Torla. |
De
regreso de pasar unos días en Torla, pirineo aragonés, en casa de
un matrimonio amigo, y a su paso por Huesca, subieron al autobús
algunas personas. Una de ellas, una joven mujer, se sentó a su lado.
Empezaba a nevar.
Dejando
atrás la ciudad observó como ésta sacaba una fotografía y la
contemplaba largo rato. Era la imagen de un hombre, tal vez unos
cincuenta años. Un gesto de ella al secarse las lágrimas hizo que
éste la mirase. En ese momento y sin saber bien si se dirigía a él
la mujer dijo muy despacio:
―Mi
padre… ―y mirándole añadió―: acaba de irse...
―Lo
siento… ―contestó Juan―. Y viendo que se echaba a llorar
guardó silencio.
Al rato fue Isabel quien inició la conversación:
―Hacía
muchos años
que nada sabía de él… Mis padres se separaron cuando contaba
15 años. Y ese hecho me marcó profundamente. Vi llorar a mi madre y
culpé a mi padre… ¡Con lo que le quería… Con lo que me quería!
También el hecho de que entonces me sentí abandonada. No era el
caso, pues siguió muy próximo a mí y mis hermanas… pero no pude
superarlo… Después la vida fue marcando su ritmo a todos.
―Al
principio hubo algunos contactos esporádicos. A diferencia de mis
hermanas que solían pasar los fines de semana en su casa, junto a su
compañera, yo nunca fui. No quise dejar a mi madre sola. Me parecía
una traición hacerlo… No comprendía la situación, o más bien,
hoy lo sé, no podía aceptarla… ¡Mi padre, el amor de mi vida de
niña! Posteriormente nos trasladamos a otra ciudad y eso hizo que,
con el tiempo, hasta mis hermanas dejaron de hablarle. Reconozco hoy
que mi actitud de rechazo pudo influir en ello. ―Tras
estas palabras Isabel guardó silencio y pareció ensimismarse en
algunos recuerdos.
―Durante
muchos años seguí recibiendo, junto a mis hermanas, una postal
y un
dinero por nuestros cumpleaños y Navidad… Nunca le
respondí. Teníamos un padre pero nos negábamos a aceptarle.
Pasó el tiempo y unas Navidades nada llegó… Comprendí que si
bien seguíamos siendo para él, ¡siempre!, desistió
de recordárnoslo. Y nos dejó en nuestro albedrío, absurdo,
hoy lo sé, de mantener el mismo comportamiento del que
siempre le culpamos.
―¿Y
tú cómo estás ahora? ―le
preguntó Juan.
―Bien.
Tranquila… En paz con él. Liberada de mí misma en el papel de
hija ofendida, abandonada, no querida… ¡Libre! Pude hablar con mi
padre antes de fallecer… No hubo necesidad de muchas palabras. Me
hubiese gustado decirle cuánto le quería, ¡le quiero!, pero en su
mirada vi que todo estaba dicho desde siempre. Que era y siempre fui
su querida hija. Aquella que se dormía muy pequeña en la cama
apoyada en sus piernas dobladas. La que le besaba en los
labios cuando no contaba ni dos años, la que le adoraba… El
tiempo se detuvo y todo pasó ante mis ojos.
―Tras
irse mi padre he pasado dos días junto a su mujer, su hija y la
pequeña Liliana, su nieta. La serenidad de ambas mujeres ha
sido para mí de una gran ayuda. No he percibido ni el más mínimo
reproche por nada. Y sí una comprensión y un amor que, sé, estaba
influenciado por mi padre. No había lágrimas en ellas, no había
tristezas, ni sensación de pérdida. La vida no se había
interrumpido… ¡Qué habría que llorar, qué echar de menos!
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«La
muerte es sólo un paso más hacia la forma de vida en otra
frecuencia» y «El instante de la muerte es una experiencia única,
bella, liberadora, que se vive sin temor y sin angustia».
