viernes, 26 de febrero de 2016

Puzzle...








"El destino de un país no depende de tu voto en las elecciones; el peor hombre es tan fuerte como el mejor en ese juego; no depende de la clase de papel que metes en una urna una vez al año, sino en la clase de hombre que sale de tu casa cada mañana."

Henry David Thoreau

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Comentario dejado en el blog de una persona amiga al descubrir lo que relato:

"Hola de nuevo...

Observo que has incorporado a tu blog recientemente, antes creo haber visto que no los tenías, ¿cuatro? localizadores de situación. Es decir, una opción que identifica a quienes entramos a leerte. Desde dónde, qué pueblo, zona, país. A qué hora, minuto y segundo. Y cuánto tiempo permanecemos en tu blog. ¿Es así?

Si así fuese, amiga, debo señalarte que no me siento cómodo cuando mi privacidad e intimidad queda al descubierto. Y doy por sentado que no es por malsana curiosidad. En ocasiones simplemente por rellenar espacios en los blogs...

Entré a leerte y dejé mi comentario. Es decir, yo me he identificado. ¡Todo correcto! Pero al volver otra vez, quería echar un vistazo a tu blog en trabajos ya publicados, he descubierto lo anterior.

Mientras escribo este segundo comentario estoy a la vista de todo el que entre a tu espacio... Y, repito, no me siento nada cómodo con ello.

De hecho cuando entro en un nuevo blog a leer es lo primero que miro. ¿Tiene localizadores? ¡Adiós!

Respeto profundamente tu derecho a incorporar a tu espacio lo que gustes, ..., pero choca frontalmente con mi deseo y derecho a la privacidad.

Al carecer de tu dirección de correo me veo obligado a hacértelo llegar por este medio.

De nuevo un abrazo."

miércoles, 17 de febrero de 2016

Querida mía, amor de mi vida, alma toda… te quiero!…


Si bien cuando llegaron al pueblo llovía con fuerza, ninguno del grupo de peregrinos demostró disgusto por ello. Más bien al contrario, la satisfacción de lo que les esperaba. Cena y cama. Llevaba una semana recorriendo el Camino de Santiago, y aunque lo inició solo, anhelaba esa soledad, acabó dejándose integrar en un grupo de madrileños que, por tercer año, recorrían distintos tramos.

Cervera de Pisuerga. Conocía el pueblo de otros tiempos… de veintiocho años atrás… De cuando las risas y los abrazos, los besos y las caricias eran una constante en su vida Le gustaba ese sabor a vidas antiguas que rezumaban sus calles, esos viejos comercios de maderas artísticas y cristales curvados, cerrados y abandonados hoy, rebosantes ayer de artículos y vida, de colores y alegrías. Había vuelto años atrás… volvía. No es que buscase nada determinado ni nada añorase. Sabía que la vida es así. Pero le gustaba perderse por sus calles tranquilas, y limpias. Ver a sus gentes vivir sus vidas. Oír sus palabras de Castilla La Vieja cuando con ellas se cruzaba. El olor a pan recién hecho. El bullicio los días de mercadillo. Sus entrañables soportales de madera, donde la vida de estos pueblos teje su historia...

Mientras el grupo desayunaba les comunicó que se quedaba. Poco después buscaba alojamiento en la fonda que ya conocía. El matrimonio que la regentaba se alegró de verle.

La soleada mañana que había amanecido lo llevó hasta el río que cruzaba la ciudad. Nada había cambiado en él. El parque, los bancos junto a la orilla, el caudal, que siendo distinto siempre era. No se veían las truchas de otras veces debido a la turbiedad del agua… Bueno sí, de vez en cuando alguna sacaba la cabeza en el intento de coger el bocado que la corriente llevaba. Recordó el jersey azul de hilo que se quedó abandonado una tarde en la que embelesados, de la mano y rozando sus labios sonrientes se alejaron del lugar…

Unos vinos en la plaza, un menú casero donde Felisa, el café en el señorial casino mientras veía jugar al ajedrez a algunos parroquianos. Y vuelta a los paseos callejeros. A eso de las seis volvió al río. Sentado en el banco de los recuerdos vio pasar a una mujer que se sentó en el contiguo. Nada destacable le llamó la atención. Si acaso le pereció percibir como una sombra de tristeza que la siguiese…

La tranquilidad que le embargaba, la satisfaccíón que le producía saberse en casa, el calor del atardecer sobre su cara, todo ello le hizo cerrar los ojos… adormilarse unos momentos. Cuando los abrió de nuevo y miró hacia la mujer ésta ya no estaba. Creyó percibir que el murmullo del río le susurraba algo… ¿era posible?

