lunes, 26 de enero de 2015

Agua única...

 Fotografía tomada por Carmela.

En relación a mi entrada anterior, una amiga mía se cuestiona...

¿Por qué estoy aquí y para qué?
Si soy una hoja de un "árbol" que estaba predestinada a caer en un momento determinado, con un fin determinado...¿porqué no se me informa, da pistas o señales de los motivos de mi puesta en escena?”

Nada más lejos de mi intención que tratar de explicar nada y menos convencerte de que estás o no en la realidad adecuada. Todo es uno. Si bien se percibe múltiple...

Si observas el océano desde la orilla, periferia, lo verás lleno de olas, múltiples. Pero si profundizas en lo que ves, percibes a primera vista, verás que es sólo una sola cosa. Agua única. Océano. Y es incuestionable reconocer que el océano y la ola no son más que agua. Y aún hay más, ambos son uno. No dos. ¡Uno!

Ahora bien, como ola que ve a otras olas, aquí y allá, que se identifica con lo que ve sin profundizar más, y que se ve zarandeada por los vaivenes de la vida, es comprensible que se sienta una entre muchas.

Y también es cierto que, dicho lo anterior, hay que saber conjugarlo con las realidades del día a día. Uno mismo, los demás, el trabajo, la familia, los hijos, el cuerpo, el dinero, las creencias, el mundo, etc., etc.

Real lo primero, real lo segundo... Pero esto último relativo. Como el soñar y lo soñado. Soñar es una realidad, incuestionable... Y lo soñado es una realidad relativa. Sueñas sí, pero lo que sueñas no es real.


Sirvan estas dos alegorías, océano único y sueño relativo, como indicativo de por dónde puede ir la realidad. Una... Y la mayor parte de la humanidad.

martes, 20 de enero de 2015

...las hojas siguen cayendo.


Hace años leí en el libro “El Maestro”, historia de sabiduría que se desarrolla en la China antigua, una frase que dejó huella en mí. La pronunció un anciano ciego en presencia de su nieta, el Maestro y su discípulo. Y era sobre la vida...

Lo que sucederá no puede detenerse y lo que no sucederá no puede forzarse. Todo sucede porque ha de suceder”.

Vendría a significar algo parecido a esta otra: “Cuando el viento amaina las hojas siguen cayendo”.

Lo que ambas, tal vez, quieran indicar es que hagamos lo que hagamos el suceder natural de la vida fluirá siempre... Y si lo dejáramos hacer, en vez de interrumpirlo, inconscientes y constantemente, otra sería la vida, y el mundo.

Lo que no quiere decir que cada quien no haga lo que considere. ¡Claro que sí! ¡Hagamos! Pero tengamos presente la enseñanza: “Lo que ¡sucederá! no puede detenerse...”

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“Recogerás lo que siembres”.
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jueves, 15 de enero de 2015

La iglesia.


Mientras el sacerdote entonaba los cánticos adecuados al momento de la misa, se entretuvo en sacar la cuenta de cuantas veces habría asistido a algún funeral en los 35 años que llevaba residiendo en el pueblo. No le llegaba la cuenta a la decena. Incluido el que se celebraba por el padre de su amiga Susana. 

No era hombre de iglesia. Y menos de esquelas. Por ello, en varias ocasiones, sus amigos habían partido sin que él lo supiese. Conocía y tenía amistades en las distintas órdenes religiosas de la zona.

Le gustaba utilizarla en esas calurosas tardes de verano en que solía entrar por el frescor que se vivía en su interior. También por la satisfacción que le producía el contacto con la gente cuando el sacerdote daba la paz y estos se daban la mano entre si.

Y fue ahí, en ese acto, que la conoció. Si bien había estado mirando hacia todos los lados, por entretener el tiempo, no lo había hecho a su espalda. Y ahí estaba ella, un poco hacia su izquierda.

Empezó estrechando la mano de las personas que se encontraban a su lado, después a las que delante de él se volvían buscando las suyas. Y posteriormente se volvió él mismo buscando las que a su espalda ya se le tendían... Entre ellas las de la mujer de su amigo, “Rubio”, a quienes descubrió al volverse y quien le tendió una mano lánguida, estrechó la de él y la siguiente, sin fijarse muy bien en quien se la tendía. Le impresionó la calidez y fuerza que transmitían. Y supo...

La miró brevemente a los ojos y los vio risueños, entrañables, entregados a lo que hacía. Su sonrisa era franca, natural. Observó cómo siguió estrechando las de otras personas y cómo disfrutaba con ello. Incluso se desplazó algo más hacia delante por coger las manos de una mujer que se las tendía. Todo ello le gustó.

Al proseguir la misa la observó de reojo en alguna ocasión. Pelo castaño, ondulado. Pantalón vaquero, un chaquetón... Su cara no reflejaba nada que llamase especialmente la atención. Un rostro de tantos. No recordaba haberla visto nunca...

Si bien ella no volvió a mirarle, notó que sí era consciente de sus miradas... Y una cierta placidez se instaló entre ambos. Supieron...

Supieron... Más allá de los gestos y las palabras no dichas, innecesarias.

Al salir de la iglesia se despidió de las amigas que la acompañaban permaneciendo en el pórtico. Cuando el hombre de las miradas salió se dirigió hacia él con su sonrisa abierta... ¿Te apetece tomar un café?

Su marido había fallecido hacía cerca de dos años. Cenaron en su casa. A la mañana siguiente él salió temprano a comprar el pan...

jueves, 8 de enero de 2015

...la ilusión.

Recuerdo de niño, Santa Marta del Tormes, tendría unos 4 años, que escribí una carta a los reyes magos en la cocina. Al terminarla y junto a mi padre salimos a la calle y éste, haciendo una bola con ella, la echó al tejado de nuestra vivienda. Entramos en casa, cerró la puerta y a los pocos segundos se oyeron unos golpes... Salimos y no había nadie. ¿La explicación? Que los reyes había venido a recogerla...

Siempre me he preguntado si esa ilusión de los reyes magos, que los adultos viven con mayor emoción que los propios niños, entre otras, es realmente necesaria. No digo que no disfruten con ella, tal vez como disfrutamos nosotros en su día, me pregunto simplemente si es necesaria esa primera mentirilla, bienintencionada, ilusoria, que marca ya esa tendencia de irrealidad que será una constante a lo largo de sus vida.

¿Por qué debiera ser menos mentira esa primera ocultación de la realidad? ¿No se les abre la puerta a, cuando les interese, mentir? ¿No se les regaña, y castiga, después por lo mismo que nosotros hemos fomentado sin ser conscientes de las consecuencias?

Mentirán, mentimos, a los padres, maestros, compañeros de juegos. Mañana a la empresa donde trabajamos, o ésta a nosotros. Miente el gobierno, las instituciones, civiles o religiosas. Mentirán a sus parejas, amigos, vecinos... No con mala intención. O por lo menos no con mucha mala intención. Lo harán por hacer, porque está instituido en la sociedad. Por que sino eres tonto... Y algunos volverán a mentir a sus hijos con la historia interminable que nunca sucedió. Pero que ellos vivieron de niños...
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Los hábitos inadecuados se acumulan en las raíces y las ramas de tu personalidad. Si no puedes ver y actuar más allá de ellos, es inevitable que termines estancado en algún punto del camino.

Maestro Zen Yuansou
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