jueves, 31 de diciembre de 2020

¿Has intentado pedírsela?

 


Hoy, último día del año, víspera del primero, en realidad si te fijas bien, no son más que uno y el siguiente…, se suele “tirar la casa por la ventana” en esto de las celebraciones, felicitaciones y deseos de un tiempo mejor. Que no voy a negar necesario.

Pero hay en ello, creo, algo… ¡cómo decir!… ¿irreal?

¿Irreal?... ¡Pero qué dice hombre de Dios! Cómo va a ser irreal está explosión de alegría, vivacidad, buenos deseos…, olvido del ayer y, ¿ansias de un mañana mejor?

Bueno, la frase le ha quedado bordada… Pero ¿dígame, qué realidad puede haber en la simple exposición, exclamación, de buenos deseos dos o tres veces al año? ¿No diluyen los talantes de cada uno, la forma de entender la vida, las realidades vividas por la mayoría, el resto de los días… hasta la siguiente “celebración”?

¡Quite quite!… ¿A qué viene aguar la fiesta de estos días especiales? ¿No ve la necesidad que tenemos todos de olvidar, siquiera por unos días, este “annus horribilis”?

No niego la realidad vivida por tantos y en tantas facetas de la vida de la gente, solo pienso que encender luces de neón, hoy, mañana se apagarán, bambalinas y cartón piedra, no resuelve nada sustancial… Y cabría compararlo, tal vez, con los cuentos que de niños nos contaban.

¿Tampoco valora los cuentos?…

¡Claro que los valoro! Trato de hacerlo en su justo término. Se los he contado a mis nietas muchas veces… en sus edades correspondientes. Lo que no tendría sentido es que hoy, a sus 9 y 16 años, siguiese haciéndolo.

En eso estoy de acuerdo con usted… Cada edad sus circunstancias. Pero no me negará la ilusión que les hacía aquellos cuentos.

No, no se la niego. Y hasta la considero relevante en aquellas edades… Pero que a día de hoy los adultos intenten revivir aquellos momentos felices, aquellas ilusiones, ficticias, en vez de ser conscientes, de una vez, de sus propias realidades, cuales quiera que sean, creo que no ayuda en nada a nadie.

Esconder la cabeza debajo del ala o subirse a la noria de la vida que gira y gira sin ir a ninguna parte, solo sirve para perpetuar la situación… de confusión. De falta de realidad.

Y si no vislumbramos la Realidad, aunque sea en nuestra imaginación, si ni tan siquiera pensamos que pueda existir, más allá del valle de lágrimas que muchos juzgan como normal, ¿cómo vamos a ir en pos de ella? ¿Cómo lograr obtenerla?

Bueno, ¿ha intentado pedírsela a los Reyes Magos?

Disfrutad de la noche y de la cena. Y si recordáis algún villancico, cantemos!

jueves, 17 de diciembre de 2020

Una magnífica noche.

 


Ya que me desvelé a esos de las dos y aquí sigo.

Entretenido haciendo unos anuncios de pisos que vendo y alquilo. Y sin sueño. Y puede también que sin creatividad para publicar nada de interés. Parte por la noche, parte por las próximas fiestas, peculiares, y parte porque vaya usted a saber qué, el caso es que no tengo mucho qué decir. Y para felicitar la Navidad, es algo pronto.

Tengo la impresión de que cada año la lista de felicitaciones en estas fechas se va mermando… ¿La causa?… Posiblemente variada. Y más probablemente, una parte achacable a mí mismo. No es que le cierre la puerta a nadie… Pero puede que no haga lo suficiente para que los demás la cierren!

Y así va girando el mundo. Y los recuerdos de una niñez lejana, en la que puede que los adultos de entonces lidiaran con las mismas o parecidas “gaitas” entre personas que ahora, vuelven al presente… Tal vez la orfandad de aquellas alegrías de reencuentros, peladillas y zambombas, los haga necesarios.

Un pensamiento llega… Los mismos gorriones que revolotean por las mismas calles de los pueblos, ciudades hoy, son los mismos de antaño. El río Ebro a su paso por Miranda de Ebro, es el mismo. La catedral de León no ha variado gran cosa. En Noia, Galicia, su inmensa alameda, en esencia, es la misma. Le faltan algunos detalles que acompañaron mi estancia en casa de mis abuelos a los ocho años, y le sobra modernidad… algo hueca.

Claro que esto de la oquedad, en valores y sustancia social, parece estar a la orden del día en las sociedades modernas. Transito por ellas con soltura. ¡Cómo no! En ellas vivo y me desenvuelvo. Y sobre todo en ellas están nuestros hijos y nietos… ¡El futuro!, dicen.

Pero soy, quiero ser, como ese Ebro de cauce permanente que, si bien siempre fluye, sus aguas nunca son las mismas. Y lo más importante, no se apega a nada por donde pasa. Transcurre inalterable. ¡Vive escrupulosamente su razón de ser!

¡¡Quién crea vivir así, que levante la mano!!