Habían
trascurrido más de cuatro años del fallecimiento de su esposa.
Esa noche se encontraba fregando los platos de la cena mientras su
hija acostaba a las pequeñas. Un pensamiento llegó hasta él,
recurrente, pues no era la primera vez.
Recordaba
aquel día como uno de los más sorprendentes de su vida, y a la vez natural. No sabría explicarlo, de hecho sabía que no
tenía explicación… y sin embargo todo estaba claro en su
interior.
Ingresada
en el hospital desde hacia una semana, en fase terminal y totalmente
inconsciente, los médicos no tenían claro cuando pudiera producirse
el desenlace. Su cuerpo era fuerte y parecía resistirse.
Una
vez más a la hora de comer bajó a la cafetería. Como
siempre las mesas ocupadas a esas horas, y como casi siempre le
sentaron con alguien. Tras las primeras palabras formales con su
compañero de mesa se interesó por si también tenía a alguien
ingresado.
―Sí,
―respondió éste―, mi hija pequeña ha dado a luz hace unos
días. ¿Y tú?
―Y
le contó los hechos… ¡Para
estar como está...debería irse ya!
Recuerda
ahora que la
persona que tenía sentada enfrente, uno hombre de, tal vez, unos 50
años, le miró de una manera determinada, eso creyó percibir sin
ser muy consciente… Como si prestase una atención especial a lo
que él decía. Recuerda que también notó como un algo que infundía
serenidad al momento. Incluso sintió que su propia preocupación y
disgusto por la situación de su esposa se mitigaba. Y sucedió…
Por
unos segundos creyó ver que, si bien la mirada de aquel hombre
estaba en la suya, éste parecía no estar allí, como ausente… Fue
un nada. La conversación siguió su curso. Cuando se despidió,
estrechándole la mano, volvió a notar esa calidez que ya había
percibido en su mirar.
A
media tarde su esposa abandonaba este mundo tras una larga y
placentera convivencia mutua.
Fue
más tarde, unos dos semanas después, que los hechos volvieron a su
mente… Y tuvo el claro convencimiento de que aquel hombre, en un natural proceder, se despidió de su mujer...
Es cierto que nada sucede por casualidad.
ResponderEliminarLas personas con las que nos encontramos y que interactúan con nosotros, nos descubren en ocasiones razones que no veíamos, con lo cual aprendemos algo que no sabíamos o nos ayuda a avanzar en algún aspecto de la vida.
Las cosas suceden en el momento justo.
Un abrazo Ernesto y buen día.
ResponderEliminarDeberíamos prestar más atención a las palabras y situaciones que suceden en los momentos justos, Creo que Dios nos habla de mil maneras, a veces tardamos en entenderlo.
mariarosa
Suele haber algo mágico en los últimos momentos de la vida, de los que te das cuenta más tarde de ello.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ésta historia me recuerda mucho a otra parecida personal propia, así qué poco más que decir pues recordé muchísimo y me pellizcó el corazón en demasía, aún así, le diste un toque de dulzura que emocionó en ambos casos.
ResponderEliminarMuxu haundi bat, Ernesto.
Quizá el compañero de mesa lo único que hizo fue ser su espejo? Pronunciar las palabras que él llevaba dentro sin atreverse a pronunciar?, quién sabe, la comunicación de las almas nada tiene que ver con la materia, creo yo. Un abrazo Ernesto.
ResponderEliminarMuy buen texto que hace una profunda reflexión acerca de la muerte,pero desde la paz, desde la aceptación. Precioso.
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ResponderEliminarLa vida está llena de sucesos extraordinarios que somos incapaces de comprender. Pero suceden.
gabon ta musu, Ernesto
Muy buen escrito. Profunda historia y emocionante.
ResponderEliminarUn abrazo. Feliz fin de semana.
Es cierto que hay personas con percepciones que escapan a la razón. Y momentos donde nuestra mente se conecta con "mundos paralelos" de los que no solemos ser conscientes.
