Vivir, experimentar cada época, cada tramo de la vida en sus justos términos, sin añoranzas del ayer ni ansiedades del mañana, sería, ¡es!, la esencia natural de la misma.
Quien haya alcanzado ese punto de serena realidad, enfrenta un otoño cálido. Atardeceres sentado a la puerta de casa y, en días fríos, junto a la chimenea encendida.
Cierto que cuando salgo a pasear, hacer alguna gestión, sigo activo en temas inmobiliarios, tomar un par de “blancos”, fríos, saludar a unos y a otros, hacer unas risas, y, en ocasiones, me enfrasco en las cosas que ocurren a mi alrededor.
Por alrededor hay que entender algunos temas de actualidad…
De las actualidades del ayer, lo que fui, viví, hice, soy, ya hay cosas que no están a mi alcance… Otras han perdido el interés. ¿Cómo no?
El interés de las primaveras pasadas ya no tiene aquel sentido hoy. Hoy prima el otoño. Esa época dorada en la cual, habiéndose ralentizado la mayor parte de las vivencias, los compromisos, las responsabilidades, búsquedas…, el buen vivir, y algún que otro “akelarre”, queda la reflexión… Quedas tú!
En ese tránsito de lo que fuiste, y eres. Y si tienes la suerte de que no te afecte por lo que serás mañana, vivirás sin preocupación la caída natural de las hojas...