La mejor ayuda que puede prestarle a alguien es llevarle más allá de la necesidad de ayuda. (Nisargadatta)
sábado, 31 de diciembre de 2016
Santa inocencia!
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En un punto infinitesimal de esta galaxia se encuentra la Tierra. |
Se cree que no hay más que uno... ¡Santa inocencia!”
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martes, 27 de diciembre de 2016
¡Maestro!
Navidad
Navidad dulce Navidad…
Así
dice la canción de los hombres, así cantan a coro la mayoría, así
se construye la burbuja, individual y colectiva, de realidad.
De ayer, hoy y mañana. Del primero, los recuerdos, de lo que fue o
fueron, ellos, pero que ya no son. Del tercero, anhelos… De
algo que no es y cabe que nunca sea… Pero ahí están, marcando
nuestras vidas el pasado y el futuro. Cuando la realidad es que el
ayer fue “hoy” y el mañana, cuando se viva, cuando llegue, será
también “hoy”.
Pero
del único “hoy” que hay, que vivimos, nada más es real, pocos
quieren/queremos saber
Cuando
soy consciente, y capaz, de hacerme a un lado y permitir que la vida
fluya a su ritmo me sorprendo al comprobar cómo encajan la
mayor parte de la cosas, pequeñas o grandes, relevantes o no,
propias y de terceros... Y las que no, que no dejarán de ser
apreciaciones y deseos personales míos, acaban marcando con el
tiempo su razón de no ser.
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Camino
de la ciudad y al pasar por un prado de fina hierba punteada por
miles de gotas de rocío he visto a un “maestro” que, junto a un
rebaño de ovejas, una bandada de cuervos que con su peculiar
bamboleo al andar buscaban su alimento, dos urracas al borde de la
valla, una sobre el alambre de espino y la otra en el suelo, tres
mirlos repartidos entre los árboles sin hojas que bordeaban ésta, y
todo ello envuelto en el murmullo del río que baja crecido por las
últimas lluvias y el sol de la mañana, me he detenido a
preguntarle.
─Maestro
¿qué es la vida?
─Mirándome
a los ojos con aparente indiferencia pero muy consciente de la
realidad que vivía, del "hoy", del instante, que él es, que todo es, volvió a bajar su
cabeza y siguió mordisqueando la hierba.
Y
comprendí que todo es “ahora”. Y que fuera de este instante no
hay nada. Y que el sonido de zambombas y panderetas unido al de los
villancicos que se oía a lo lejos no es más que el ruido que
producimos con tal de no encontrarnos a nosotros mismos…
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La figura del asno como "maestro" no es peyorativa.
Quiere señalar lo natural de la vida a través del comportamiento natural.
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jueves, 15 de diciembre de 2016
viernes, 9 de diciembre de 2016
El viento roló hacia el norte...
... he hizo retroceder el tiempo.
El fuerte viento que le acompañaba aquella fría tarde en su viaje de vuelta a casa le hacía agradecer lo acogedor del interior de su coche. Eran las siete y media y se había propuesto no parar hasta Madrid. De pronto el vehículo empezó a perder potencia y a aminorar su velocidad. Poco después detenía su marcha en el arcén. Varios intentos de arrancarlo resultaron infructuosos.
¿Qué
hacer? El último pueblo por el que pasó había quedado muy atrás.
Anochecía con rapidez. Se dio cuenta entonces de que ya hacía
tiempo que no se cruzaba con ningún coche. ¿Quién iba a estar de
viaje la tarde del 24 de Diciembre? Pensó en su hermana que le
esperaba para la cena familiar y la inquietud que les embargaría su
retraso. Intentó una vez más ponerlo en marcha pero nada se movía.
Se bajó dirigiéndose al capó delantero y levantó la tapa. Con una
pequeña linterna estuvo observando el motor.
Miró a su alrededor y le pareció descubrir una luz a lo lejos. Aparecía y
desaparecía. Cayó en la cuenta de que podrían ser los árboles
quienes la ocultasen por el viento. Entrando de nuevo en su vehículo
se dispuso a esperar que algún coche pudiese pasar… Tras más de
hora y media se bajó y buscó de nuevo la pequeña luz
intermitente de antes. Encendiendo las luces largas vio hacia la
derecha un camino de tierra que parecía dirigirse hacia donde
titilaba la luz. Recogió su maleta y emprendió el camino.
Tras
más de veinte minutos de caminar de cara al viento accedió a lo que
parecía un grupo de casas viejas. Dejando atrás las primeras llegó
a una especie de parque ajardinado con la estatua de alguien insigne en lo que pudiera ser el centro de aquel pequeño pueblo. Varias bombillas
cubiertas por blancos platos adosadas a las paredes de algunas casas
iluminaban con luz mortecina las calles empedradas. Nadie se veía.
Varias chimeneas dejaban escapar grises humaredas que el viento
arrastraba en largas volutas jugando con ellas.
