viernes, 8 de febrero de 2019

llora...

 
Klimt Golden.

Sentado en el viejo banco de madera donde la encontró aquel atardecer del 97, ensimismada en sus pensamientos y con la mirada perdida en la corriente del río, observa hoy como varias truchas de buen tamaño, que se mantienen ondeando sus cuerpos contra la corriente, de vez en cuando sacan la boca del agua y parecen atrapar algo que sobre la superficie el río trae…

El murmullo del agua al pasar reaviva sus recuerdos… ¡Cuántos años ya! ¿Qué será de ella?

Las imágenes de entonces se hacen nítidas ante él… Y vuelve a revivir el tiempo aquel.

La ve sentada y con cierto aire de tristeza… Bueno, recuerda que no fue tristeza su primera impresión, sí tal vez desconcierto. ¡Un profundo desconcierto emanaba de aquella mujer!

Dudó si sentarse en el mismo banco por no perturbarla en aquellos momentos... Pero al final optó por hacerlo. Dándole las buenas tardes y pidiéndole permiso, se sentó en el borde. Ella se limitó, sin mirarle, a recoger sobre su regazo el jersey de color azul que había dejado a su lado.

Así permanecieron largo rato, en silencio. Ella a penas se movió. Solo cuando pareció buscar algo en su bolso, él la miró a la cara. Algo resbalaba por sus mejillas… Viendo que nada sacaba, dedujo que no tenía pañuelo… Miró a su alrededor y vio, sentadas en otro banco, a dos mujeres de cierta edad en animada conversación. Se dirigió a ellas y les pidió si tenían algún pañuelo de papel… Con el paquete en la mano, abriéndolo, regresó donde ella.

Minutos después y ya algo más repuesta, le devolvía el paquete y le daba de nuevo las gracias.

Cenando en el restaurante Gasolina, en el centro de Cervera de Pisuerga, ella le abrió su alma… Desgranó su dolor y su tristeza…

Su compañero, su pareja desde hacía pocos meses, había fallecido días atrás. Se conocieron en Madrid, donde ella residía. Ambos provenían de experiencias fallidas, y se enamoraron. La ilusión, ésta ya más real y profunda que a los veinte, les embargó de nuevo a sus 45 y 52 años.

Tenía previsto abandonar la casa de él, donde convivieron durante algunos meses, y regresar a Madrid. Se despidieron esa noche con un largo y cálido abrazo de amigos… Pero no intercambiaron ni teléfonos ni dato alguno que les permitiese contactar… Lo dejaron todo en manos del destino. Sabiendo ambos que ella tenía que enfrentar su propio mañana!

Sentado hoy de nuevo en el viejo banco, 13 años después de volver a revivir aquellos recuerdos, y con el sol de media tarde reflejado en el río, un pensamiento, tal vez un sentimiento al que no quiero poner nombre, pugna por salir… Un leve ruido a mi espalda, una hojarasca que se mueve, me corta el aliento por momentos… ¿Eres tú Encarna?

Un perro, cuya dueña lo vigila en la distancia, se acerca hasta mí moviendo su rabo… Mi mano sobre su cabeza le hace sentarse frente a mí.

El río de la vida sigue fluyendo… Y así seguirá aún después de que Encarna y yo nos reencontremos al otro lado de donde quiera que sea!

¡Adiós Encarna, adiós amiga mía!… En tu recuerdo mi corazón se abreva...

27 comentarios:

Juan L. Trujillo dijo...

La memoria del escritor, hace posible que los bellos recuerdos puedan transmutarse en vividas realidades.
Me gustó tu relato.
Un abrazo.

maria cristina dijo...

Hermoso y nostálgico relato, Ernesto, un abrazo!

Matías dijo...

Me gusta como describes el relato Ernesto. Deduzco de esos recuerdos, el pensamiento de lo que pudo ser y no fue.
Un abrazo.

Alís dijo...


Esa despedida final suena a real, a definitiva (por ahora) y me dan ganas de abrazarte y callar.
El texto, bonito, es un bello homenaje a Encarna

Abrazos, Ernesto

Manuela Fernández dijo...

Dejar la vida en manos del destino creo que no es bueno, aún sabiendo que la vida nos empuja a un lado o a otro, hay que hacer por dirigirla.
Me ha gustado mucho. SAludos.

Tracy dijo...

Ernesto, Lo que has escrito, me ha encantado.
No puede estar mejor contado y no se puede integrar mejor al lector, dentro de la trama.
Besos

CÉU dijo...

Hola, Ernesto!

Un texto muy bonito, bién escrito y saudoso.
Recordações de un tempo feliz. Tal vez Encarna y ele se reencontrem algures.

