El viento de media tarde meció las ramas de los árboles que, bordeando la orilla, daban sombra a la hierba, y una lluvia de pequeñas hojas doradas cubrió las aguas de la laguna. Una nube, jugando al escondite, ocultó en parte al sol… dando la bienvenida al incipiente ocaso. La tarde declina. Las copas de los viejos olmos, a lo lejos, se tintan de rojo. El campanario del pueblo se hace presente con ocho tañidos...
Cerró
sus ojos y se dejó embargar por la calidez del momento. Algo
somnoliento la cubría, se dejó hacer…
Se
vio de pequeña en su cama antes de dormirse y mientras su aitite
(abuelo) le contaba el cuento de cada noche. La mosca Gumersinda, el
pequeño ratón Pérez que le dejaba dinero cada vez que se le caía
un diente, la golondrina azul, la lechuza de lunares rojos sobre
blanco, el autillo verde con sombrero. Los vilanos de colores que la
visitaban cuando pasaban por su ventana abierta, haciéndole
cosquillas en la nariz mientras dormía. La rana, la gata, el perro
del caserío, la mariposa y la mariquita, y tantas y tantas historias
como le contaba…
Recordó también cómo según iba menguando su interés por los cuentos de niña, acorde con su edad y madurez, su aitite fue cambiando el sentido de los relatos. Entretenidos todos, sí, pero estos últimos eran otra cosa. Enlazaban ya entonces con la mujer que después fue, es!
Recordó también cómo según iba menguando su interés por los cuentos de niña, acorde con su edad y madurez, su aitite fue cambiando el sentido de los relatos. Entretenidos todos, sí, pero estos últimos eran otra cosa. Enlazaban ya entonces con la mujer que después fue, es!
Las
estrellas, las galaxias, el cosmos, la formación del mundo. La
velocidad de la luz… Cómo una estrella muerta hacía años
seguía viéndose actualmente. Lo relativo y lo concreto de las
cosas. De la vida. El nacimiento y la partida. El “hola” y el
“hasta la vuelta”. Dios y lo profano. Lo real y la apariencia.
Recordaba que no todo lo entendía a la primera, sí la mayor
parte, pero había notado que él no le daba importancia a ello.
Tranquila, le decía, ya florecerá… Y así solía ser!
Hoy
es consciente del cuidado que le prodigaba, entonces, y acorde con su
capacidad de comprensión, y más que ésta el momento que vivía,
para no embarcarla en cosas que, si bien reales, no era su tiempo.
Siempre la hizo mantener los pies en el suelo. Pero siempre también
subyacía en todo ello la enseñanza de aquel que decía a sus
discípulos: “Estáis en el mundo pero no sois del
mundo”.
Y
despertó… Y fue al moverse que salieron del cesto de mimbre en el
que guardaba los restos de la merienda una familia de ardillas que, a
la velocidad del rayo, se encaramaron al árbol más cercano.
Recogiendo el pequeño mantel y el libro que estaba leyendo:
“Perfecta Brillante Quietud, de David Carse, la “cosa david”, y
dejando el resto de la comida junto al tronco abandonó el lugar
cuando ya el manto de la noche reclamaba su espacio.
Entrando
al pueblo por la calle del médico cayó en la cuenta de que si bien
el agua de la laguna es una, el viento, suave, había
formado algunas
olas… Y se acordó de cuantas veces le acompañaba a la costa y
éste le decía frente al mar: una, sola cosa,
aparentando algunas.
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Y
comprendió lo que aquel quiso enseñar cuando dijo:
YO y el Padre somos Uno.
YO y el Padre somos Uno.
Unidad.
Uno sin segundo. No-dualidad. ¡Advaita!
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Hola, Ernesto.
ResponderEliminarDecirte que usaste unas metáforas
maravillosas y un clima perfecto para éste cuento, pues así le daré nombre.
También me hiciste recordar que debería alimentar mi memoria para volver a soñar con mi niñez, pues regresé por momentos a ella, algunos instantes hermosos, otros, ya fugaces, lamentablemente.
Me encantó no, lo siguiente.
Muxu haundia, Ernesto.
Me gustó mucho lo que escribes y las fotos que pusiste, sobre todo la del vilano de cardo. ¡ Cuantas veces una lo sopló cuando niña y creyó mandarle una " carta" al ser amado !
