Klimt Golden. |
Sentado en el viejo banco de madera donde la encontró aquel atardecer del 97, ensimismada en sus pensamientos y con la mirada perdida en la corriente del río, observa hoy como varias truchas de buen tamaño, que se mantienen ondeando sus cuerpos contra la corriente, de vez en cuando sacan la boca del agua y parecen atrapar algo que sobre la superficie el río trae…
El
murmullo del agua al pasar reaviva sus recuerdos… ¡Cuántos años
ya! ¿Qué será de ella?
Las
imágenes de entonces se hacen nítidas ante él… Y vuelve a
revivir el tiempo aquel.
La
ve sentada y con cierto aire de tristeza… Bueno, recuerda que no
fue tristeza su primera impresión, sí tal vez desconcierto. ¡Un
profundo desconcierto emanaba de aquella mujer!
Dudó
si sentarse en el mismo banco por no perturbarla en aquellos
momentos... Pero al final optó por hacerlo. Dándole las buenas
tardes y pidiéndole permiso, se sentó en el borde. Ella se limitó,
sin mirarle, a recoger sobre su regazo el jersey de color azul que
había dejado a su lado.
Así
permanecieron largo rato, en silencio. Ella a penas se movió. Solo
cuando pareció buscar algo en su bolso, él la miró a la cara. Algo
resbalaba por sus mejillas… Viendo que nada sacaba, dedujo que no
tenía pañuelo… Miró a su alrededor y vio, sentadas en otro
banco, a dos mujeres de cierta edad en animada conversación. Se
dirigió a ellas y les pidió si tenían algún pañuelo de papel…
Con el paquete en la mano, abriéndolo, regresó donde ella.
Minutos
después y ya algo más repuesta, le devolvía el paquete y le daba
de nuevo las gracias.
Cenando
en el restaurante Gasolina, en el centro de Cervera de Pisuerga, ella
le abrió su alma… Desgranó su dolor y su tristeza…
Su
compañero, su pareja desde hacía pocos meses, había fallecido días
atrás. Se conocieron en Madrid, donde ella residía. Ambos provenían
de experiencias fallidas, y se enamoraron. La ilusión, ésta ya más
real y profunda que a los veinte, les embargó de nuevo a sus 45 y 52
años.
Tenía
previsto abandonar la casa de él, donde convivieron durante algunos
meses, y regresar a Madrid. Se despidieron esa noche con un largo y
cálido abrazo de amigos… Pero no intercambiaron ni teléfonos ni
dato alguno que les permitiese contactar… Lo dejaron todo en manos
del destino. Sabiendo ambos que ella tenía que enfrentar su propio
mañana!
Sentado
hoy de nuevo en el viejo banco, 13 años después de volver a revivir aquellos
recuerdos, y con el sol de media tarde reflejado en el río, un
pensamiento, tal vez un sentimiento al que no quiero poner nombre,
pugna por salir… Un leve ruido a mi espalda, una hojarasca que se
mueve, me corta el aliento por momentos… ¿Eres tú Encarna?
Un
perro, cuya dueña lo vigila en la distancia, se acerca hasta mí
moviendo su rabo… Mi mano sobre su cabeza le hace sentarse frente a
mí.
El
río de la vida sigue fluyendo… Y así seguirá aún después de
que Encarna y yo nos reencontremos al otro lado de donde quiera que
sea!
¡Adiós
Encarna, adiós amiga mía!… En tu recuerdo mi corazón se
abreva...
La memoria del escritor, hace posible que los bellos recuerdos puedan transmutarse en vividas realidades.
ResponderEliminarMe gustó tu relato.
Un abrazo.
Hermoso y nostálgico relato, Ernesto, un abrazo!
ResponderEliminarMe gusta como describes el relato Ernesto. Deduzco de esos recuerdos, el pensamiento de lo que pudo ser y no fue.
ResponderEliminarUn abrazo.
ResponderEliminarEsa despedida final suena a real, a definitiva (por ahora) y me dan ganas de abrazarte y callar.
El texto, bonito, es un bello homenaje a Encarna
Abrazos, Ernesto
Dejar la vida en manos del destino creo que no es bueno, aún sabiendo que la vida nos empuja a un lado o a otro, hay que hacer por dirigirla.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. SAludos.
Ernesto, Lo que has escrito, me ha encantado.
ResponderEliminarNo puede estar mejor contado y no se puede integrar mejor al lector, dentro de la trama.
Besos
Hola, Ernesto!
