He respondido a todos los comentarios recibidos en la entrada anterior… Pero he de reconocer que no esperaba ese mar de pañuelos despidiéndose de mi… ¿A dónde queríais mandarme exactamente, a mí, que no tenía intención de ir a ninguna parte jajajajajajaja…
Bueno, hechas unas risas, merecidas y deseadas, paso a lo serio…
Mi nombre, Ernesto, suele dar pie a confusión: Eduardo, Gerardo, Alberto, Luis (este es el nombre que la madre de un amigo mío empleaba, su hijo se llama Luis), etc. y no una vez, sino muchas. Y un día decidí poner freno a tanta ligereza…
A quien me llamaba por un nombre que no era el mío le decía sonriente: “me debes un euro”. ¡Nunca más se volvían a equivocar! Incluida la que me llamaba Luis. Y me llamó la atención este hecho pues es una mujer mayor y creí que no lo retendría. Al día siguiente ya me llamó por mi nombre al cruzarse conmigo. Lo que provocó mi carcajada… Y es que Don Dinero es Don Dinero.
Permitidme pues que, sino haceros pasar por caja, no es el caso, sí puntualice, en la primera estrofa del poema de Machado mi “debéisme”… jajajjajajaaja…
Y las dos últimas: “a bordo, ligero, casi desnudo...” en clara alusión a mi última frase en la entrada anterior, esencia de lo que realmente expresaba.
“Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.”