Me
comentaba una amiga mía hace poco que: “se
presenta un día bastante aburrido... ahora no me vayas a decir que
lo predispongo yo...”
¡Cierto!
Los días se presentan sin avisar. Unos de una guisa y otros de otra.
Y no siempre, casi nunca, tenemos la opción de escogerlos…
Ahora
bien, una vez que ya están aquí somos nosotros los responsables de
cómo los vivamos. Nadie nos obliga a vivirlos
de una manera determinada.
La
frase
anterior,
real en
sí misma,
puede ser contestada por el hecho de que hay días y situaciones que
parecen excederla. Y sería cierto. Pero también cabe la posibilidad
de que tú, precisamente tú, no estés en esa situación tan límite…
Y si no lo estás, ¡que no lo estás!, no cabría que buscases fuera
de ti hipotéticas situaciones de terceros para justificar el
desacuerdo.
Esta
“técnica”
de modificar los efectos
de un día no deseado, en principio, es sencilla. Pero puede llevar
toda una vida, o más, el aprenderla, aceptarla y aplicarla. Y ver
como la vida de uno cambia como la noche y el día.
Es
muy probable que la mayoría de la gente la desconozca, o
conociéndola no crea en ella, y hasta la rechace de plano… No es
extraño que así suceda.
No
hay más que ver la cosecha recogida para saber qué se ha sembrado
antes.
Mucha
de la insatisfacción que se vive está creada por uno mismo al poner
su atención en cosas que no le conciernen… Y que nada tiene que
ver con ese concepto, palabra hueca en muchos casos, llamado
“egoísmo”.
...dánosle
hoy; y perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a
nuestros deudores...