Besos y bon finde.

dijo...

No sabía que escribieras relatos tan bonitos como este.TAl vez no llegué a leer todos los que hubieras publicado
Pero me ha fascinado ese recuerdo,ese encuentro tan dulce ,cariñoso,etéreo...
Muy bueno,Ernesto!!
Besucos

*Ya se puede entrar en mi blog
Necesitaba que la dirección de correo fuera aceptada

Alfred dijo...

Relato de una separación no aceptada.
Un abrazo.

esteban lob dijo...

Es un texto, como cada vez, fácil de comprender y "de vivir", Ernesto.De los que hace ponerse en el pellejo de sus protagonistas y de seguir pensando.

mariarosa dijo...

Una bonita historia, la vida suele jugar con nuestras emociones.
Suena a historia real.
Mariarosa.

Elda dijo...

Estos relatos tan románticos sí que me gustan, y más si lo cuentas así tan dulce y elegante.
Pero me pregunto, cómo no le ofreció su propio pañuelo?, bueno también me respondo la posibilidad, :))).
Me encantó Ernesto, espero mas, jajaja.
Un abrazo.

Conxita C. dijo...

Un nostálgico relato, espero que en algún momento se reencuentren aunque a veces es mejor perseguir lo que se quiere que dejarlo en manos del destino, que ya dicen que es muy caprichoso.
Besos

lunaroja dijo...

Ernesto, tu sensibilidad y talento,totalmente reflejado en este relato.
Gracias por dejarnos estas letras.
Un fuerte abrazo!

http://azulgenia.blogspot.mx/ dijo...

Me quedo en silencio observando y escuchando el sentimiento que habita su memoria, no quiero distraerlo,no quiero que se esfume la imagen que ha captado de ella al regresar a ese lugar en donde el destino enlazo los hilos de sus almas.
Me gusto mucho el relato.

Abrazos.

Ángela dijo...

Un texto bien engarzado, con toques poéticos y reales, donde la vida fluye, donde se siente el sentir.
Un abrazo sentido para tí Ernesto.

Marina-Emer dijo...

En la vida hay cosas que pasan de repente pero no se olvidan ya jamás ...Yo bebí agua en una fuente y con el pensamiento llego a ella siempre y sigo bebiendo...es agua fresca y cristalina
Gracias por tu recuerdo ,lo mismo te deseo feliz fin de semana
Abrazos

Mari-Pi-R dijo...

Un texto que te hace sentirse en unos instantes como espectador de los pensamientos que transcurren en la mente del que piensa en un lugar en el que le vuelven sus recuerdos.
Un feliz domingo.

AMALIA dijo...

Una emocionante y bella historia.

Un abrazo.

Ricardo Reina Martel dijo...

A veces pasa, que uno observa el mundo ya sea desde el banco de un parque o desde la orilla de un rio. Y cuando nada se espera el mundo se abre como una flor hermosa, ofreciéndonos oportunidades curiosas y que antes no estaban.

Saludos, Ricardo.

Margarita HP dijo...

Me has dejado pensativa Ernesto. Qué preciosidad y qué reflexión más hermosa. A mí me gusta hacer eso de sentarme y observar. Mando callar la mente y dejo que "algo" me hable. Los recuerdos del pasado suelen venir de la mano de ese "algo". A veces una gran felicidad me invade, y otras la melancolía, depende del caso. Me has recordado esa sensación con fuerza al leerte amigo mío.

Besos:D

Loles Miva dijo...

Sentido y bello. Una suerte que Encarna se encontrara con el protagonista. Una suerte poder leerte. Un abrazo Ernesto.

Rita dijo...

¡Qué bonita historia! Emociona leerla. Mis felicitaciones.

Sandra Figueroa dijo...

Nostálgico, lleno de belleza y elegancia. un placer leerlo.....saludos

Laura dijo...

Querido Ernesto, parece mas una experiencia personal que un relato, espero equivocarme.
Me ha invadido la tristeza y yo solo soy una lectora...así que te mando un abrazo grande por si lo necesitas.
Besos.

Marina-Emer dijo...

Y aunque hoy no me llamaste aquí estoy para darte un abrazo .

Te quiere tu amiga

Marina

Joaquín Galán dijo...

Así es realmente,la vida está hecha también de momentos fugaces como este,no solo de lo duradero y firme. Y son esos momentos los que le ponen la salsa,el adorno a esa otra vida de rutina y,a veces, hastío.Un bello recuerdo nos acompañará siempre,hasta esa otra orilla a la que todos arribaremos algún día.