jueves, 30 de noviembre de 2017

...las otras puertas.

¿Pensabas que las puertas del cielo eran otra cosa?...
Ahí puede estar parte del fallo, de que teniéndolas delante, ¡no acabes de verlas!

Puede decirse que la humanidad tiene infinidad de protocolos que rigen la vida de las personas. Desde el del rellano de escalera que rige la comunidad de vecinos hasta el/los que rigen los designios de Europa, el mundo/cultura occidental, el civilizado, el sin civilizar y, a este paso el interestelar llegado el caso...

Por protocolos hay que entender normas, leyes, costumbres sociales, culturales, prejuicios, creencias, “lógicas”, muy peligrosas éstas, etc.

Y es que mucha gente, la mayoría, no se siente cómoda fuera de la brida que otros les ponen y manejan/dirigen...

La frase: “es lógico que pase, que suceda, que surja, que “yo” sufra, que me caiga, que me toque (la desgracia), que me den (el palo), etc., esto...”, es muy corriente. Y muchas veces nefasta.

Hay tantas cosas “lógicas” que «permitimos que sucedan», que «hacemos suceder», que si se fuese consciente de ello el asombro sería generalizado…

Y, sin duda, corregido.

Resuelta la ignorancia, el no saber, inherente hoy, todavía, a la mayor parte de la gente, repuesto el conocimiento, la sabiduría que, parece ser que tuvimos pero que por el «pecado original aquel» perdimos, cada uno de nosotros enderezará su camino…, o más bien volverá al único Camino, lo Único que hay, a sí Mismo, y, reencontrado, la búsqueda cesará!

Se abrirán las puertas del cielo y descubriremos que nunca nos movimos de allí. Que todo fue un sueño, necesario, en la mente del TODO para… (será necesario entrar por ellas para comprenderlo…)

¡Cuan largo me lo fiais, pardiez! 
Quiero entender por donde van sus palabras… Reconozco que un cierto eco de “esto lo he vivido antes” resuena en mí… Pero a su vez mi parte racional, mi “lógica” como usted dice, se rebela contra ello, no lo entiende, no lo encaja, le desconcierta…, desestabiliza. ¡No se siente cómoda! Y, lo noto, vuelve a aquello de “más vale malo conocido que bueno por conocer”.

Sí, comprendo lo que dice. ¿Y no le parece prueba suficiente de la noria interminable que la humanidad se ha montado para estar ocupada (“¡estamos haciendo cosas, estamos avanzando!”), cual mula dando vueltas a la misma sin moverse del sitio?

¡Hombre visto así…! Sí que parece que algo absurdo nos motiva, nos empuja, nos obliga… y, como usted dice, hacia ninguna parte. 
Y dígame… ¿cómo entiende usted esto, cómo resolverlo, cómo encauzarse? ¿Cómo finalizar esta travesía del desierto y alcanzar la tierra prometida, la tierra de Canaán? 

Pues verá, puede que no sea fácil, pero por otro lado es sencillo…, que no es lo mismo. Usted tal vez piense, crea, que la salvación, el despertar, sea algo que bajará de arriba y tocará a todos por igual. ¡Pues no! La cosa no sucederá en conjunto. No habrá un autobús al que subirse todos a la vez con un destino común…

¿Entonces?…

La cosa es más bien individual. De uno en uno. De usted, ¡sin tener en cuenta al de al lado!

sábado, 18 de noviembre de 2017

...pero hubo/hay un tiempo en el que creyó...


Que esta mañana a las 5:20, de noche, con un frío intenso estén cantando los petirrojos desde el nogal y la magnolia viene a confirmar que la Tierra sigue girando de manera natural…

Y el mundo, la humanidad, y dentro de ésta la sociedad que nos abarca, sigue girando, también, en la rueda sin fin…

¿Sin fin?… ¿Qué quiere decir sin fin…, qué esto que conocemos no se acaba nunca?
¡Si y no!
¿Puede ser más explícito?
Que esto que conocemos, como usted dice, no se ha acabado nunca… hasta ahora, ¡es un hecho! Por lo menos en la inmensa mayoría de la gente…
¿Qué entiende usted por “esto que conocemos”?
¿Usted sueña cuando duerme?
Sí, creo que la mayoría de las veces sí.
¿Y cuando sueña es consciente de que lo hace?
No, no creo… Más bien es al despertar que me doy cuenta de haber soñado.
¿Es lo soñado una realidad? ¿Le afecta lo soñado? ¿Le deja secuelas, físicas principalmente?
Pues no!… ¿Cómo va a dejarme secuelas algo que no es real, que no ha sucedido? En el aspecto emocional, mental, sí puede que me afecten… Un sueño trágico, una pesadilla, sí que en ocasiones me ha turbado. Lo mismo que sueños gratos, felices, dejan en ocasiones, pues no siempre se recuerdan, satisfacción.
En ambos casos ¿qué es lo que descubre cuando despierta?
Bueno…, es evidente que cuando despierto me encuentro en la cama… Y ese sueño vivido en el que me quemaba en la hoguera la Inquisición por «hereje» o ese otro que me hacía volar sobre los tejados de las casas, no era real. ¡No sucedió nunca!
Algo sí sucedió, algo sí fue real: el acto de soñar. ¡Usted soñó! Lo que sucede es que lo soñado no lo fue.
Creo que le voy cogiendo el punto a esto de “lo soñado”… Pero ¿dígame, qué tienen que ver los sueños con la rueda sin fin de la vida?
¡Obsérvese! Mucha de la irrealidad que se vive, y sobre todo la aflicción, el bíblico valle de lágrimas, está basado precisamente en esto: la falta de atención que se presta a sí mismo. Cuando sueña usted es el sujeto, el protagonista de una vivencia que, teniendo un poso de realidad: el soñar, no es real en si misma. La vive y la sufre como tal, pero no es real. No sucede. No ha sucedido nunca. ¡¡No sucederá, en realidad, jamás!!
¿Y entonces?…
Todo estaría en estas dos frases:
-”¿Y cuando sueña es consciente de que lo hace?
-No, no creo… Más bien es al despertar que me doy cuenta de haber soñado.”

