... he hizo retroceder el tiempo.
El fuerte viento que le acompañaba aquella fría tarde en su viaje de vuelta a casa le hacía agradecer lo acogedor del interior de su coche. Eran las siete y media y se había propuesto no parar hasta Madrid. De pronto el vehículo empezó a perder potencia y a aminorar su velocidad. Poco después detenía su marcha en el arcén. Varios intentos de arrancarlo resultaron infructuosos.
¿Qué
hacer? El último pueblo por el que pasó había quedado muy atrás.
Anochecía con rapidez. Se dio cuenta entonces de que ya hacía
tiempo que no se cruzaba con ningún coche. ¿Quién iba a estar de
viaje la tarde del 24 de Diciembre? Pensó en su hermana que le
esperaba para la cena familiar y la inquietud que les embargaría su
retraso. Intentó una vez más ponerlo en marcha pero nada se movía.
Se bajó dirigiéndose al capó delantero y levantó la tapa. Con una
pequeña linterna estuvo observando el motor.
Miró a su alrededor y le pareció descubrir una luz a lo lejos. Aparecía y
desaparecía. Cayó en la cuenta de que podrían ser los árboles
quienes la ocultasen por el viento. Entrando de nuevo en su vehículo
se dispuso a esperar que algún coche pudiese pasar… Tras más de
hora y media se bajó y buscó de nuevo la pequeña luz
intermitente de antes. Encendiendo las luces largas vio hacia la
derecha un camino de tierra que parecía dirigirse hacia donde
titilaba la luz. Recogió su maleta y emprendió el camino.
Tras
más de veinte minutos de caminar de cara al viento accedió a lo que
parecía un grupo de casas viejas. Dejando atrás las primeras llegó
a una especie de parque ajardinado con la estatua de alguien insigne en lo que pudiera ser el centro de aquel pequeño pueblo. Varias bombillas
cubiertas por blancos platos adosadas a las paredes de algunas casas
iluminaban con luz mortecina las calles empedradas. Nadie se veía.
Varias chimeneas dejaban escapar grises humaredas que el viento
arrastraba en largas volutas jugando con ellas.
Vio que algunas ventanas entreabiertas dejaban pasar
la luz de su interior. Imaginó mesas puestas y cazuelas al fuego.
Niños en alegre algarabía alrededor de la chimenea. Turrones,
peladillas, pasas, higos secos, barquillos, todo ello colocado sobre
una mesa en un lado de la cocina. Las mujeres preparando la sopa y
las patatas al horno junto a la carne guisada. Y los hombres
saboreando anís y coñac en aquellos diminutos vasos de cristal con
líneas de colores azules, amarillas y rojas rodeándoles y que,
recordaba, no faltaban en las casas de su niñez.
Se
dirigió a la puerta más próxima. Una mujer con una niña en brazos
le abrió…
Sentado
a la mesa frente a ella y con sus dos hijos a cada lado cenaron
aquella noche en que, según cuentan las leyendas, nació un maestro
de la humanidad. Los regalos comprados para sus sobrinos sirvieron
para alegrar las caras de aquellos niños. Zambombas y panderetas se
oían tocar en las casas vecinas. Los pequeños hicieron sonar sus carracas. El viento seguía barriendo el páramo y al pasar por lo
alto de la chimenea ululaba con fuerza. Cuando la madre acostó a sus
hijos volvió a la cocina, y sirviendo sendos vasitos de licor se
sentó a la mesa.
─Creo
reconocerte, ─le dijo el hombre─. Tu pelo es inconfundible. Veo
que lo llevas más corto, pero eres tú, seguro…
─Sonriendo
la mujer le respondió: También yo creí reconocerte…, pero cómo
iba a pensar que después de tantos años te vería de nuevo, y en
una noche como ésta… La verdad es que he dudado, más por la
sorpresa que por no reconocerte… Veinticinco años por lo menos…
─¡Puede
ser! No voy a negar que te he tenido en el pensamiento muchas veces…
Aquella trenza rubia larga y enmarañada, aquella sonrisa, aquel
desenfado tuyo y de tus compañeras en el trato con un desconocido.
Aquel momento tan natural en el que te vi aquella fría mañana de invierno del cincuenta y siete lavando la ropa a mano en pleno campo
junto a la fuente… Aquel botón de tu blusa que intentaste abrochar
mirándome, y que tal vez por tener las manos heladas no pudiste. Ese
gesto tuyo sonriéndome y no dándole mayor importancia, ¡no he
podido olvidarlo!
─Hablaron
largo rato. Cuando se levantaron de la mesa el viento había
amainado…
─¡Ven!
─le dijo ella cogiéndole de la mano─, por esta noche
retrocederemos en el tiempo…
Después
de que el coche fue reparado continuó su viaje. Tarareando antiguos
villancicos entraba en Madrid a eso de las cinco de la tarde.
Lo
vivido aquella Nochebuena fue/es algo que jamás se repitió. Pero
que perduró en el pensamiento de ambos hasta el día de su muerte.
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¡Llegó
y lo crucificaron. Y sí volviese a nacer lo crucificarían de nuevo!
¡No
hay mayor violencia que la necedad y la ignorancia!
Bueno,
puede que haya una mayor…:
¡La renuencia a saber!
¡La renuencia a saber!
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Hermoso relato; el pensamiento, los humanos somos incomprensibles, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminarUna manera encantadora de plasmar la magia de la Vida... Gracias Ernesto.Un abrazo.
ResponderEliminarUn precioso relato que inundo de magia y recuerdos tan señalada noche.
ResponderEliminarHay recuerdos que duermen y vuelven con fuerza al paso de los años cuándo vuelves a encontrar esa persona que dejó en tu vida gratos momentos de tu juventud…Así es la vida un cúmulo de sentimientos, sensaciones.