Vio que algunas ventanas entreabiertas dejaban pasar
la luz de su interior. Imaginó mesas puestas y cazuelas al fuego.
Niños en alegre algarabía alrededor de la chimenea. Turrones,
peladillas, pasas, higos secos, barquillos, todo ello colocado sobre
una mesa en un lado de la cocina. Las mujeres preparando la sopa y
las patatas al horno junto a la carne guisada. Y los hombres
saboreando anís y coñac en aquellos diminutos vasos de cristal con
líneas de colores azules, amarillas y rojas rodeándoles y que,
recordaba, no faltaban en las casas de su niñez.
Se
dirigió a la puerta más próxima. Una mujer con una niña en brazos
le abrió…
Sentado
a la mesa frente a ella y con sus dos hijos a cada lado cenaron
aquella noche en que, según cuentan las leyendas, nació un maestro
de la humanidad. Los regalos comprados para sus sobrinos sirvieron
para alegrar las caras de aquellos niños. Zambombas y panderetas se
oían tocar en las casas vecinas. Los pequeños hicieron sonar sus carracas. El viento seguía barriendo el páramo y al pasar por lo
alto de la chimenea ululaba con fuerza. Cuando la madre acostó a sus
hijos volvió a la cocina, y sirviendo sendos vasitos de licor se
sentó a la mesa.
─Creo
reconocerte, ─le dijo el hombre─. Tu pelo es inconfundible. Veo
que lo llevas más corto, pero eres tú, seguro…
─Sonriendo
la mujer le respondió: También yo creí reconocerte…, pero cómo
iba a pensar que después de tantos años te vería de nuevo, y en
una noche como ésta… La verdad es que he dudado, más por la
sorpresa que por no reconocerte… Veinticinco años por lo menos…
─¡Puede
ser! No voy a negar que te he tenido en el pensamiento muchas veces…
Aquella trenza rubia larga y enmarañada, aquella sonrisa, aquel
desenfado tuyo y de tus compañeras en el trato con un desconocido.
Aquel momento tan natural en el que te vi aquella fría mañana de invierno del cincuenta y siete lavando la ropa a mano en pleno campo
junto a la fuente… Aquel botón de tu blusa que intentaste abrochar
mirándome, y que tal vez por tener las manos heladas no pudiste. Ese
gesto tuyo sonriéndome y no dándole mayor importancia, ¡no he
podido olvidarlo!
─Hablaron
largo rato. Cuando se levantaron de la mesa el viento había
amainado…
─¡Ven!
─le dijo ella cogiéndole de la mano─, por esta noche
retrocederemos en el tiempo…
Después
de que el coche fue reparado continuó su viaje. Tarareando antiguos
villancicos entraba en Madrid a eso de las cinco de la tarde.
Lo
vivido aquella Nochebuena fue/es algo que jamás se repitió. Pero
que perduró en el pensamiento de ambos hasta el día de su muerte.
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¡Llegó
y lo crucificaron. Y sí volviese a nacer lo crucificarían de nuevo!
¡No
hay mayor violencia que la necedad y la ignorancia!
Bueno,
puede que haya una mayor…:
¡La renuencia a saber!
¡La renuencia a saber!
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sábado, 3 de diciembre de 2016
...desistió de recordárnoslo.
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Torla. |
De
regreso de pasar unos días en Torla, pirineo aragonés, en casa de
un matrimonio amigo, y a su paso por Huesca, subieron al autobús
algunas personas. Una de ellas, una joven mujer, se sentó a su lado.
Empezaba a nevar.
Dejando
atrás la ciudad observó como ésta sacaba una fotografía y la
contemplaba largo rato. Era la imagen de un hombre, tal vez unos
cincuenta años. Un gesto de ella al secarse las lágrimas hizo que
éste la mirase. En ese momento y sin saber bien si se dirigía a él
la mujer dijo muy despacio:
―Mi
padre… ―y mirándole añadió―: acaba de irse...
―Lo
siento… ―contestó Juan―. Y viendo que se echaba a llorar
guardó silencio.
Al rato fue Isabel quien inició la conversación:
―Hacía
muchos años
que nada sabía de él… Mis padres se separaron cuando contaba
15 años. Y ese hecho me marcó profundamente. Vi llorar a mi madre y
culpé a mi padre… ¡Con lo que le quería… Con lo que me quería!
También el hecho de que entonces me sentí abandonada. No era el
caso, pues siguió muy próximo a mí y mis hermanas… pero no pude
superarlo… Después la vida fue marcando su ritmo a todos.
―Al
principio hubo algunos contactos esporádicos. A diferencia de mis
hermanas que solían pasar los fines de semana en su casa, junto a su
compañera, yo nunca fui. No quise dejar a mi madre sola. Me parecía
una traición hacerlo… No comprendía la situación, o más bien,
hoy lo sé, no podía aceptarla… ¡Mi padre, el amor de mi vida de
niña! Posteriormente nos trasladamos a otra ciudad y eso hizo que,
con el tiempo, hasta mis hermanas dejaron de hablarle. Reconozco hoy
que mi actitud de rechazo pudo influir en ello. ―Tras
estas palabras Isabel guardó silencio y pareció ensimismarse en
algunos recuerdos.
