¿Pensabas que las puertas del cielo eran otra cosa?... Ahí puede estar parte del fallo, de que teniéndolas delante, ¡no acabes de verlas! |
Puede
decirse que la humanidad tiene infinidad de protocolos que
rigen la vida de las personas. Desde el del rellano de escalera que
rige la comunidad de vecinos hasta el/los que rigen los designios de
Europa, el mundo/cultura occidental, el civilizado, el sin civilizar
y, a este paso el interestelar llegado el caso...
Por
protocolos hay que entender normas, leyes, costumbres sociales,
culturales, prejuicios, creencias, “lógicas”, muy peligrosas
éstas, etc.
Y
es que mucha gente, la mayoría, no se siente cómoda fuera de la
brida que otros les ponen y manejan/dirigen...
La
frase: “es lógico que pase, que suceda, que surja, que “yo”
sufra, que me caiga, que me toque (la desgracia), que me den (el
palo), etc., esto...”, es muy corriente. Y muchas veces nefasta.
Hay
tantas cosas “lógicas” que «permitimos que sucedan», que
«hacemos suceder», que si se fuese consciente de ello el asombro
sería generalizado…
Y,
sin duda, corregido.
Resuelta
la ignorancia, el no saber, inherente hoy, todavía, a la mayor parte de la gente,
repuesto el conocimiento, la sabiduría que, parece ser que tuvimos
pero que por el «pecado original aquel» perdimos, cada uno de
nosotros enderezará su camino…, o más bien volverá al único Camino, lo
Único que hay, a sí Mismo, y, reencontrado, la búsqueda cesará!
Se
abrirán las puertas del cielo y descubriremos que nunca nos movimos
de allí. Que todo fue un sueño, necesario, en la mente del TODO
para… (será necesario entrar por ellas para comprenderlo…)
─¡Cuan
largo me lo fiais, pardiez!
Quiero entender por donde van sus
palabras… Reconozco que un cierto eco de “esto lo he vivido
antes” resuena en mí… Pero a su vez mi parte racional, mi
“lógica” como usted dice, se rebela contra ello, no lo entiende,
no lo encaja, le desconcierta…, desestabiliza. ¡No se siente
cómoda! Y, lo noto, vuelve a aquello de “más vale malo
conocido que bueno por conocer”.
─Sí,
comprendo lo que dice. ¿Y no le parece prueba suficiente de la noria
interminable que la humanidad se ha montado para estar ocupada
(“¡estamos haciendo cosas, estamos avanzando!”), cual mula dando
vueltas a la misma sin moverse del sitio?
─¡Hombre
visto así…! Sí que parece que algo absurdo nos motiva, nos
empuja, nos obliga… y, como usted dice, hacia ninguna parte.
Y
dígame… ¿cómo entiende usted esto, cómo resolverlo, cómo
encauzarse? ¿Cómo finalizar esta travesía del desierto y alcanzar
la tierra prometida, la tierra de Canaán?
─Pues
verá, puede que no sea fácil, pero por otro lado es sencillo…,
que no es lo mismo. Usted tal vez piense, crea, que la salvación,
el despertar, sea algo que bajará de arriba y tocará a todos
por igual. ¡Pues no! La cosa no sucederá en conjunto. No habrá un
autobús al que subirse todos a la vez con un destino común…
─¿Entonces?…
─La
cosa es más bien individual. De uno en uno. De usted, ¡sin tener en
cuenta al de al lado!