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¡Lo que se vive como real, la vida que se conoce, pasada, presente, y la que se espera que pase, pudiese ser el sueño vivido por muchos de una realidad a la que todavía no se ha despertado!

!Y solo entonces, despierto ya, no antes, si bien puede atisbar que algo más que lo conocido, soñado, hay, sabrá!

Aunque llegado a ese punto, despertado, consciente, el saber o no saber carece de relevancia. ¡Usted ES!

Siempre fue, ES, será… pero hubo/hay un tiempo en el que creyó .«no ser»

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lunes, 6 de noviembre de 2017

¿Quién, yo?...


La pequeña aldea de montaña le acogió con agrado aquella soleada mañana en que se bajó del tren con su mochila al hombro... El silbato del jefe de estación dando la salida fue respondido por el largo pitido del maquinista, quien asomado por la ventanilla sonreía agitando la mano.

La vida no se detiene, cual tren hacia su destino…, ─pensó mientras dirigía sus pasos hacia el viejo edificio.

Poco después, sentado en un banco de piedra en el parque, saboreaba unas cerezas que, le habían asegurado, habían sido cogidas del árbol esa misma tarde. Desde luego el sabor no era el de la ciudad. Y supo que de ahí en adelante, mientras permaneciese en la comarca, todo sería natural…

Dos niños y una niña jugaban descalzos sobre la yerba imaginando viajes interestelares. Dos mujeres jóvenes, sus madres posiblemente, charlaban sentadas enfrente. La vieja fuente de verdinosa piedra cantaba monótona la canción del otoño. Un mirlo negro con su pico amarillo le observaba desde un arbusto a su derecha… Le lanzó una cereza al suelo y el pájaro bajó como una centella. Con ella en el pico se perdió entre la umbría.

La falda de una de las dos mujeres dejaba ver parte de sus piernas… No queriendo mirar, por no parecer un “mirón”, su vista volvía, fugaz, una y otra vez hacia aquella imagen que, desprovista de toda connotación sexual, era como una invitación a la comunión de sus almas… A una proximidad, a una conversación íntima, a algo ya vivido que volvía hoy al presente con el sabor de un ayer compartido… ¡Y la reconoció!

Al sentirse observada se dio cuenta de la situación, le miró sin dejar de hablar con su amiga y, dibujando una imperceptible sonrisa, cambió de posición. El mirlo volvió a aparecer… Dos de los pequeños se acercaron a las mujeres en busca de la merienda. Un grupo de gente hablando cruzó entre ellos y cuando hubo pasado, el hombre de la mochila había desaparecido… Le buscó con la mirada a derecha e izquierda... ¡Nada! Se había esfumado. Poco después se despedía de su amiga, y cogiendo a sus dos pequeños se alejó hacia la salida del parque.

Antes de regresar a casa pasaron a ver a la abuela de los niños. Ésta regentaba, junto a su marido, la fonda del pueblo. Justo hablando con ella alguien bajaba las escaleras… Al volverse vio que era el hombre del parque… No pudo evitar ruborizarse. Ahora era él quien sonreía… Saludó a las dos mujeres y salió a la calle.

¿Le conoces? ─preguntó la dueña de la fonda.
¿Quién, yo?… ─respondió la joven mirándola sorprendida y temiendo que la sonrojez volviese a su cara.

Dos días después, domingo, la gente fue llenando poco a poco las bancos de la iglesia… Elena también estaba, acompañada por sus hijos y su madre se sentaron a la izquierda, hacia el centro… Cuando apareció el sacerdote seguido por el hombre de la mochila, a Elena casi le da un vahído… ¡¡Ángela María!! ¿Pero es que este hombre estaba metido en todo?

El hombre de la mochila hizo las veces del monaguillo. Y se veía que había soltura en su hacer… Ese día Dios tuvo que practicar toda su paciencia y comprensión al constatar que el protagonista de la misa era el forastero y no el ritual… Ya a la hora de los vinos, al mediodía, se conocía que éste se había presentado al párroco pidiéndole poder ayudarle.

Estando la fonda llena de comensales, era la comidilla de muchos al observarle en compañía del cura comiendo juntos. El padre de Elena les servía la comida personalmente. La madre le miraba con curiosidad no exenta de cierta… Ni ella sabía muy bien de qué!

¿Quién era este desconocido? ¿Qué hacía ahí? ¿Era cura también?… ¿Se quedaría en el pueblo?

Solo una mujer sentía, sabía, toda la verdad…

Hoy siguen regentado la antigua fonda familiar… El tren pasó miles de veces por aquella estación pero…, él nunca se fue!