―Durante
muchos años seguí recibiendo, junto a mis hermanas, una postal
y un
dinero por nuestros cumpleaños y Navidad… Nunca le
respondí. Teníamos un padre pero nos negábamos a aceptarle.
Pasó el tiempo y unas Navidades nada llegó… Comprendí que si
bien seguíamos siendo para él, ¡siempre!, desistió
de recordárnoslo. Y nos dejó en nuestro albedrío, absurdo,
hoy lo sé, de mantener el mismo comportamiento del que
siempre le culpamos.
―¿Y
tú cómo estás ahora? ―le
preguntó Juan.
―Bien.
Tranquila… En paz con él. Liberada de mí misma en el papel de
hija ofendida, abandonada, no querida… ¡Libre! Pude hablar con mi
padre antes de fallecer… No hubo necesidad de muchas palabras. Me
hubiese gustado decirle cuánto le quería, ¡le quiero!, pero en su
mirada vi que todo estaba dicho desde siempre. Que era y siempre fui
su querida hija. Aquella que se dormía muy pequeña en la cama
apoyada en sus piernas dobladas. La que le besaba en los
labios cuando no contaba ni dos años, la que le adoraba… El
tiempo se detuvo y todo pasó ante mis ojos.
―Tras
irse mi padre he pasado dos días junto a su mujer, su hija y la
pequeña Liliana, su nieta. La serenidad de ambas mujeres ha
sido para mí de una gran ayuda. No he percibido ni el más mínimo
reproche por nada. Y sí una comprensión y un amor que, sé, estaba
influenciado por mi padre. No había lágrimas en ellas, no había
tristezas, ni sensación de pérdida. La vida no se había
interrumpido… ¡Qué habría que llorar, qué echar de menos!
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«La
muerte es sólo un paso más hacia la forma de vida en otra
frecuencia» y «El instante de la muerte es una experiencia única,
bella, liberadora, que se vive sin temor y sin angustia».
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viernes, 25 de noviembre de 2016
Black Friday.
Los
viernes por la tarde era una fiesta en su empresa. Todos sus
compañeros celebraban anticipadamente el fin de semana. Ambiente
desenfadado, risas por doquier, todo fluía con alegría… Se
despedían al salir, se deseaban buen “finde”. Se preparaban para
lo que había de llegar…
¿Y
qué era ello? ¡Pues principalmente el hacer algo distinto al resto
de la semana! (También dejar de trabajar. Como si hubiesen hecho
suyo el castigo divino de: “ganarás el pan con el sudor de
tu frente”.
Los
lunes por la mañana las mismas personas del viernes se veían de
nuevo… Risas ninguna, sonrisas las menos… Lo más, lamentaciones,
caras apesadumbradas, maldiciendo el día, el trabajo, las
circunstancias del vivir el instante, etc. Y no ellos solos, sino que la mayoría de las personas que visitaban la empresa o fuera de ella,
estaban en una situación similar. ¡Para ellos los lunes un
calvario!
Él
observaba todo esto con cierto desapego. No era partícipe de
semejante realidad. Cierto que distinguía el viernes del
lunes, cómo no. Pero ahí acababa toda similitud. De hecho tenía
una curiosa forma de vivir/contar los días:
-Los
lunes: el mejor día de la semana. Le gustaba trabajar y el trabajo
que hacía. Chófer. La carga y descarga de material que realizaba le
permitía ese ejercicio necesario que le mantenía ágil. Le gustaba
conducir/viajar y todos los días realizaba un largo trayecto de
reparto. Le pagaban por ello.
-Los
martes eran el siguiente buen día y además la víspera de la mitad
de la semana.
-Los
miércoles: la mitad.
-Los
jueves eran la víspera del último día…
-Los
viernes, último día de trabajo e inicio del finde. Dándose la
circunstancia de que era el único de los 69 miembros de la empresa
que libraba los viernes al mediodía… Todos los demás a las siete
de la tarde.
Un
lunes mientras preparaba sus trabajos oía a unas compañeras de
oficina relatarse algunas vivencias del fin de semana con cierta
satisfacción. Para a los pocos minutos pasar al estado siguiente,
común y repetitivo, de cada lunes. Les hizo una observación:
―¿Diríais
que el viernes pasado estabais exultantes por la perspectiva del
finde siendo en realidad un día más de la semana?
―Claro,
―contestaron ellas!
―¡Si
celebráis los viernes, lloraréis los lunes! Todos los días son
iguales. Si magnificáis uno, el péndulo de la vida
hará que desvaloréis otro. En realidad sois vosotras mismas quienes
tintáis los días, y por extensión vuestras vidas. Ellos son
siempre igual. ¡Tiempo! O mejor dicho: ‘instantes!
