sábado, 23 de febrero de 2019

¿Dónde?...

 
Bahía de Txingudi.
En la soleada mañana de aquel sábado se montó en el autobús que, por toda la costa, le llevaría hasta el pequeño puerto pesquero donde se besaron por primera vez… Fue en el atardecer del verano del 97… Ella estaba preciosa, radiante, risueña. Le encantaba aquella sonrisa! Su pelo ensortijado, indomable antaño según le contó un día, su juventud, frescura, simpatía… su determinación!

¿Dónde se conocieron?… ¿Dónde el reencuentro en esta vida tras sus vidas compartidas?

La recuerda con aquel ancho vestido hasta los tobillos que los juegos del viento hacían revolotear hasta su cintura… Y que apoyados ambos en el murete del malecón, éste le impedía ver del todo ese efecto algo perturbador de que quedasen al descubierto sus piernas… y más. Y fue al separarse algo de la piedra que descubrió que debajo del vestido había otra prenda de casi igual largura… Y su ánimo se serenó!

¿Acaso no iban a ser suyas aquellas piernas, aquellos labios, aquella cara risueña…, su dulzura?

Hoy, mientras contempla distraído el suave oleaje desde el acantilado, y las decenas de pequeños barcos a vela de la escuela marinera de la zona surcando la bahía, siente en su boca el sabor de sus besos… una vez más. Y recuerda que mientras se besaban, tanto en el puerto como durante el tiempo que todo aquello duró, en aquella habitación que encontraron, o ella les encontró a ellos, él abría sus ojos… y la observaba. Ojos cerrados, dulce, entregada, sintiendo…, y sobre todo su mano en su mejilla. Tenía una forma de posar su mano que era muy elocuente… En ese gesto, estaba toda ella!

sábado, 16 de febrero de 2019

Pañuelo de seda...


Desprendimiento... Desapego... Dejar fluir la vida!

Una mañana estupenda. Una preciosa música. El silencio de una casa sin gente... Un cielo azul de Castilla, de los que conocí en mi infancia. (Por “conocí en mi infancia” hay que entender todo un universo de sensaciones y realidades acorde con la edad y la visión del mundo de entonces.)

Un sol emergente que calentará todo donde pose sus rayos… Un ánimo tranquilo, sosegado, de ver venir lo que haya de venir…

¿Ver venir lo que haya de venir?… Esto parece muy profundo… O lo contrario! ¡Simple! Me atrevería a decir que es como ir por la vida en “monorraíl”. Usted se sube y se limita a ir donde le lleve… esa dirección única!
¡Hombre!, no es exactamente así… ¡Hace ya tiempo que me compré un pañuelo de seda para las despedidas!
¿Y eso?...
Pues sin ser muy consciente hasta ahora, y leyendo a Nisargadatta, descubro que llevo tiempo practicando eso del "adiós" de lo que ya no es necesario en mi vida.


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"Para vivir en bienestar y constante crecimiento, deberíamos aprender a dejar marchar situaciones o personas que no nos aportan calidad de vida. Parejas que no son felices y siguen juntas, trabajos que amargan la existencia, amistades tóxicas, familia que coarta la libertad, etc.

Hay tantísimas situaciones y personas que nos rodean y empeoran nuestro bienestar, y aun así, a veces nos empeñamos en seguir aferrados a ello.

¿Por qué es tan importante aprender a dejar marchar?

Porque la vida es tan cambiante y ofrece tantas cosas nuevas, que aferrarse a algo que no funciona, es conformarse con una calidad de vida que podría mejorar si supiéramos dejar que la vida fluyera de forma natural.

Dejar marchar significa aceptar cada situación como es. Significa no forzar las cosas y dejar que todo fluya naturalmente.

Si por ejemplo escribimos a alguien que nos importa y no recibimos respuesta, es mejor aceptarlo y pasar página, abrirse a nuevas experiencias y conocer gente nueva. No digo que no haya que luchar por las cosas, pero el mundo de las relaciones funciona como un juego de mesa en el que ambos deben tirar los dados y jugar. Si tiramos una vez los dados y el otro no tira, no tiene sentido seguir jugando solo porque no hay interés por la otra parte, lo racional es dejar el juego y buscar a otra persona que quiera jugar.

La trampa de las preguntas.

Habitualmente dejar marchar no se convierte en tarea fácil. La mayoría cuando percibe que algo que le importa se escapa entre sus manos, no aceptan y buscan respuestas. ¿por qué ya no quieres que hablemos como antes?; ¿por qué has dejado de quererme?, ¿por qué estás tan esquivo conmigo?, etc.