Un cálido abrazo Ernesto
Maravilloso relato, querido, sensaciones y sentimientos memorables de juventud, recuerdos mágicos asomándose a la memoria, bello.
ResponderEliminarMuxus, Ernesto. :-)
Precioso relato de los que te emocionan en estos días. Algunas veces nos gustaría vivir pasajes como estos encontrar a personas que jamas las hemos olvidado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que ternura en tus letras Ernesto , no sé si es también que la música de E.M ayuda a arrugar un poquito el alma, pero con esas arrugas que son de emoción
ResponderEliminarUn abrazo
Siempre que te leo se produce como un ritual interno,donde pareciera que me siento delante del fuego a oirte...a dejarme llevar!
ResponderEliminarGracias!
Vaya historia tan bonita, muy navideña por cierto.
ResponderEliminarY siempre tus finales como guinda para reflexionar más, si cabe.
Un abrazo.
Mira por donde la avería del coche, al tomarla con paciencia y aceptación fue un medio para reencontrar a alguien del pasado, para vivir unos momento inolvidables que de no haber sido así no los hubiera experimentado. Y como colofón tus frases...tan ciertas como el relato que las precede. Un abrazo.
ResponderEliminarno hay mal que por bien no venga, no?
ResponderEliminar...desde luego que el misterio en el relato lo sabes introducir y prolongar muy bien, es como un sueño...
me estaba preguntando el trayecto hasta Madrid e imaginaba que el coche procedía del N. y que se paró en los páramos sorianos, al principio, no había leído bien el pronombre escondido jaja, imaginaba una mujer conduciendo. Pero lo de mirar el motor con la linterna ya me despistó jajaja... y también me extrañaba que no avisara con el móvil de su tardanza, perdona no advertí el viaje en el tiempo...
Imagino que no es autobiográfica la historia ya que en el 56 no sé si habrías nacido...
Ernesto, siempre misterioso y con el mismo aire de pillastre de cuando te casaste 😉
Ha sido un gusto leerte, volveré porque no he podido leer todo, de momento te saludo hoy desde Madrid con un abrazo
Una historia en retrospectiva...que bien puede calzar a muchos
ResponderEliminarque dejaron pasar toda una vida grandiosa por buscar otros rumbos...y al fin muriendo deseando volver de donde nunca debieron partir.
Creo a miles le sucede y quizás en estas fechas es donde gatilla más la nostalgia.
A veces hay historias que necesitan cerrarse para poder continuar, recordar con una sonrisa para poder seguir avanzando.
ResponderEliminarUn saludo
¡Que bonito, Ernesto!
ResponderEliminarBien podía ser un cuento de Navidad, una preciosa historia de amor, el recuerdo de un viejo amor agazapado en el fondo del alma...
Y es que el amor, siempre está presente en nuestra vida y se asoma por las callejas de nuestros recuerdos.
Un fuerte abrazo, querido amigo.
Preciosa relato Ernesto , la verdad es que yo recuerdo instants vividos y me estremezco de las sensaciones que me aportan aun después de años, y que daría algo grande por poder volver a vivirlos.
ResponderEliminarTe dejo un fuerte abrazo y un besito
Hasta pronto
Es un relato muy lindo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues parece ser que este relato a parte de ser una belleza, hay un trasfondo como suele ser en lo que escribes, y quizás quieras dar a entender que los protagonistas de esta historia se conocían de otra vida anterior... Lo dejo ahí.
ResponderEliminarLa historia, así sin más, me encanta. Peliculera que es una 😊
Un abrazo.
Precioso relato que acabo Navideño y lleno de recuerdos hasta siempre.
ResponderEliminarMuy bellas tus palabras, siempre quedan en el corazón recordando.
un gran abrazo querido amigo.
Cuando el viento sopla fuerte hacia el Norte y el tiempo se detiene...Creo que la mayoría de personas conectarán de inmediato con tu relato. Todos tenemos un recuerdo inmortal, imborrable, que sobrevive y hace sobrevivir nuestra ilusión...por tanto a nosotros:)
ResponderEliminarBellísimas fotografías que he encontrado en tu blog, Ernesto,
un fuerte abrazo
Una bella historia Ernesto, con todos los ingredientes necesarios para emocionar.
ResponderEliminarEn ocasiones, la vida ofrece segundas oportunidades para vivir, lo que se vislumbró y no fue posible entonces.
Y a juzgar por la armonía que se desprende del entrañable relato, debió de ser una noche buena:)
Un abrazo.
Una noche buena en "noche buena, bien enlazada la historia, con todos los puntos a su favor: coche averiado, frío, noche, pueblo del recuerdo... no podía resultar una noche más habiendo tantos recuerdos del pasado.
ResponderEliminarAbrazos
ResponderEliminarUn bonito e inesperado regalo de Navidad. La vida, a veces, recompensa...
Besos
Dices "la renuncia a saber", que razon tienes cuantos no quieren saber para no comprometerse, para no crearse obligaciones, no saben que se están perdiendo la mejor parte.
ResponderEliminarMuy acertada tu entrada, muy felis y santa Navidad.
Que todos los caminos te lleven al amor universal.
ResponderEliminarFELIZ NAVIDAD
Un abrazo grande.
mar
PDTA
ResponderEliminarHay tantas cosas que aparentemente no tienen explicación, o acaso que Dios no es simplemente lo que esperamos y nos decepciono.
Que en cada niño que nazca, renazca el amor, la paz y la unión.
Recordándote .Feliz año nuevo 2017.
ResponderEliminarmis sinceros abrazos
Marina