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Si
sales a la calle con escudo (protector) acabará apareciendo la lanza
que hace juego con él.
Si
proyectas defensas ante ataques inexistentes, estos
acabarán apareciendo en consonancia con aquellas.
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domingo, 20 de noviembre de 2016
Timo de un huevo americano.
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Envases y procedimiento de los cuerpos crionizados. (EEUU) |
¿Qué fue primero el huevo o la gallina. El timador o el timado. El pueblo americano o Donald Trump?
Sobre el primer punto es que huevo y gallina son la consecuencia de la evolución del mundo. En este caso la evolución de las especies. De la ameba unicelular surgió el primer organismo vivo de dos células, que al irse multiplicando éstas fueron formando todo lo que hoy existe. Tú incluido. (37 billones de células distintas conforman tu cuerpo. No a ti)
Sobre la segunda, es sencilla, ¡si hay timadores es porque hay personas proclives a ser timadas! ‘Ley de causa y efecto! En este caso si no se genera el efecto, timado, la causa, timador, desaparece.
Y sobre la tercera qué decir. Podría valer la reflexión de la segunda. Algo así cómo: si el pueblo americano no fuese como es, no saldría jamás un presidente como Donald Trump.
Esta reflexión sobre estos tres puntos surgió al escuchar a alguien en tv, que podría ser el representante visible de la crionización en este país (conservación en hielo de un cuerpo para ser “devuelto a la vida" años después) decir cuando le preguntaron que en absoluto este método se basaba en beneficios económicos.
«Una joven de 14 años ha conseguido en los tribunales ingleses que después de morir su cuerpo sea preservado mediante el método de la crionización a la espera de que los investigadores encuentren una cura para su enfermedad. La niña, de la que no ha trascendido su identidad, padecía desde hacía tiempo un tipo raro de cáncer y antes de fallecer el pasado octubre comunicó a sus padres este deseo. "No quiero ser enterrada bajo tierra. Quiero vivir más tiempo y creo que en el futuro encontrarán una cura para mi cáncer", escribió en su alegato a los jueces antes de morir.
"Creo que ser crionizada me dará la oportunidad de ser curada y despertar, aunque sea dentro de cientos de años", explicó ella.
El padre estuvo en contra porque: "aunque la traigan de nuevo a la vida en 200 años o los que sean, no recordará nada y no tendrá ningún familiar", ha explicado, lamentando que en un futuro "mi hija de solo 14 años estará sola en Estados Unidos."
Es precisamente allí donde el cuerpo de la menor será trasladado próximamente después de que antes de fallecer prepararan su cuerpo para la crionización. Este procedimiento podría haber costado a la familia cerca de 43.000 euros.
La joven falleció en octubre sabiendo que su cuerpo sería preservado».
La realidad de este caso, más allá de las creencias bien intencionadas por un lado y por otro interesadas, es que cuando quiera que sea que llegue el momento de revivir el cuerpo, o lo que quede de él, quedará sólo eso: el cuerpo. Como quedará el último abrigo comprado, la silla en que se sentaba y los zapatos de charol regalados por su cumpleaños. Y todo ello tendrá la misma trascendencia: ¡objetos!
¿La niña? Lo que realmente es un «ser» que encarnó en su momento para vivir una experiencia de vida, siguió su proceso tras la muerte del cuerpo. Y totalmente al margen de éste, la silla, el abrigo y los zapatos. Y es más que probable que antes de que ese cuerpo crionizado años antes sea reanimado, haya vuelto a encarnar en este mundo utilizando cuantos cuerpos hayan sido gestados por sus diferentes madres.
lunes, 14 de noviembre de 2016
toc toc...
Es
sencillo llamar a las puertas, pero no es fácil llamar a ciertas
puertas.
Quien
más quien menos todos tenemos alguna puerta a la que habría que
llamar pero… no lo hacemos. Nos gustaría, claro, pero algo nos lo
impide. Y, es curioso, tal vez la mayoría piense que el obstáculo
se halla al otro lado de ésta. Y no digo que no sea así
puntualmente…, pero creo que el paso del tiempo acaba situando la
responsabilidad en éste. El nuestro.
―¿Por
qué dice esto? ¿Usted no sabe lo que me hizo/hicieron?
―¡Cierto!…
Pero dígame, ¿a día de hoy podría asegurar que no es usted, solo,
quien alimenta ese sentimiento de rechazo? ¿Que la otra parte ha
superado ya la situación? En parte porque los hechos tuvieron una
cierta razón de ser, en parte porque la/las personas implicadas ya
no son “aquello”.
―¡Claro
que siento ese rechazo! ¡Y quién no!