ResponderEliminarSupe cuando mi madre iba a morir. La última tarde que la vi, aparentemente nada había cambiado, sólo una expresión de calma, como si ya se estuviera despidiendo. Se fue del todo esa madrugada.
Para mis hermanos en cambio fue una sorpresa, porque creyeron que mejoraba. Tu relato hermoso me lo ha recordado.
Un beso,
tan tierno y bucólico
ResponderEliminarcomo dulce y evocador
hay textos , historias
que las abrazamos por sentirlas
vivas en nuestra memoria del alma
Necesitaba enviarte un mail ,pero aunque veo que en tu perfil tienes el correo electrónico no se que problema tengo, porque no me deja acceder
no es nada personal, solo que necesito hacerte llegar algo que considero de justicia y honor al menos para mi
si te suena unas advertencias que dejaste en unos abismos ....puede ser que algo ya intuyas se te ve sabio .. e inteligente
mi correo
arrugasdelalma@gmail.com
buen fin de semana
Maria
He pasado por momentos así, y siempre encuentras personas que al estar en la misma situación que uno….Solo cuando pasan los días ves los matices de la conversación de esa persona que nos ayudan a avanzar en la vida dejándonos sensación de sosiego…
ResponderEliminarUn cálido abrazo Ernesto
Algunas veces nos tropezamos con esa sensación ante determinada persona y situación, tengo una nieta de seis años con una gran percepción, hay momentos que nos deja helados por sus observaciones, nos quedamos pensando, de dónde saca esta nena esos pensamientos? Hay que creer en cosas que desconocemos en la realidad pero que viven en otra esfera, un abrazo!
ResponderEliminarEmotivo relato. De los que te dejan pensando.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quizás le faltaba ese impulso a su mujer para irse
ResponderEliminarreconocer que ya era hora y el desapego daba al fin su paso final...
En esas circunstancias de la vida hay sucesos que ocurren
que a veces es imposible de explicar conscientemente
y menos encontrarle "lógica"
Pues como en su mayoría somos muy terrenales
lo otro que viene de lo intangible no se percibe y si se siente se deja de lado...
saludos.
Hola me parece muy interesante tu entrada me gusta. Es vedad que muchas veces los que nos rodean nos mandan mensajes que mucha veces no oímos. Saludos
ResponderEliminarBonita historia para los que buscan la profundidad de los acontecimientos.
ResponderEliminarSi en cualquier caso me ocurriera a mi, solo podría pensar que esa mirada provenía de un Dios hecho hombre.
Un abrazo.
Un triste relato o realidad ...es tremendo ver morir a la persona que tanto amas...yo tengo en la retina de mis ojos a mi marido pronunciando sus últimas palabras ....
ResponderEliminarMarina...Marina...Marina, mirándome a los ojos ...Ernesto; nos adorábamos....
Un gran abrazo para ti.
Hola Elda.
ResponderEliminarPalabras profundas, sin duda. "... los que buscan la profundidad de los acontecimientos." ¿Y sino hubiese tal búsqueda y todo fuese un simple ver las cosas tal como son?... Que, evidentemente, siendo sencillo, no es fácil de percibir...
"...sólo podría pensar que esa mirada provenía de un Dios hecho hombre." ¿Hay alguna mirada que no sea directamente la mirada de Dios... mirando a través de los ojos de un humano?
No cabría duda que para ver de esta manera hace falta mirar de otra forma las cosas, el mundo y, sobre todo, a uno mismo.
Un abrazo.
Hola Ernesto! hacía días que no entraba en tu blog. Como siempre me gusta mucho lo que escribes. Tus reflexiones remueven las mías y me ayudas en mi caminar. Gracias. Estos días has estado muy trabajador. Ya hablaremos. Un abrazo primo!
ResponderEliminarUna mirada que anunciaba un desenlace, una despedida, que aún estando inmersos en esos pensamientos tristes, dejó paso a la serenidad y a la pausa, que después pasó a ser infinita.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, pensaría lo mismo.