Hoy he echado mano de un libro del ayer, por encontrar algo de lo que escribir, que, entre otros “canales” hicieron llegar hasta a mí lo que tenía que llegar… Si bien hoy y a la vista del proceso vivido cabría decir que más que hacer llegar algo lo que sucedió es que lo que ya estaba, era, empezó a despertar.
He intentado encontrar en sus páginas, leídas cientos de veces, miles, algo que, a mi modo de ver de esta mañana, aquí y ahora, fuese ¿compartible?…
Ya antes de terminar la frase, antes incluso de cerrar el libro, comprendí que no había nada que compartir. (Con-partir. Compañero. Cum panis. Con pan… ¡Tú y yo! Dos. ¡Dualidad!)
“MEMORIA DE ESENIO”. La otra cara de Jesús. De Anne y Daniel Maurois -Givaudan.
¿Qué tendría que compartir de lo que yo mismo rechazaba en un principio? ¿Qué de un libro cuya portada, la imagen de Jesús, identificaba con un mundo religioso dejado atrás, de cuando niño. De cuando las fábulas de premios y castigos. Cielo e infierno, ángeles y demonios. El cuento absurdo, cuando no falso. ¡Cuando no irreal!
Solo dejaré unas palabras que han surgido en la búsqueda de algo…
“Tras curar a dos ciegos poniéndoles un poco de saliva sobre los párpados yertos, y causar por ello asombro y admiración entre la muchedumbre, Jesús contestaba a las preguntas que se acumulaban y entrecortaban.
─Vuestra saliva es vosotros mismos. Vuestros cabellos son vosotros mismos. El sudor de vuestra frente y el polvo de vuestra piel son vosotros mismos. Haced ahora que el amor sea vosotros mismos y entonces mi Padre obrará en vosotros, a través vuestro...
Y reemprendía el camino, echando su manto sobre los hombros con un gesto, sabiendo que las preguntas que dejaba en suspenso hacían madurar las almas según su grado de abertura.”