―No
me refiero al sentimiento en sí, eso puede ser normal. Me refiero al
espantajo que ha creado, en su mente y sentimientos, de
la situación, o personas implicadas, y al que sigue alimentando
para seguir sosteniendo esa situación que fue…, pero que tal vez
ya no sea. No será su caso, pero he visto rechazar el acercamiento,
la disculpa, la explicación de lo sucedido por parte del otro,
cuando ya las cosas debían tomar otros derroteros, otros cauces de
comunicación. Permitir los sentimientos naturales… En realidad he
visto apostar a quienes “lo que me hicieron”, por la continuidad
de su rencor, por su incapacidad de perdonar, comprender…, aceptar
al fin y al cabo. Y comprobar como, sino con los mismos hechos, sí
comportarse con una actitud similar.
―¿Hasta cuándo va a permitirse seguir encadenado?
jueves, 10 de noviembre de 2016
¡amanece!... al otro lado.
Habían
trascurrido más de cuatro años del fallecimiento de su esposa.
Esa noche se encontraba fregando los platos de la cena mientras su
hija acostaba a las pequeñas. Un pensamiento llegó hasta él,
recurrente, pues no era la primera vez.
Recordaba
aquel día como uno de los más sorprendentes de su vida, y a la vez natural. No sabría explicarlo, de hecho sabía que no
tenía explicación… y sin embargo todo estaba claro en su
interior.
Ingresada
en el hospital desde hacia una semana, en fase terminal y totalmente
inconsciente, los médicos no tenían claro cuando pudiera producirse
el desenlace. Su cuerpo era fuerte y parecía resistirse.
Una
vez más a la hora de comer bajó a la cafetería. Como
siempre las mesas ocupadas a esas horas, y como casi siempre le
sentaron con alguien. Tras las primeras palabras formales con su
compañero de mesa se interesó por si también tenía a alguien
ingresado.
―Sí,
―respondió éste―, mi hija pequeña ha dado a luz hace unos
días. ¿Y tú?
―Y
le contó los hechos… ¡Para
estar como está...debería irse ya!
Recuerda
ahora que la
persona que tenía sentada enfrente, uno hombre de, tal vez, unos 50
años, le miró de una manera determinada, eso creyó percibir sin
ser muy consciente… Como si prestase una atención especial a lo
que él decía. Recuerda que también notó como un algo que infundía
serenidad al momento. Incluso sintió que su propia preocupación y
disgusto por la situación de su esposa se mitigaba. Y sucedió…
Por
unos segundos creyó ver que, si bien la mirada de aquel hombre
estaba en la suya, éste parecía no estar allí, como ausente… Fue
un nada. La conversación siguió su curso. Cuando se despidió,
estrechándole la mano, volvió a notar esa calidez que ya había
percibido en su mirar.
A
media tarde su esposa abandonaba este mundo tras una larga y
placentera convivencia mutua.
Fue
más tarde, unos dos semanas después, que los hechos volvieron a su
mente… Y tuvo el claro convencimiento de que aquel hombre, en un natural proceder, se despidió de su mujer...
domingo, 6 de noviembre de 2016
...silla de comprensión.
Cierto canto de muchos pájaros, no habituales en la zona, le hace asomarse a la terraza. Decenas de estorninos revolotean en y alrededor de la higuera que tiene el caserío de enfrente en la huerta. Entran en ella, salen, se posan en otros árboles vecinos, todo un guirigay de vida y sonido. Los estorninos, esos pájaros negros con pintas que vuelan en grandes bandadas dando vueltas al atardecer en pueblos, parques y ciudades hasta que se posan todos juntos en ciertos árboles que les sirven de dormidera. Media hora más tarde ya se habían ido a otra parte. Llegaron, la utilizaron por un tiempo determinado y se fueron. ¡Avanzaron!
¿Y
a dónde han ido nuestros pájaros de ayer, nuestras
creencias? “No puedes evitar que un pájaro se pose en tu
cabeza. Pero sí puedes evitar que permanezca el tiempo suficiente
para hacerse el nido.” (Dicho de sabiduría referido más
bien a pensamientos inadecuados).
¿O
es que viniste con una mochila concreta en la que no cabe nada nuevo
y lo viejo, por apego emocional, se va quedando como las cosas en
desuso guardadas en el desván?
Creencias
es eso que de pequeño te inculcaron en casa, la escuela, la
sociedad, la cultura imperante de la época y país… Con el
consiguiente conocimiento e ignorancia sobre los temas. Algo
necesario, creían, e imprescindible para la convivencia común.
Pero… no cabe duda que de aquellas creencias, historias sagradas,
cuentos, fábulas, que te contaron acorde con tu edad, habrás tenido
que procesarlas en función de tu propia madurez y experiencias en la
vida. No es lo mismo seis años que dieciocho, cuarenta que setenta y
dos. Algunas se han quedado en el camino, otras has incorporado…
Eres hoy el resultado de ese soltar/acoger. ¿La medida? En función
de ti mismo. No cabría responsabilizar, a día de hoy, a quienes
hicieron lo mejor que sabían ayer.
