domingo, 29 de marzo de 2015

Ébano...



 Cuando la inmobiliaria le enseñó aquel piso, le encantó que tuviese ese patio interior y esa claridad. Le gustó toda la vivienda, la zona, la amplia terraza que daba a la gran alameda. La luz que entraba por las ventanas. Todo.

El patio, del tamaño de una habitación y al que se accedía por la cocina, contaba también con la ventana de una habitación. Era particular. Si bien del segundo piso daban a él dos ventanas, cocina y habitación. Cubierto por una tejavana, estaba abierto por una esquina. Descubrió poco después que una pareja de colirrojos anidaban en un saliente del techo sobre la secadora.

Vacío el piso superior cuando él llegó, pasaron varios meses hasta que oyó ruidos de gente.

A los pocos días se cruzó en la escalera con una pareja de negros. Supuso que eran sus nuevos vecinos. El hombre, alto y fornido, bien vestido, le sonrío amablemente. Ella, de menor estatura, delgada, pelo ensortijado y negra como el azabache, bajó la mirada a su paso.

Pasaron los meses. Su trabajo, desde casa, consistía en llevar la contabilidad de varias empresas. Ocupación que le permitía bastante tiempo libre.

Un día en que se encontraba limpiando sus zapatos en el patio, notó que algo se movía encima de él. Al levantar la vista vio como su vecina iba tendiendo la ropa en el colgador de su ventana. Cubierta con una amplia y corta camiseta de tirantes y color blanco, destacaba, más si cabe, el oscuro color de su piel... Y en ese momento también la turgencia de unos pechos que, al movimiento de tender, parecían pugnar por salirse...

Sorprendido y turbado apenas se oyó a sí mismo decir un tímido hola... Bajó la vista y siguió cepillando sus zapatos. Ella no respondió. Ni creyó que le hubiese mirado.

Pasaron dos semanas antes de que volviesen a coincidir en el patio. Él estaba limpiando y regando algunos tiestos cuando oyó como una ventaba se habría sobre él. En un principio ni se atrevió a levantar la vista... Se había cruzado con ellos en la escalera en algunas ocasiones y ella apenas había esbozado una sonrisa. Cuando por el movimiento y ruido se hizo evidente que alguien estaba asomado, miró hacia arriba y la vio colgando unas toallas... En esta ocasión nada impedía ver como la naturaleza había obrado en aquel cuerpo... Ahora sí fue ella quien, ante el silencio de él, y su sorpresa, le sonrió ligeramente. Unos segundos después desaparecía cerrando la ventana.

Se quedó anonadado ante la visión de aquella escena que, inusual y sorprendente, no sabía como interpretar...

Le pareció, eso quiso pensar, que no había nada insinuante en aquellos dos encuentros. Parecía más bien su forma natural de estar en casa, sola, en la intimidad. Si bien ésta no le importaba compartirla con él. Y empezó a gustarle aquel inocente juego de complicidad.

En ocasiones no era sólo al tender la ropa que coincidían, sino también al limpiar ella los cristales de las ventanas. No siempre se asomaba desnuda de medio cuerpo. Y ambas actitudes, cubierta o sin cubrir, parecían tener la misma relevancia para ella.

Nunca tuvo claro qué era el hombre para ella, marido, hermano, compañero... Al cabo de unos seis meses y al volver a casa después de un fin de semana de viaje, encontró un sobre en el suelo del patio. Al abrirlo había un papel en blanco con la palabra “Adiós” y la mancha de carmín de unos labios.  

sábado, 21 de marzo de 2015

¡Se libre!



Cómo afrontar la oposición. (cotidiana, en la familia, trabajo, sociedad, etc.)

Si los demás te critican, provocan, difaman o vilipendian, retrocede y obsérvate. No alimentes la aversión, no te enzarces en disputas ni caigas en la depresión, el enfado o el resentimiento.

Ve más allá y actúa como si no hubieses visto ni oído nada. Finalmente la peste de la maldad se desvanecerá sola.

Si decides luchar terminarás inevitablemente encadenado. (Esta última frase ha sido, hoy, determinante para comprender y aceptar la enseñanza)
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Maestro Yuanwu. 
ZEN
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domingo, 15 de marzo de 2015

Silencio.

El silencio de tu esencia ¿dónde está tierra mía?

Con la buena música de Caty, del blog cat-enblancoynegro.blog..., y después de haber cenado, solo, intento hilvanar alguna historia o recuerdo que me permita la comunicación... aunque no sea sino conmigo mismo.

Pero va a ser que no!. Por un lado la hora, algo tarde ya, y por otro cierto cansancio que me hace dudar del intento.

Me viene a la mente, mientras el ordenador me avisa que la batería está baja, aquel verso de Machado, de su poema Retrato, en el que el poeta expresa que “quien habla solo espera hablar a Dios un día...”.

No parece mal guión... Y además hoy no creo que vaya a aparecer nadie más.

No hay en estas palabras ni soledad ni tristeza. Nada más lejos. Sí la ausencia de una voz distinta.


jueves, 5 de marzo de 2015

...y surgió esta canción.


Corría el año de gracia de 1982...

Viajando de madrugada en su automóvil desde la orilla del mar Mediterráneo hacia el mar Cantábrico, empezó a tararear algunas melodías conocidas...

Le vino a la mente la imagen y sonrisa de la pequeña hija de su amiga. Cuatro años...

Dejó volar la imaginación y surgió esta canción.

Hola viejo amigo, ¿cómo estás?
Ya veo que te es difícil recordar.
En cambio yo nunca he podido olvidarte.
Viejo amigo de mi madre.

Soy aquella niña a la que de pequeña en tus rodillas sentabas.
Soy aquella niña a la que de pequeña tantos cuentos contaste.
Soy aquella niña que cuando mi padre se iba a su trabajo,
contenta sabía que estabas a su lado.

Hoy ya he crecido, ésta es mi hija y de ti le he hablado...
Viejo amigo de mi madre...

Te veo cansado, las sienes de plata, el cuerpo encorvado.
Ven... cógenos la mano, vamos a su encuentro, ella esta esperando...
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Avatares de la vida... Hoy, es su hija querida. Y las de ésta, sus encantadoras nietas. Protagonistas todos, sin saberlo antaño, de una realidad acaecida.

El Puente Colgante de Bizkaia. (País Vasco)