
canto del petirrojo posado en el cerezo frente a la ventana le hace
volver al presente, y observa por ésta un gran y extendido rebaño
de ovejas pastando en el prado. Y un pensamiento surge en su mente:
¿Qué, realmente, hacemos los humanos en este planeta? Qué con
nuestras vidas? Los inteligentes humanos.
Los que fuimos creados
por Dios para gobernar la tierra y servirnos de toda la creación.
Y
llega a la conclusión de que a diferencia de ellas, las ovejas, que
desde que nacen hasta que mueren, desde que amanece hasta que
anochece solo cumplen con su función. ¡Su función! Para la que
fueron creadas… No realizan una sola cosa de más o de menos.
¡Simplemente su función!
Los humanos, a parte de no tener claro
cuál es la suya, realizan infinitas acciones de toda índole.
Buenas, menos buenas. Necesarias, innecesarias. Sencillas,
sagradas... (por éstas habrá quien dé la vida en
ocasiones). Divertidas, aburridas. Útiles, inútiles, etc.
Nos
levantamos por la mañana sin saber muy bien qué hacer. Y nos
acostamos por la noche sin tener muy claro qué hemos hecho… de
provecho.
El
ruido, las luces, las bambalinas, los valores efímeros y la imagen,
nuestra, ante el escaparate del mundo que dura apenas días o
momentos, cuando no segundos, parece ser la zanahoria que guía
muchas vidas.
No
tenemos tiempo, ni ganas, ni somos conscientes de ello, de pararnos
por un momento a pensar a dónde vamos, qué vivimos, ¿merece la
pena todo esto?, etc.
No
tenemos tiempo ni sabemos qué y cómo hacer algo diferente a lo que
hacemos… ¿Tiene realmente valor lo que hacemos? Algo muy dentro de
cada uno dice que no! Por eso lo acallamos.
─Negro
porvenir pinta, amigo.
─No
crea... Si usted viaja en tren y decide "retroceder" de los
vagones de "primera" a los de cola, puede parecer que
involuciona, pero en realidad a la estación, la
meta,
¡la última meta!,
llegarán todos los vagones a la vez.
─¿Quiere
dar a entender lo que creo que quiere dar a entender?… Qué todos
entraremos por la puerta de San Pedro… ¿Todos?
─Puede
decirlo así… Pero la realidad es que no hay tal puerta, no hay San
Pedro, ni hay nada al otro lado. Solo está ESO. ¡El océano único!
─¿Y
yo?...
─¡Una
ola más!
¿Son
diferentes realidades el océano y las olas?