Recuerda
las suyas sobre la religión concretamente, que no aguantaron ni
meses cuando salió al mundo laboral, 16 años, y comprendió que lo
enseñado no tenía cabida en el. ¡Qué buenos son que nos daban
religión. Pin Pon! ¡Fin de la historia! Pero…
...la
Vida tenía otros planes para él.
Pasaron
muchos años hasta que tuvo que replantearse la vida entera… ―¿La
vida entera?―. Prácticamente toda!
Estudios,
trabajos, tiendas propias. Libertad, medios, viajes, la vida un
torbellino de luz y color… ¿Para qué querría saber o preocuparse
de cosas más profundas si aquello ya se parecía al paraíso? :)
Pero, un día todo aquello empezó a girar. Y como un día cualquiera
pasó de la luz de la mañana a la sombra del atardecer y de ésta a
la oscuridad de la noche. Y en esa fría y desconcertante noche, sin
medios y con un futuro incierto, pasaron un largo tiempo… Unos tres
años.
La
incertidumbre, el miedo a lo desconocido, la inseguridad, la pérdida
de casi todo lo que tenían o creían ser, le hizo un día
preguntarse que si todo lo que eran se estaba desmoronando, ¡algo más
tenía que haber!
Esa
disposición interna y profunda, ese “más abajo no se puede ir”,
hizo que la Vida comprendiese que el momento había llegado. Que las
pajas y las bambalinas imperantes habían desaparecido (a la fuerza,
no porque él quisiera, si bien después comprendió que todo aquello,
el proceso, para el cual nació, era, según pensó durante más de
20 años, una bendición del cielo).
Un
amigo suyo le dejó por unos minutos mientras le esperaba cierto
libro, que abrió al azar, y ahí leyó tres o cuatro renglones.
¡Cambiaron su vida! Cerró el libro y se preguntó: ¿a ver si
estos van a tener razón? ¡Estos!, su amigo, la iglesia, los curas,
el cielo, Dios… Todo ese mundo desconocido que de alguna manera
podía asociar con la idea de algo espiritual... Y a la vez diferente a donde se encontraba. Algo que debía ser
real y que él desconocía totalmente. ¡Y tomó la firme
determinación de saber!
Compró dicho libro, que tuvieron de lectura diaria por más de 4 años,
empezó a leer la Biblia, llegaron otros libros, de Metafísica
espiritual… Otros después. Más de 20 años estuvo en esa dinámica
viendo cambiar su vida y sus condiciones de vida. Entiéndase
económicas, materiales, emocionales, mentales, etc. ¡No, jamás
pertenecieron, estuvieron o se relacionaron con grupo alguno de
ninguna índole! El Maestro era personal y las lecciones directas.
―¿Maestro?
¡Sí! Con diferentes nombres en diferentes momentos pero sí.
¡Maestro! (Léase la Vida Una. ESO. Todo Lo Que Es)
Años
después sacaba de casa casi todos los libros utilizados. Dejó de
realizar decretos, oraciones y bendiciones… El Maestro había
desaparecido. Y supo que todo es una sola cosa. Y que él era ESO.
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Cuando
la gota que crees ser desaparece (yo, tú, él), aparece el Océano
que siempre eres..
_______________._______________
Esta
cita, repetida hasta la saciedad, viene a señalarlo todo. Lo que
eres, lo que son, lo que es. Pero es tan simple, y hasta ordinaria,
que cuesta entenderla, y no digamos ya aceptarla. Pero sabe que en
esa silla de comprensión te sentarás un día. ¡Toda tu vida y
razón de ser no tiene otro objetivo!
viernes, 4 de noviembre de 2016
Más vale malo conocido que...
Frase
hecha con un cierto sentido aparente sin sentido real. Permite
entender lo que quien la expresa quiere decir pero… en realidad no
concreta nada. Un conjunto de palabras más, de las miles que se
pronuncian, que queriendo decir algo no dicen nada
En
primer lugar es una declaración de intenciones algo limitativa. Uno
parece quedarse en lo malo.
En
segundo lugar el mismo “uno” parece negarse a lo que de bueno la
vida le depara.
Y
en tercer lugar, quiera quedarse o negarse, la vida que lo habita se
vivirá a sí misma a través de ese cuerpo-mente que él cree ser.
―Oiga…,
escuchándole se diría que eso que llaman destino no existe… Según
da a entender con eso de la vida que lo habita pareciera que
la persona tiene poca capacidad de decisión.
―Bueno,
no crea que es exactamente así, aunque mucho de cierto hay… Si
llueve, puede decidir salir sin paraguas.
―Me
mojaría entonces!
―¡Claro,
pero la decisión habría sido suya!
―¿Quiere
decir que puedo tomar ciertas decisiones pero otras no?
