Pronto
llegará Septiembre y con él el nuevo curso. De nuevo las clases,
los compañeros, la vuelta a esa normalidad en la que, generalmente,
nos movemos el resto del año.
Pasadas
las vacaciones, nos reuniremos los amigos. Y con alegre determinación
compartiremos los tramos de vida y los tiempos venideros.
─¿No
me diga que con las canas que peina todavía asiste a clase?
─Si
por clase quiere decir aula, pupitre, lápiz, mapamundi colgado en la
pared y fotografía de un señor algo… fuera de lugar, ¡pues no”
─¿Entonces?
─El
curso al que me refiero es a la vuelta de todos los veraneantes que,
miembros de este círculo de escritores de blogs que nos compartimos,
harán como las oscuras golondrinas de Adolfo
Bécquer.
Volverán
los alegres compañeros
en
sus blogs los textos a colgar,
y
otra vez con sus amables palabras
jugando
nos comentarán.
Y
aún aquellos que se fueron
para
nunca más volver,
aunque
aprendieron nuestros nombres…
¡esos…
no volverán!
(No
cabría negar los “desvaríos” que la sequedad literaria provoca)