Normalmente las personas que nos valoran y quieren seguirán a nuestro lado sin tener que hacer esfuerzo, porque pondrán de su parte en mantenernos. Por lo tanto, la creencia de que para tener algo hay que sacrificarse es errónea, porque el sacrificio sin correspondencia trae frustración y estancamiento.

Notarás que algo vale la pena cuando de forma natural todo fluya y sea un dar y recibir recíproco.

Dejar marchar también las ideas.

Dejar ir no solo es aplicable a situaciones y personas, también a menudo tenemos ciertas ideas que deberíamos dejar que se esfumaran para aumentar la felicidad.

Muchas veces, en vez de dejar que todo fluya nos empeñamos en que las cosas sucedan a nuestra manera.

Toda idea que provoca un sentimiento negativo, deberíamos dejar que se esfumara de nuestra mente.

Desprendámonos de los apegos.

Entre las orillas del dolor y el placer fluye el río de la vida. Solo cuando la mente se niega a fluir con la vida y se estanca en las orillas se convierte en problema. Fluir quiere decir aceptación, dejar llegar lo que viene, dejar ir lo que se va".

(Sri Nisargadatta Majaraj)
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viernes, 8 de febrero de 2019

llora...

 
Klimt Golden.

Sentado en el viejo banco de madera donde la encontró aquel atardecer del 97, ensimismada en sus pensamientos y con la mirada perdida en la corriente del río, observa hoy como varias truchas de buen tamaño, que se mantienen ondeando sus cuerpos contra la corriente, de vez en cuando sacan la boca del agua y parecen atrapar algo que sobre la superficie el río trae…

El murmullo del agua al pasar reaviva sus recuerdos… ¡Cuántos años ya! ¿Qué será de ella?

Las imágenes de entonces se hacen nítidas ante él… Y vuelve a revivir el tiempo aquel.

La ve sentada y con cierto aire de tristeza… Bueno, recuerda que no fue tristeza su primera impresión, sí tal vez desconcierto. ¡Un profundo desconcierto emanaba de aquella mujer!

Dudó si sentarse en el mismo banco por no perturbarla en aquellos momentos... Pero al final optó por hacerlo. Dándole las buenas tardes y pidiéndole permiso, se sentó en el borde. Ella se limitó, sin mirarle, a recoger sobre su regazo el jersey de color azul que había dejado a su lado.

Así permanecieron largo rato, en silencio. Ella a penas se movió. Solo cuando pareció buscar algo en su bolso, él la miró a la cara. Algo resbalaba por sus mejillas… Viendo que nada sacaba, dedujo que no tenía pañuelo… Miró a su alrededor y vio, sentadas en otro banco, a dos mujeres de cierta edad en animada conversación. Se dirigió a ellas y les pidió si tenían algún pañuelo de papel… Con el paquete en la mano, abriéndolo, regresó donde ella.

Minutos después y ya algo más repuesta, le devolvía el paquete y le daba de nuevo las gracias.

Cenando en el restaurante Gasolina, en el centro de Cervera de Pisuerga, ella le abrió su alma… Desgranó su dolor y su tristeza…

Su compañero, su pareja desde hacía pocos meses, había fallecido días atrás. Se conocieron en Madrid, donde ella residía. Ambos provenían de experiencias fallidas, y se enamoraron. La ilusión, ésta ya más real y profunda que a los veinte, les embargó de nuevo a sus 45 y 52 años.

Tenía previsto abandonar la casa de él, donde convivieron durante algunos meses, y regresar a Madrid. Se despidieron esa noche con un largo y cálido abrazo de amigos… Pero no intercambiaron ni teléfonos ni dato alguno que les permitiese contactar… Lo dejaron todo en manos del destino. Sabiendo ambos que ella tenía que enfrentar su propio mañana!

Sentado hoy de nuevo en el viejo banco, 13 años después de volver a revivir aquellos recuerdos, y con el sol de media tarde reflejado en el río, un pensamiento, tal vez un sentimiento al que no quiero poner nombre, pugna por salir… Un leve ruido a mi espalda, una hojarasca que se mueve, me corta el aliento por momentos… ¿Eres tú Encarna?

Un perro, cuya dueña lo vigila en la distancia, se acerca hasta mí moviendo su rabo… Mi mano sobre su cabeza le hace sentarse frente a mí.

El río de la vida sigue fluyendo… Y así seguirá aún después de que Encarna y yo nos reencontremos al otro lado de donde quiera que sea!

¡Adiós Encarna, adiós amiga mía!… En tu recuerdo mi corazón se abreva...