―Algo
parecido, sí. Puede decidir el color de los zapatos que vaya a
ponerse, saludar o no a los vecinos que se encuentre en la escalera,
abrigarse en días de frío o salir en manga corta. Puede decidir
muchas cosas, pero lo fundamental no puede decidirlo, ¡no está en
su mano!
―No
lo comprendo…
―Mientras
sueñe… la vida, puede hacer lo que le parezca. Si bien haga
lo que haga acepte las consecuencias… en el sueño. Cuando
despierte, cuando quiera que sea, y esto tampoco estaría en
su mano, se dará cuenta no sólo que soñaba, sino que no hubo/hay
nadie a quien le sucediese nada.
―Las
cosas suceden, ¡es todo!
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Lo que sucederá no lo podemos evitar. Y lo que no sucederá no lo podemos forzar. Todo sucede porque ha de suceder.
(Chao-Hsiu-Chen en su libro: El Maestro)
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martes, 1 de noviembre de 2016
...un beso en la boca y una sonrisa.
Sentado
en los bancos de madera a la orilla del río Pisuerga le gustaba
tocar la flauta travesera en el silencio de la tarde y al son del ruiseñor. Llevaba tres semanas en Aguilar de Campoo y
ya le conocían como el flautista del río. Y hasta se decía que las truchas frecuentaban más la zona desde su llegada.
Se bajó un día del autobús en aquel pueblo como podía haberse bajado en cualquier otro. Viajaba sin destino.
Se bajó un día del autobús en aquel pueblo como podía haberse bajado en cualquier otro. Viajaba sin destino.
Un
mes atrás cerró la empresa en la que trabajó durante 21 años.
Decidió tomarse un tiempo antes de plantearse ningún proyecto. Una
tarde de final de verano salía de Madrid. Mientras contemplaba el
paisaje de campos de amapolas, espigas doradas y algunos pueblos en fiestas, no pudo
evitar que ciertos acontecimientos vividos se hiciesen presente…
Margari,
la mujer que compartía sus noches de viernes a domingo, que es
cuando él viajaba hasta la vecina ciudad donde ésta residía, se había
ido. Se conocieron en la boda de una amiga común años atrás. Algo
surgió entre ellos… Cierto que habían hablado, ella trató de
explicarle lo que sucedía. Él lo aceptó todo. Su ex-marido le
había planteado si habría alguna posibilidad de volver a vivir
juntos. Ella le dijo que sí. Él trató de comprender que la vida es
así, pero no pudo evitar que el corazón sintiese…
Al
mes y medio de su llegada ya tocaba los domingos en la iglesia con el
grupo de música. Solía comer o cenar algunos días con el cura.
Ambos de una edad aproximada. No era raro verlos pasear juntos
enfrascados en conversación o tomando un vino blanco en la plaza.
―Juan,
¿quién es este hombre? ―le preguntó el dueño del obrador de
panadería―.
―¿Te
refieres a Miguel?
―Sí.
―En
lo que le conozco, una buena persona.
―Es
que como no le veo trabajar en nada...
―Entiendo,
¿por qué lo preguntas?
―Bueno,
es que mi hija me ha planteado la posibilidad de que le contratemos
para el obrador…
―Sí.
―contestó el sacerdote sonriendo―, ya me he dado cuenta de las
miradas de Manuela. Pero no sabría decirte si hay correspondencia…
Además no me ha comentado nada de trabajo.
―Eso
es en parte lo que me preocupa… Últimamente no hace más que
hablar de él.
―Bueno,
edad tiene ya para saber lo que quiere…
―Sí,
eso es cierto. No voy a negar que tanto su madre como yo ya
empezábamos a preocuparnos por el paso del tiempo…
―Puedo
decirte que no es un vagabundo. Ha trabajado hasta hace poco, tiene
piso en Madrid, una casa que le dejaron sus abuelos en Noia, y no
creo que carezca de medios.
Seis meses después Manuela, embarazada, le despedía todas las mañanas con un beso en la boca y una sonrisa cuando éste, cargada la furgoneta de pan y pasteles, salía de reparto por los pueblos vecinos.
jueves, 27 de octubre de 2016
La palabra...
La
palabra es eso que, pronunciada, tiende a significar algo que quien
la emplea pretende. Pero no necesariamente esa palabra significará
lo mismo para todos. Que muchos la empleen en un cierto sentido no
significaría que señale lo real de la cosa en sí.
Se
me ocurren dos como ejemplo. La primera sería “crótalo”. La
mayoría de nosotros pensaremos que se trata de una serpiente
venenosa. Y así es, pero también tiene otro significado
diametralmente distinto: “castañuelas”. Instrumento musical.
Supe
de esta última acepción tras una experiencia, cuando menos,
sorprendente.