Al pasar por delante del banco donde ella se había sentado vio un sobre bajo éste. Lo cogió. No figuraba ni dirección ni remite. Estaba abierto y algo ajado. Dudó en sacar su contenido… ¿sería de ella?

Querida mía, amor de mi vida, alma toda… te quiero!… No es mi mano quien escribe esta carta, no podría. Es de Sor Pilar, la monja que me atiende y me cura. Sabes ya de mi caída, junto a otros, en la ascensión a la montaña. Desgraciado accidente, vida mía… Más serio de lo que pudiese parecer amor… Más serio… Y lejos de ti!

Te escribo, dicto más bien, porque el diagnóstico médico reconoce daños internos que… tal vez no pueda superar… Sé lo que hablo mi amor, y lo que ello significa para los dos… Sobre todo tú, que te enteras ahora de lo que la vida nos depara… ¿Sabes corazón? Estoy tranquilo, estoy bien dentro de la situación. Es la vida, nuestra vida más allá de la vida!...

Siempre en mí, Leonor, siempre en ti, amor.”

Poco después entregaba el sobre en la farmacia, pues su titular era la destinataria del mismo.

Invitado por ésta, cenaron en el Gasolina aquella noche...

domingo, 7 de febrero de 2016

¿Qué queda?

Del blog de Carmela, Mi fular.
Despertar puede llevar toda una vida. Ver es cuestión de un instante. (Anthony de Mello)


Orígenes

Aquel día era el cumpleaños de una discípula.

¿Qué quieres que te regale por tu cumpleaños?”, le preguntó el Maestro.

Algo que me proporcione la Iluminación”, le respondió ella.

El Maestro sonrió. “Dime querida”, le preguntó, “cuando naciste, ¿entraste en el mundo como si fueses una estrella caída del cielo o brotaste de él igual que brota una hoja de un árbol?”

La discípula se pasó el día meditando la extraña pregunta del Maestro. Al fin, vio de pronto la respuesta y adquirió la Iluminación.


Éste es uno de los cuentos y citas de sabiduría contenidos en el libro “Quién puede hacer que amanezca”, de Anthony de Mello, S. J. Leídos miles de veces a lo largo de más de 20 años, a éste concretamente nunca le había acabado de coger el punto… ¿nacer, entrar, brotar? Sabía por donde podía ir el sentido, no en vano llevo tiempo en esto de la búsqueda de uno mismo. Un handicap sobre ello lo tenía precisamente en una de las experiencias humanas más entrañables. Haber estado presente, cogiéndole una mano a mi hija, en el parto de mi segunda nieta. Sencillamente la vi salir.

Ante este nacimiento natural ¿cómo podía conjugar la palabra brotar? Que sabía que era el quid de la cuestión.

Lo comprendí recientemente al observar cómo las olas del mar brotaban, que no nacían ni entraban, del Océano.

Océano… brota una ola, nace. Océano… muere una ola… ¿Qué queda?… ¡Océano!

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Otras citas, tal vez más conocidas, que señalan lo mismo.
La unidad de donde todo brota. El Océano único que se manifiesta a sí mismo en múltiples, millones y millones de olas. Millones y millones de seres y formas aparentemente diferentes.

-La paz que sobrepasa todo entendimiento.
-Entra al lugar secreto de lo más elevado y en el lugar secreto de lo más elevado la verdad te será revelada.
-YO y el Padre somos Uno.
-Conoced la verdad y ella os hará libres.
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¿La realidad? ¡Una! ¡TÚ! Dios. ¡Todo Lo Que Es!