Dos
textos leídos hoy han motivado cierta reflexión que paso a dejar en
este espacio de encuentro.
Uno
es una especie de sentencia ante ciertos hechos que se dan
actualmente en nuestro país y Brasil principalmente.
La
autora se hace eco de un extenso artículo que sobre el tema de los
incendios publica un amigo mío. Artículo sopesado en sus causas
y efectos. Y señala con extrañeza, la autora, “...qué cómo
es posible que solo sea un número relativamente pequeño de personas
las que estén dando la voz de alarma a lo que está ocurriendo.”
Y
añade: “Es
inaudito. Entras en Twitter y ves que si operan a tal, que si
fulanito ha dicho no sé qué... y mientras nos estamos cargando
donde vivimos: ¡la Tierra!, pero esto no aparece. Como si todo
tuviese más importancia que la vida misma. Hemos perdido el norte.”
A
esto, entrar en Twitter, me recuerda una enseñanza de sabiduría que
dice: “Donde pones tu atención, en eso te conviertes”.
O
dicho de otra manera: Si entras en Twitter, no debería extrañarte
que adoptes la “realidad” que Twitter propaga.
El
otro texto, el de mi amigo, según lo iba leyendo, y comprendiendo su
preocupación por los hechos que relata, me
venía al recuerdo el libro de Marlo Morgan. “Las voces del
desierto”.
La
experiencia:
“Después
de los cuatro meses que pasó caminando con una tribu de aborígenes
a través del inmenso y desolado desierto australiano, ha abandonado
la medicina, ha contado por escrito la experiencia que alteró
completamente su vida en el libro y ahora se dedica a transmitir en
conferencias las enseñanzas de los auténticos. Los
auténticos es
el nombre que se dan a sí mismos los miembros de la tribu más
ancestral del Outback (zonas desérticas del interior de Australia y
Nueva Zelanda), y Marlo Morgan recoge en su primer libro el paseo de
iniciación al que la sometieron en 1991 a fin de prepararla para su
misión: llevar al mundo su mensaje de nueva espiritualidad y dar fe
de la extinción de su raza, ya que han decidido voluntariamente
dejar de reproducirse. La última vez que Morgan los visitó quedaban
solamente seis con vida.
A
Marlo Morgan, que no tiene aspecto de profeta, la palabra misión no
le gusta. "Simplemente son amigos míos, y como ellos no van a
las ciudades, me dijeron que si yo quería contarlo y encontraba a
alguien dispuesto a escuchar, lo hiciera".
Comer
hormigas
Cuatro
meses caminando sin calzado; durmiendo al raso; comiendo hormigas,
serpientes, ranas y toda clase de vegetales, y enterrándose en la
arena para liberarse del mal olor corporal, ayudaron a esta mujer de
50 años a prepararse para los fenómenos más difíciles de aceptar.
Los auténticos se comunican por telepatía, curan las fracturas
hablando a los huesos y preguntan a los tubérculos si están listos
para ser comidos. "Sé que esto resulta difícil de entender
para la mentalidad occidental. Lo mismo que pasaría si los
auténticos dirigiesen el mundo. Ellos son maestros en el arte de la
negociación; por ejemplo, si dos presidentes estuviesen discutiendo
y no lograsen ponerse de acuerdo, simplemente cambiarían sus
asientos y con ellos sus papeles, sus puntos de vista", asegura.
Que
la tribu se extinga no significa que el mundo resulte ya inhabitable.
"Los auténticos han terminado su existencia terrena, pero son
optimistas. Creen que los humanos empezamos a darnos cuenta del mal
que le hemos hecho al planeta, a los peces, a la lluvia, y que nos
estamos haciendo más responsables", cuenta.
¿No
le da tristeza, o miedo, que desaparezca una raza entera? "Cuando
murieron mis padres yo no sabía lo que significaba la idea de
siempre,
y por eso
me apené. Ahora pienso como la tribu: no creo que nadie muera,
estamos aquí para siempre".
(El País. 11-04-1995)