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Qué casualidad, la nieta de mi deseado padre también se llama Liliana. Me identifico mucho con este relato tuyo, tremenda la pena y el desconsuelo, difícil de conducir una situación de separación habiendo hijos por medio, confusión...se necesita una inteligencia y sensibilidad muy finas para no dejar huella de una situación que no es deseable por ningún niño...
ResponderEliminarUn abrazo Ernesto.
La historia es preciosa y contada con la pericia de tu pluma, más.
ResponderEliminarUn tema que creo es muy común aunque no lo conozco de cerca ni alrededor mío, pero que también comprendo el sentir de la hija y el del padre.
Pero con lo que no estoy de acuerdo, es con la coletilla de abajo... ¿la muertes una experiencia bella, liberadora, que se vive sin temor y sin angustia?, para quién, para el que muere? eso ya no lo sé porque nadie a venido a decírmelo, solo sé del que queda y desde luego es angustiosa y triste.
Un relato muy bonito Ernesto.
Un abrazo.
Un abrazo, Ernesto.
ResponderEliminarErnesto, el tramo de la vida que relatas es precioso en forma y contenido.
ResponderEliminarLa vida es muy sencilla. No tiene otro secreto que vivir.
Y si hemos comenzado a recordar lo que somos, y que existen otras realidades no materiales, hay cabida para vivir y entender que la muerte no existe tal como se percibe.
Un abrazo
En estos casos es muy difícil no tomar partido, solo cuando se llega a la madurez existe la comprensión absoluta, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminarHola Ernesto.
ResponderEliminarEs una historia preciosa que llega a tocar las fibras del corazón.
Cuantas veces he escuchado historias parecidas donde el rencor no ha permitido un acercamiento.
La muerte es un tránsito y un descanso, un amanecer y un anochecer, una despedida y un encuentro, una realización y una promesa, una partida y una llegada. Nuestra vida no comienza cuando nacemos y no termina cuando morimos.
Feliz fin de semana.
Un cálido abrazo
Qué buen relato, qué profundidad y empatía con los personajes.
ResponderEliminarMe siento muy identificada... Gracias Ernesto siempre!
Dos temas delicados y dolorosos.
ResponderEliminarYo, cuando me separe sentía tanta pena por mis hijas porque no es lo mismo vivir con el papá y la mamá que por separado.
Por suerte mi ex marido es un exelente papá, ama mucho a sus hijas y estuvo presente siempre, hasta el día de hoy, aunque lo nuestro no resulto.
Con respecto a la muerte en piel, claro que se echa de menos de manera proporcional con la experiencia de vida que hemos tenido.
Mi papá murió muy joven a los 53 años y fue terrible. Con mi mamá eran muy unidos, nunca hubo ni una pelea, les agradezco la infancia feliz que me dieron en un entorno amigable y lleno de amor. PERO VIERAS TÚ COMO ME HA HECHO FALTA!!!!!!! Cuando él murió una parte de mi también lo hizo. Extraño sus abrazos, su cariño, su sonrisa, su presencia. TE AMO POR SIEMPRE PAPA.
Un abrazo grande para ti, muy lindo tu post, es por eso que me anime a reflexionar y dejar mis vivencias.
mar
Siempre es un gusto leerte.
ResponderEliminarCuando un ser querido se va en un principio suele costar esta aceptación, si la persona es joven porque creemos que no ha vivido lo suficiente, y en cualquier caso porque esa persona ya no va a estar en nuestra vida y sentimos su ausencia.
Pasado ese duelo, las personas queridas siempre estarán vivas en el corazón, con sus recuerdos, con sus sonrisas y con todas las vivencias compartidas
un abrazo
Dejo constancia de mí paso y lectura, sin comentario, querido Ernesto.
ResponderEliminarMuxus. :-)
Magníficamente narrada tu historia, creíble y casi cotidiana en estos tiempos.
Tú, siempre en contacto directo con la realidad de la vida y sus gentes.
