sábado, 24 de septiembre de 2016

...se dejó hacer.


El viento de media tarde meció las ramas de los árboles que, bordeando la orilla, daban sombra a la hierba, y una lluvia de pequeñas hojas doradas cubrió las aguas de la laguna. Una nube, jugando al escondite, ocultó en parte al sol… dando la bienvenida al incipiente ocaso. La tarde declina. Las copas de los viejos olmos, a lo lejos, se tintan de rojo. El campanario del pueblo se hace presente con ocho tañidos...

Cerró sus ojos y se dejó embargar por la calidez del momento. Algo somnoliento la cubría, se dejó hacer…

Se vio de pequeña en su cama antes de dormirse y mientras su aitite (abuelo) le contaba el cuento de cada noche. La mosca Gumersinda, el pequeño ratón Pérez que le dejaba dinero cada vez que se le caía un diente, la golondrina azul, la lechuza de lunares rojos sobre blanco, el autillo verde con sombrero. Los vilanos de colores que la visitaban cuando pasaban por su ventana abierta, haciéndole cosquillas en la nariz mientras dormía. La rana, la gata, el perro del caserío, la mariposa y la mariquita, y tantas y tantas historias como le contaba…


Recordó también cómo según iba menguando su interés por los cuentos de niña, acorde con su edad y madurez, su aitite fue cambiando el sentido de los relatos. Entretenidos todos, sí, pero estos últimos eran otra cosa. Enlazaban ya entonces con la mujer que después fue, es!

Las estrellas, las galaxias, el cosmos, la formación del mundo. La velocidad de la luz… Cómo una estrella muerta hacía años seguía viéndose actualmente. Lo relativo y lo concreto de las cosas. De la vida. El nacimiento y la partida. El “hola” y el “hasta la vuelta”. Dios y lo profano. Lo real y la apariencia. Recordaba que no todo lo entendía a la primera, sí la mayor parte, pero había notado que él no le daba importancia a ello. Tranquila, le decía, ya florecerá… Y así solía ser!

Hoy es consciente del cuidado que le prodigaba, entonces, y acorde con su capacidad de comprensión, y más que ésta el momento que vivía, para no embarcarla en cosas que, si bien reales, no era su tiempo. Siempre la hizo mantener los pies en el suelo. Pero siempre también subyacía en todo ello la enseñanza de aquel que decía a sus discípulos: “Estáis en el mundo pero no sois del mundo”.

Y despertó… Y fue al moverse que salieron del cesto de mimbre en el que guardaba los restos de la merienda una familia de ardillas que, a la velocidad del rayo, se encaramaron al árbol más cercano. Recogiendo el pequeño mantel y el libro que estaba leyendo: “Perfecta Brillante Quietud, de David Carse, la “cosa david”, y dejando el resto de la comida junto al tronco abandonó el lugar cuando ya el manto de la noche reclamaba su espacio.

Entrando al pueblo por la calle del médico cayó en la cuenta de que si bien el agua de la laguna es una, el viento, suave, había formado algunas olas… Y se acordó de cuantas veces le acompañaba a la costa y éste le decía frente al mar: una, sola cosa, aparentando algunas.
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Y comprendió lo que aquel quiso enseñar cuando dijo: 
YO y el Padre somos Uno.
Unidad. Uno sin segundo. No-dualidad. ¡Advaita!
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sábado, 17 de septiembre de 2016

Ella.

Abrió la ventana de su habitación para ver qué tiempo hacía y la vio, a ella. Pura, blanca, joven, bella, destacando de todo lo que había a su alrededor. ¡Única! Se sorprendió al verla en esa época. Recordaba su presencia en la comarca de otros años meses atrás. Y comprendió…

Comprendió que la vida no es un monocarril de sentido único, poema de una sola rima, ni novela de final establecido.

Supo que si bien el mundo es uno… no es el mismo para todos.

Una analogía se hizo eco en los pensamientos… Es, se dijo, como un lienzo blanco y sin mancilla que traes, y te trae, cuando llegas de nuevo a él. Al mundo.

Con la paleta de colores que conforma tu conciencia, tu alma, tu programa establecido de antemano, iniciarás el boceto de lo que será tu condición humana. Y con la cual irás diseñando esa obra que llamamos mi vida.

La estación en la que arribes tiene poca relevancia, la misma en que, acabado el lienzo, partas de nuevo. Primavera u otoño, verano o invierno, sólo se distinguirá por el canto de los mirlos posados en las magnolias.

Nada más quedará de ti. Como mucho el recuerdo de unos colores, marchitándose en el tiempo, en quien debe pintar su propia obra sin apegarse a las establecidas.

El mundo no es una galería de exposiciones a contemplar, admirar o conservar, sino fragua en la que moldear la arcilla que siempre eres. ¡TÚ!

Todo Lo Que Es. 

domingo, 4 de septiembre de 2016

Septiembre...

La trilla, la cosecha, el ciclo de la vida...

Ayer se oyeron en el valle los primeros cantos de otoño de los petirrojos. También esta mañana. Es un canto especial que se oye en esta época..

Y es que la vida sigue! Finaliza el verano y empieza un nuevo curso. Y no sólo para estudiantes.

Quien más quien menos tiene por delante un pequeño mundo de compromisos, risas, obligaciones, trabajo, responsabilidades, juego y, cómo no!, alguna lágrima. Todo un itinerario personal a enfrentar. Y que como los cursos de estudiantes suponen aprendizaje y esfuerzo. Que no sacrificio. Si bien éste puede darse...

¡Es la vida! Un día más, un año más, un ciclo más…

También la gota de lluvia que cayó en primavera en las montañas del valle ha llegado ya, vía caudal del río, al siguiente punto de su caminar: el mar. El siguiente será ascender de nuevo a las nubes, vía evaporación, para de nuevo volver a caer en invierno.

Y así per saecula saeculorum. (por los siglos de los siglos… amén!)

¿Ciclo interminable? ¡En absoluto! Largo sí. ¡Larguísimo! No en vano el agua, la lluvia, los ríos y el mar han acompañado al ser humano desde la noche de los tiempos.

Pero ¿y el ser humano? ¿Cuándo finaliza su deambular?

La pregunta es buena! La respuesta, cada quien encontrará una a su gusto.

Al fin y al cabo la Vida lleva su propio ritmo. Natural. Quienes se adaptan a él, fluyen, despiertan… ¡llegan!

Quienes escogen otro, a su gusto, que también está dentro de la órbita de la Vida, ¡cómo en la noria!, vueltas y vueltas y vueltas…

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Un amigo mío decía hace muchos años que “Hay un Orden y un ordencito”. En clara alusión a quienes se apuntan a uno o a otro.
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