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ResponderEliminarMuy bello mensaje, tu prosa poética se eleva en cada nueva entrada, mis felicitaciones y agradecimiento.
mariarosa
Qué hermosa historia, Ernesto, tierna y profunda, un abrazo!
ResponderEliminarEl abuelo le dejó la buena enseñanza con los cuentos y poco a poco fue aprendiendo a la vida del recto camino.
ResponderEliminarUn abrazo.
no se si es aquí donde he de dejar mi comentario...
ResponderEliminarPRECIOSO RELATO ,ME RECUERDAS A MI ABUELITO QUE ME CONTABA CUENTOS ...YO ME CRIÉ CON ELLOS ...NO SE SI LO RECIBIRAS..
MIS ABRAZOS
POR SI ACASO TE ESCRIBIRÉ UN CORREO
ABRAZOS
Sentido relato sobre enseñanzas que perduran a través de los tiempos...un privilegio digno de valorar. Preciosas las fotos también. Abrazos.
ResponderEliminarNo pude no recordar ami abuelo con este relato
ResponderEliminargracias a él comprendí tempranamente lo que anunciaban las nubes, la luna y el sol según sus colores ...la voz del viento y las aves...y más...
y el cielo aún sigue brillando y latiendo.
Me gusta mucho como tratas a través de los relatos temas tan profundos del alma humana. Tienes un don especial...
ResponderEliminarEstoy intentando entender un poco el tema de la dualidad,no-dualidad. es un poco complicado aún,pero,voy dando pasitos!
Un abrazo!
Es una hermosa historia.
ResponderEliminarUn abrazo. Feliz semana
Por algún camino me han llevado estas escogidas fotos y tu texto inspirador...
ResponderEliminar..."ya florecerá"... Qué verdad! Como proceso de crecimiento que comienza en la raíz y requiere tiempo, condiciones ambientales adecuadas...y sin cambiar aparentemente nada.
Y los abuelos...una fuente de amor incondicional que dejan huellas en el alma, seguro!
Me ha encantado lo de las ardillas. Debe ser una experiencia maravillosa verlas a tu vera trepar al árbol. Ya me hubiera gustado que en alguna de mis meriendas hubieran salido de mi cesto jajajaja.
Un abrazo Ernesto.
Un texto muy bello y lleno de profundidad, Ernesto. Pura prosa poética.
ResponderEliminarTus relatos dejan un halo de enorme humanidad que los enriquece enormemente.
Los abuelos dejan en el alma de los niños la profundidad de su afecto para siempre.
Un abrazo, querido amigo.
Me encanta el relato, Ernesto, esos recuerdos del abuelo, que no tengo de mi niñez y que trato de que mi nieta sí los tenga.
ResponderEliminarEl abuelo y los personajes coloridos y raros de los cuentos que tanto les gustan a los niños.
La armonía con el entorno, dejarse llevar, las ardillas saliendo de la cesta, que hermosa visión.
Y ya me picó la curiosidad con lo de ¡Advaita!
Uf, Ernesto, que profundo y que lío.
Por suerte, y sin ningún mérito por mi parte, soy de las que no me aferro a nada, ni quiero poseer nada, sólo disfrutarlo, así que no me hace sufrir mi dualidad, de momento.
Preciosas foto.
Un beso,
ResponderEliminarAy, Ernesto. Que profundo y a la vez que poético. Y como siempre ese toque didáctico...
Enhorabuena con besos.
Unidad y lo has dicho en forma no solo magistral, sino de una tremenda belleza y delicadeza
ResponderEliminarGracias Eternas
Isaac
Hola Ernesto, un gusto leerte, pero me has llevado de lo divino a lo profano y me he perdido jaja...pero bueno, ya florecerá...
ResponderEliminarde momento elijo lo profano y me quedo adormecida en ese bosque entre ardillas y cuentos de infancia. Yo no he madurado sigo asì, y a mì los relatos encantados me los contaban mis tìas jòvenes que vivìan en la casa de los abuelos antes de casarse y me quedaba fascinada escuchàndolas. Mi abuelo era de pocas palabras pero adoro su recuerdo, al igual que mi abuela
Hasta pronto, un abrazo!
P.D: hemos coincidido en el color de las hojas...