Un abrazo de domingo otoñal.
Hola Ernesto
ResponderEliminarLo que más nos duele en este camino de vida es no cerrar heridas, cuando no encontramos respuesta, a veces ni esa respuesta es necesaria , solo mirarse a los ojos abrazarse y perdonarse en silencio
maravilloso tu texto
un abrazo
Es un relato conmovedor y muy bonito.
ResponderEliminarA mí la muerte me parece muy triste. Algo muy difícil de superar.
Un abrazo. Feliz domingo.
Ufff...tú y tus inmensidades...
ResponderEliminarSe llora,¿por qué se llora?
Supongo que no habríamos de hacerlo si entendiésemos al fin...
Yo, como ves, y mis puntos suspensivos.
Y sí, y aún mis lágrimas...soy de ellas fácil.
Un abrazo.
Tengo la muerte de mis padres muy presente, sobre todo la de mi madre que fue hace un año, y me gustaría tener esa certeza de que es sólo un paso más, pero aún no lo vivo así, quizás cuando me haga mayor ;)
ResponderEliminarMuy logrado el escrito, que representa una realidad bastante común, ¡qué mal conformados estamos, Ernesto, que nos empeñamos en lo negativo viendo lo hermosa que puede ser la vida!
Un abrazo
El tiempo cicatriza las heridas aunque muchas veces no por no llegar a tiempo de curarlas.
ResponderEliminarBonito relato, un abrazo.
Que preciosa historia, y como la cuentas de bien y clara tus relatos son preciosos, nunca es tarde para una hija saber que siempre la a querido su padre aunque las circustancias parezcan lo contrario. un besico amigo
ResponderEliminarconmovedora historia, algo más que simple relato.
ResponderEliminarImposible, o muy difícil, tomar partido por una u otra postura.
abrazo, Ernesto
Querido amigo...vengo a verte aquí y darte las gracias por tu compañía ...siempre eres tú el que llegas antes ...yo ahora tengo mas trabajo y he de combinarlo....
ResponderEliminarHe leído por encima tu bonito y a la vez triste relato...antes un matrimonio era para siempre ahora ya no...mejor solteros.
un abrazo y siempre tu amiga
La historia me deja un poco descolocada y con varias preguntas por hacer.
ResponderEliminar¿La madre no intervino nunca para aclarar el tema con las hijas, dejando que odiaran a su padre?
¿Hasta la hora de su muerte, esa hija, nunca tuvo el deseo de oír a su padre, de saber que había sucedido?
No entiendo esas aptitudes.
La coletilla de abajo, debe ser que el que la escribió, nunca perdió a un hijo o a una hija
Un abrazo
Una linda semana para ti.
ResponderEliminarCariños
mar
Gracias por tus palabras y la empatía ... Me agregaste la mañana
ResponderEliminarFeliz jornada!
Hola Ernesto, conmovedor relato que podría ser real. Las cosas a veces se presentan de modo " poco claro" y suceden estos "desaires".
ResponderEliminarEl perdón siempre llega, aunque sea en el último minuto; lo importante es que se solucione y cierren heridas y acorten distancias.
Abrazos
Así sucede
ResponderEliminara veces se es demasiado joven para comprender esas decisiones
de los padres ...el que sea , pues en este tiempo es de un abrir y cerrar de ojos que estamos insertos en esta realidad , más de lo que quisiéramos y vemos como los niños o jóvenes se desmoronan en ese concepto de familia, querencias y demás...
sabe Dios como continuarán y terminarán sus vidas, al fin comprendiendo
o resintiendo a quienes tenían el deber de saberlos guiar...
mucho se puede decir al respecto, supongo cada quien al fin
es responsable de su propia vida y lo que hace con ella...
y en eso asumir lo que nos toca ....
Así es hermano, somos tan rápidos para juzgar y condenar y tan lentos en perdonar... eso, sin duda es parte de nuestro aprendizaje
ResponderEliminarLuz&Cariño
Isaac