Viajábamos
en coche cinco amigos que habíamos decidido ir a visitar a otro que
pasaba, junto a su hermana, unos días de vacaciones en un monasterio
con hospedería. Viaje largo y entretenido. En un momento dado uno,
que ya la conocía, sacó el tema de la palabra “crótalo” y sus
dos versiones. La discusión se generalizó. A mitad de camino
descubrimos a la salida de un pequeño pueblo un envejecido bar
vivienda al borde de la carretera. Paramos a almorzar. Si por fuera
el bar denotaba los años pasados, por dentro no se quedaba atrás.
Un hombre mayor nos atendió.
Tras
los cafés decidí llamar por teléfono, no había móviles entonces.
Me hicieron pasar a un cuarto trasero del bar. Viejo, con polvo y en
desuso. Descolgué el teléfono de la pared, marqué el número y
mientras esperaba que lo cogiesen al otro lado me fijé que sobre una
silla antigua de cierto empaque que se encontraba debajo del
teléfono, había un voluminoso libro. Leí en la portada la palabra
“Diccionario”… y debajo las letras A, B, C, D, E. Es decir, ese
viejo y grueso libro, de unos ocho cm de grosor, sólo contenía las
definiciones de cinco letras. Con la mirada busqué a mi alrededor
algún otro que completase el abecedario, estantería, mesa, mueble,
nada vi. Un solo libro, un solo diccionario… y correspondiente a la
letra C, de crótalo.
Cuando
acabé de hablar cogí el libro y sentándome en la mesa pudimos
confirmar que dicha palabra también se utiliza como castañuelas.
Eso ya era lo de menos. Un año después volví a recorrer el mismo
trayecto y el bar no estaba. Ni rastro.
La
otra palabra, que se emplea no ya en un sentido o dos sino en el de
miles, es la palabra “Dios”.
Muchos
son lo que la tienen en la boca y pensamiento, la palabra, sólo
la palabra, en uno u otro sentido, ya digo, miles de miles. Unos
alaban otros despotrican. Unos afirman otros niegan. A unos
les produce indiferencia y otros cruzan océanos por llevarla a otras
tierras… Como si en esos pueblos no hubiese ya su propia denominación
para señalar a “ESO”. Y muy probablemente con mayor sentido de
realidad.
martes, 25 de octubre de 2016
lunes, 17 de octubre de 2016
...mi querida amiga!
![]() |
Ziara y Naia. |
Ibiza. 2011. |
¡Amaaaama, (abuela) mi querida amiga!...
Así
se expresaba Ziara, 5 años, hace unos días abrazándose a su amama.
Suele dormir con nosotros uno o dos días a la semana. También su
hermana Naia, 12 años. Se acuesta con ella antes
de que yo vaya a la cama. Tiene la costumbre de tocar, dormida, a
quien está a su lado. Cabeza, cuello, cara, el caso es “saberse”
acompañada.
Cuando
me meto yo tiende a poner una de sus piernas sobre mí, y creo que
así pasa la noche. Cuando no la tengo pegada a mi espalda. Observo
últimamente que duerme más hacia mí que hacia mi esposa. Tiene una
relación muy especial con ésta. Con toda la familia pero
especialmente con ella.
A
los pocos meses de nacer, tal vez de antes de la primera fotografía,
ya podía estar en brazos de quien fuese, su madre incluida, que era
aparecer yo y tirarme sus brazos para que la cogiese. Y no porque
hubiese sido una práctica anterior mía… Fue algo sorprendente!
Después amainó la cosa y se generalizó con otros.
Anteayer
al despertarse se abrazó a mi cuello y dijo dulcemente: aitiiite…
(abuelo)
![]() |
Naia, Ziara. 2016. |
El
río de la vida que fluye en el valle sigue su curso… ¡Natural! Y
así de natural es el fluir de nuestras vidas.
En
cierta consonancia con mi texto de hoy me hago eco de las palabras de
Ángela en una entrada anterior, pues reflejan fielmente la esencia
de la vida que trato aquí. ¡Sencillez!
“Las
cosas en la vida, simplemente pasan, pero la resistencia lleva a un
estado de sufrimiento mucho peor que el dolor en sí.
Porque
el dolor es puntual, viene y se va, sin embargo el sufrimiento es
como cargar con una mochila a cuestas, impregnando la vida toda con
ese matiz, con una desgracia que fabricamos de una realidad que no
existe.
Y dejar de resistirse no es resignación ni pasividad, es aceptar y comprender.
No resistirse es respetar la realidad tal cual, y en este otoño que ahora nos toca vivir, observar detenidamente cada textura, cada color, cada imagen sin pretender cambiar nada.
Y de este vivir sin resistencia se desprende la paz, el vivir sereno.”
Y dejar de resistirse no es resignación ni pasividad, es aceptar y comprender.
No resistirse es respetar la realidad tal cual, y en este otoño que ahora nos toca vivir, observar detenidamente cada textura, cada color, cada imagen sin pretender cambiar nada.
Y de este vivir sin resistencia se desprende la paz, el vivir sereno.”
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