viernes, 21 de octubre de 2022

...eres el sol que amanece cada día.

 

El tiempo de la siega ha finalizado. La cosecha está recogida.

Querer hacer algo en la vida está bien. Marcarse un objetivo puede ser mejor.

No es lo mismo querer hacer algo que hacerlo. Marcarse un objetivo que lograrlo.

Un estudiante, joven, estudia para ser o conseguir algo en la vida.

El comercial de una empresa, se marca objetivos de venta de sus productos.

En la vida nuestra, la de la mayoría de quienes actuamos por estos espacios de blogs, instalados en la estación otoñal, los más (no se vayan a mosquear los que todavía transitan el verano de sus vidas), liberados ya, o casi, de alcanzar algo, no sería de recibo embarcarnos en objetivos fuera de nuestro alcance…

Despertar cada mañana con algo por hacer, es más que necesario, y si ello es gratificante, ¡miel sobre hojuelas!

Pero hacer de ese algo natural, acorde con nuestras realidades del momento, en todos sus aspectos, un objetivo o meta inalcanzable, es/sería, una incomodidad.

Estamos aquí! Pero nuestra vida, nuestra realidad, no es la de los 15 años o 35. ¡Ni la quiero!

El sol que veo salir cada mañana, el canto del colirrojo que oigo cada amanecer, las hojas que el viento mece en este instante en el árbol frente a mi ventana, ¡son reales!

Y la realidad es, debiera ser, lo único con lo que contar hoy. ¡El hoy de cada uno es/somos cada uno!

domingo, 16 de octubre de 2022

Todo un misterio...

 


Ya lo he dicho alguna vez… En otoño los petirrojos cantan de una manera especial. Lento, suave, de pocas notas. Muy característico de la época. Apenas unos sonidos… Pero en ellos lo dicen todo.

“Aquí estoy. Inmerso en la naturaleza. Integrado. Uno con ella. ¡Uno con el todo! Fluyendo. Del ayer al hoy, del hoy al mañana. Tal cual como el río de la vida que cruza el valle. El que se desliza bajo las ramas del roble donde habito. ¡Siempre está! ¡Siempre es él! Y sin embargo, el agua que lo conforma nunca es la misma. ¡Todo un misterio… aparente!"

Aparente sí. Pues en realidad, lo real es concreto. Quien sabe mirar, ¡y ver!, sabe que no hay nada oculto.

viernes, 7 de octubre de 2022

el tiempo no transcurrido...

Antiguo hórreo en Galicia.


Salió de casa sobre las diez y media en dirección a la alameda. La mañana había amanecido soleada, diáfana, y a esas horas ya se agradecía la calidez del sol.

Aquellas calles viejas, aquellas fachadas antiguas que conformaban las viviendas de su entrañable Noia donde vivió de niño, aquella esquina donde antaño, años ha, la panadera, oronda mujer de sempiterna sonrisa, le entregaba el pan que su abuela le había encargado… En ocasiones cogía un cacahuete de un recipiente tras el mostrador y se lo daba al loro gris de cola roja que, en su jaula, lo cogía con el pico y sirviéndose de una pata lo pelaba...

Hoy, 69 años después, revive la misma escena con la nitidez que da el tiempo no transcurrido…

Aquí vivía Merceditas, aquí Samuel con su madre y hermana, allí, en aquella casa con jardín de altos muros, vivía una amiga de su tía Lolita. Lo que hoy es el juzgado y otras instancias administrativas, ayer era la escuela donde, con pizarra y pizarrín, el maestro don Venancio, con gruesos cristales en las gafas y el apodo de “el Canario”, tenía uno enjaulado en su balcón, les hacía cantar…

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

Recuerdo infantil. A. Machado.