Sentado
en los bancos de madera a la orilla del río Pisuerga le gustaba
tocar la flauta travesera en el silencio de la tarde y al son del ruiseñor. Llevaba tres semanas en Aguilar de Campoo y
ya le conocían como el flautista del río. Y hasta se decía que las truchas frecuentaban más la zona desde su llegada.
Se bajó un día del autobús en aquel pueblo como podía haberse bajado en cualquier otro. Viajaba sin destino.
Se bajó un día del autobús en aquel pueblo como podía haberse bajado en cualquier otro. Viajaba sin destino.
Un
mes atrás cerró la empresa en la que trabajó durante 21 años.
Decidió tomarse un tiempo antes de plantearse ningún proyecto. Una
tarde de final de verano salía de Madrid. Mientras contemplaba el
paisaje de campos de amapolas, espigas doradas y algunos pueblos en fiestas, no pudo
evitar que ciertos acontecimientos vividos se hiciesen presente…
Margari,
la mujer que compartía sus noches de viernes a domingo, que es
cuando él viajaba hasta la vecina ciudad donde ésta residía, se había
ido. Se conocieron en la boda de una amiga común años atrás. Algo
surgió entre ellos… Cierto que habían hablado, ella trató de
explicarle lo que sucedía. Él lo aceptó todo. Su ex-marido le
había planteado si habría alguna posibilidad de volver a vivir
juntos. Ella le dijo que sí. Él trató de comprender que la vida es
así, pero no pudo evitar que el corazón sintiese…
Al
mes y medio de su llegada ya tocaba los domingos en la iglesia con el
grupo de música. Solía comer o cenar algunos días con el cura.
Ambos de una edad aproximada. No era raro verlos pasear juntos
enfrascados en conversación o tomando un vino blanco en la plaza.
―Juan,
¿quién es este hombre? ―le preguntó el dueño del obrador de
panadería―.
―¿Te
refieres a Miguel?
―Sí.
―En
lo que le conozco, una buena persona.
―Es
que como no le veo trabajar en nada...
―Entiendo,
¿por qué lo preguntas?
―Bueno,
es que mi hija me ha planteado la posibilidad de que le contratemos
para el obrador…
―Sí.
―contestó el sacerdote sonriendo―, ya me he dado cuenta de las
miradas de Manuela. Pero no sabría decirte si hay correspondencia…
Además no me ha comentado nada de trabajo.
―Eso
es en parte lo que me preocupa… Últimamente no hace más que
hablar de él.
―Bueno,
edad tiene ya para saber lo que quiere…
―Sí,
eso es cierto. No voy a negar que tanto su madre como yo ya
empezábamos a preocuparnos por el paso del tiempo…
―Puedo
decirte que no es un vagabundo. Ha trabajado hasta hace poco, tiene
piso en Madrid, una casa que le dejaron sus abuelos en Noia, y no
creo que carezca de medios.
Seis meses después Manuela, embarazada, le despedía todas las mañanas con un beso en la boca y una sonrisa cuando éste, cargada la furgoneta de pan y pasteles, salía de reparto por los pueblos vecinos.
Que historia tan dulce, querido, y que bonito es el amor cuando desemboca en triunfo, ganador de batallas.
ResponderEliminarBesos, Ernesto.
Una hermosa historia de amor, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminarDe algún modo siempre llega el encuentro de dos para caminar juntos ...
ResponderEliminarY así comienza todo.
Bonita historia que huele a pan y bollos, a felicidad... tan simple y tan bella,
ResponderEliminaryo ofrezco la tacita de café
Un abrazo, amigo Ernesto :)
Estas historias a mí me encantan, y nos las plasmas de una manera única.
ResponderEliminarUn beso, Ernesto.
Alguien que elige vivir su propia vida siempre desvela algo nuevo.
ResponderEliminarUn abrazo Ernesto.
Qué armonia se percibe en el paisaje cuando le siento tocando la flauta a la orilla del rio....Y las truchas acudiendo a la llamada de la música.Muy bonito!!
ResponderEliminarY el amor acaba triunfando ,a pesar de los pesares en esta historia y en casi todas.De alguna manera ,no hace falta que sea aquí y ahora.
Besucos
Gó
ResponderEliminarQue bella historia de amor Ernesto, es emocionante. No se si sera el destino o nuestras decisiones, pero la vida siempre nos de una nueva oportunidad de ser feliz.
mariarosa
El destino hizo que se encontrasen y se quisiesen con estos besos de cada mañana.
ResponderEliminarUn abrazo.
La belleza de la simpleza y ese amor inesperado, que nace así de la nada, como suele pasar.
ResponderEliminarMe llevó el "viajaba sin destino" y el "trató de comprender que la vida es así, pero no pudo evitar que el corazón sintiese.".
Profundo sentimiento.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué historia tan bonita, mi querido Ernesto, y pensar que podría ser real...
ResponderEliminarSe me hace tan cercano sentarme a orillas del río Pisuerga, descifrar las calles del pueblo de Aguilar de Campoo y reconocer a un extraño que parece que lleva ahí toda la vida y a quien puedes ver esos encantos y ese atractivo hasta el punto de llenarte los huesos y el alma...
Te mando un abrazo inmenso y te regalo una sonrisa y un beso en la mejilla con la naturalidad de una amistad tan natural y sincera como tu alma.
Es una romántica y dulce historia. Muy linda.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Ernesto, al fin puedo entrar a tu blog.
ResponderEliminarUn gusto leer esta bonita historia que tiene un placentero final. A veces donde menos esperas encuentras tu destino. Felicitación.
La música me encantó.
Saludos cordiales.
Una hestoria feliz y sobre todo sincera. Siempre tú.
ResponderEliminarBesos.