martes, 19 de abril de 2016

...lo relevante.


Hoy ha amanecido un día soleado. Uno de esos días que me recuerda esa Castilla la Vieja en la que viví de niño. Y justo en este momento oigo la voz de mi madre cantando esta misma canción, que aprendí de mi abuelo en aquella Noia de viejas piedras que aún me recuerda…

La tórtola sobre la antena de tv en el tejado de enfrente, las alegres golondrinas revoloteando junto a mi ventana, la cría del mirlo piando sobre el murete de piedra llamando al sustento. El camión de la basura descargando los contenedores, una persiana que se levanta, el reflejo del cristal de la ventana al abrirse me da en la cara. Voces de niños, las últimas, antes de entrar en clase a ¿aprender?… ¿Aprendimos algo nosotros ayer? ¿Nos enseñaron? ¿Lo hemos olvidado?

Las norias, esos mecanismos antiguos movidos por mulas o bueyes que sacaban el agua con que se regaban los campos, ya no suenan en las tierras castellanas. Esas que cantaba el poeta en la Soria de Leonor. Tampoco creo que queden ya muchos humildes abejares, pequeños huertecillos, o encinares de madera roja.

La tarde clara, roja, triste y soñolienta. Polvorienta. Tarde clara de melancolía. Tarde de soledad y hastío. Cenicienta y mustia, destartalada, como el alma mía...”

Me dijo una tarde
de la primavera:
Si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja
[…]
Respondí a la tarde
de la primavera:
Tú has dicho el secreto
que en mi alma reza…

Ya no hay tardes como las de Machado. Ni norias que hagan girar los cangilones cargados de vida. Ni enseñanza como la del pasado… Hay, sin duda, pero el presente parece más bien un tránsito a otro ciclo, social y humano. Y todo ello, la ausencia del ayer y la llegada de lo nuevo, no ha modificado un ápice el crecimiento de las margaritas en los campos… Y ello es lo relevante, lo único relevante en estos tiempos.

sábado, 9 de abril de 2016

Siempre.

Acuarela de Hermann Hesse

Ocupado en este tiempo en otras actividades, de hogar, administrativas, algún proyecto, pasan los días sin que abra tan siquiera mi blog, no digo ya los vuestros. No escribo, no leo, no comento. No os olvido. ¡Eso sí! ¡Presentes tod@s! Como esos ramilletes de flores, pequeñas y azules con un punto amarillo en su centro que bordean, aquí y allá, las soleadas laderas del camino verde del valle… que va a la ermita. Cierto que aquí no hay lágrimas ni tristezas, más bien todo lo contrario, serenidad. Como la que lleva la corriente del río de la vida que lo cruza.

En ocasiones sí abro mi blog, pero sólo por tener de fondo la música. Y aprovecho para ver los títulos de vuestras entradas, pero hasta ahí llego. Y no voy a negar que en estos momentos no tengo intención de cambiar este silencio devenido… Este suceder natural. Como natural es que tras el invierno deviene la primavera. No es el impasse de nada. Es el simple placer de saborear el silencio. La ausencia de, en ocasiones, obligación de escribir, leer, comentar.

Siempre en el corazón.

Un cálido abrazo, queridos amig@s.