ResponderEliminarUn texto muy bonito, bién escrito y saudoso.
Recordações de un tempo feliz. Tal vez Encarna y ele se reencontrem algures.
Besos y bon finde.
No sabía que escribieras relatos tan bonitos como este.TAl vez no llegué a leer todos los que hubieras publicado
ResponderEliminarPero me ha fascinado ese recuerdo,ese encuentro tan dulce ,cariñoso,etéreo...
Muy bueno,Ernesto!!
Besucos
Gó
*Ya se puede entrar en mi blog
Necesitaba que la dirección de correo fuera aceptada
Relato de una separación no aceptada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es un texto, como cada vez, fácil de comprender y "de vivir", Ernesto.De los que hace ponerse en el pellejo de sus protagonistas y de seguir pensando.
ResponderEliminarUna bonita historia, la vida suele jugar con nuestras emociones.
ResponderEliminarSuena a historia real.
Mariarosa.
Estos relatos tan románticos sí que me gustan, y más si lo cuentas así tan dulce y elegante.
ResponderEliminarPero me pregunto, cómo no le ofreció su propio pañuelo?, bueno también me respondo la posibilidad, :))).
Me encantó Ernesto, espero mas, jajaja.
Un abrazo.
Un nostálgico relato, espero que en algún momento se reencuentren aunque a veces es mejor perseguir lo que se quiere que dejarlo en manos del destino, que ya dicen que es muy caprichoso.
ResponderEliminarBesos
Ernesto, tu sensibilidad y talento,totalmente reflejado en este relato.
ResponderEliminarGracias por dejarnos estas letras.
Un fuerte abrazo!
Me quedo en silencio observando y escuchando el sentimiento que habita su memoria, no quiero distraerlo,no quiero que se esfume la imagen que ha captado de ella al regresar a ese lugar en donde el destino enlazo los hilos de sus almas.
ResponderEliminarMe gusto mucho el relato.
Abrazos.
Un texto bien engarzado, con toques poéticos y reales, donde la vida fluye, donde se siente el sentir.
ResponderEliminarUn abrazo sentido para tí Ernesto.
En la vida hay cosas que pasan de repente pero no se olvidan ya jamás ...Yo bebí agua en una fuente y con el pensamiento llego a ella siempre y sigo bebiendo...es agua fresca y cristalina
ResponderEliminarGracias por tu recuerdo ,lo mismo te deseo feliz fin de semana
Abrazos
Un texto que te hace sentirse en unos instantes como espectador de los pensamientos que transcurren en la mente del que piensa en un lugar en el que le vuelven sus recuerdos.
ResponderEliminarUn feliz domingo.
Una emocionante y bella historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
A veces pasa, que uno observa el mundo ya sea desde el banco de un parque o desde la orilla de un rio. Y cuando nada se espera el mundo se abre como una flor hermosa, ofreciéndonos oportunidades curiosas y que antes no estaban.
ResponderEliminarSaludos, Ricardo.
Me has dejado pensativa Ernesto. Qué preciosidad y qué reflexión más hermosa. A mí me gusta hacer eso de sentarme y observar. Mando callar la mente y dejo que "algo" me hable. Los recuerdos del pasado suelen venir de la mano de ese "algo". A veces una gran felicidad me invade, y otras la melancolía, depende del caso. Me has recordado esa sensación con fuerza al leerte amigo mío.
ResponderEliminarBesos:D
Sentido y bello. Una suerte que Encarna se encontrara con el protagonista. Una suerte poder leerte. Un abrazo Ernesto.
ResponderEliminar¡Qué bonita historia! Emociona leerla. Mis felicitaciones.
ResponderEliminarNostálgico, lleno de belleza y elegancia. un placer leerlo.....saludos
ResponderEliminarQuerido Ernesto, parece mas una experiencia personal que un relato, espero equivocarme.
ResponderEliminarMe ha invadido la tristeza y yo solo soy una lectora...así que te mando un abrazo grande por si lo necesitas.
Besos.
Y aunque hoy no me llamaste aquí estoy para darte un abrazo .
ResponderEliminarTe quiere tu amiga
Marina
Así es realmente,la vida está hecha también de momentos fugaces como este,no solo de lo duradero y firme. Y son esos momentos los que le ponen la salsa,el adorno a esa otra vida de rutina y,a veces, hastío.Un bello recuerdo nos acompañará siempre,hasta esa otra orilla a la que todos arribaremos algún día.
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