jueves, 10 de noviembre de 2016

¡amanece!... al otro lado.


Habían trascurrido más de cuatro años del fallecimiento de su esposa. Esa noche se encontraba fregando los platos de la cena mientras su hija acostaba a las pequeñas. Un pensamiento llegó hasta él, recurrente, pues no era la primera vez.

Recordaba aquel día como uno de los más sorprendentes de su vida, y a la vez natural. No sabría explicarlo, de hecho sabía que no tenía explicación… y sin embargo todo estaba claro en su interior.

Ingresada en el hospital desde hacia una semana, en fase terminal y totalmente inconsciente, los médicos no tenían claro cuando pudiera producirse el desenlace. Su cuerpo era fuerte y parecía resistirse.

Una vez más a la hora de comer bajó a la cafetería. Como siempre las mesas ocupadas a esas horas, y como casi siempre le sentaron con alguien. Tras las primeras palabras formales con su compañero de mesa se interesó por si también tenía a alguien ingresado.

Sí, ―respondió éste―, mi hija pequeña ha dado a luz hace unos días. ¿Y tú?
Y le contó los hechos… ¡Para estar como está...debería irse ya!

Recuerda ahora que la persona que tenía sentada enfrente, uno hombre de, tal vez, unos 50 años, le miró de una manera determinada, eso creyó percibir sin ser muy consciente… Como si prestase una atención especial a lo que él decía. Recuerda que también notó como un algo que infundía serenidad al momento. Incluso sintió que su propia preocupación y disgusto por la situación de su esposa se mitigaba. Y sucedió…

Por unos segundos creyó ver que, si bien la mirada de aquel hombre estaba en la suya, éste parecía no estar allí, como ausente… Fue un nada. La conversación siguió su curso. Cuando se despidió, estrechándole la mano, volvió a notar esa calidez que ya había percibido en su mirar.

A media tarde su esposa abandonaba este mundo tras una larga y placentera convivencia mutua.

Fue más tarde, unos dos semanas después, que los hechos volvieron a su mente… Y tuvo el claro convencimiento de que aquel hombre, en un natural proceder, se despidió de su mujer...

20 comentarios:

Ángela dijo...

Es cierto que nada sucede por casualidad.
Las personas con las que nos encontramos y que interactúan con nosotros, nos descubren en ocasiones razones que no veíamos, con lo cual aprendemos algo que no sabíamos o nos ayuda a avanzar en algún aspecto de la vida.
Las cosas suceden en el momento justo.
Un abrazo Ernesto y buen día.

mariarosa dijo...


Deberíamos prestar más atención a las palabras y situaciones que suceden en los momentos justos, Creo que Dios nos habla de mil maneras, a veces tardamos en entenderlo.

mariarosa

Mari-Pi-R dijo...

Suele haber algo mágico en los últimos momentos de la vida, de los que te das cuenta más tarde de ello.
Un abrazo.

Yayone Guereta. dijo...

Ésta historia me recuerda mucho a otra parecida personal propia, así qué poco más que decir pues recordé muchísimo y me pellizcó el corazón en demasía, aún así, le diste un toque de dulzura que emocionó en ambos casos.

Muxu haundi bat, Ernesto.

Maru dijo...

Quizá el compañero de mesa lo único que hizo fue ser su espejo? Pronunciar las palabras que él llevaba dentro sin atreverse a pronunciar?, quién sabe, la comunicación de las almas nada tiene que ver con la materia, creo yo. Un abrazo Ernesto.

lunaroja dijo...

Muy buen texto que hace una profunda reflexión acerca de la muerte,pero desde la paz, desde la aceptación. Precioso.

María Socorro Luis dijo...


La vida está llena de sucesos extraordinarios que somos incapaces de comprender. Pero suceden.

gabon ta musu, Ernesto

AMALIA dijo...

Muy buen escrito. Profunda historia y emocionante.

Un abrazo. Feliz fin de semana.

Tesa Medina dijo...

Es cierto que hay personas con percepciones que escapan a la razón. Y momentos donde nuestra mente se conecta con "mundos paralelos" de los que no solemos ser conscientes.

Supe cuando mi madre iba a morir. La última tarde que la vi, aparentemente nada había cambiado, sólo una expresión de calma, como si ya se estuviera despidiendo. Se fue del todo esa madrugada.

Para mis hermanos en cambio fue una sorpresa, porque creyeron que mejoraba. Tu relato hermoso me lo ha recordado.

Un beso,

MaRía dijo...

tan tierno y bucólico
como dulce y evocador
hay textos , historias
que las abrazamos por sentirlas
vivas en nuestra memoria del alma

Necesitaba enviarte un mail ,pero aunque veo que en tu perfil tienes el correo electrónico no se que problema tengo, porque no me deja acceder
no es nada personal, solo que necesito hacerte llegar algo que considero de justicia y honor al menos para mi


si te suena unas advertencias que dejaste en unos abismos ....puede ser que algo ya intuyas se te ve sabio .. e inteligente


mi correo


arrugasdelalma@gmail.com



buen fin de semana


Maria


Sneyder C. dijo...

He pasado por momentos así, y siempre encuentras personas que al estar en la misma situación que uno….Solo cuando pasan los días ves los matices de la conversación de esa persona que nos ayudan a avanzar en la vida dejándonos sensación de sosiego…

Un cálido abrazo Ernesto

maria cristina dijo...

Algunas veces nos tropezamos con esa sensación ante determinada persona y situación, tengo una nieta de seis años con una gran percepción, hay momentos que nos deja helados por sus observaciones, nos quedamos pensando, de dónde saca esta nena esos pensamientos? Hay que creer en cosas que desconocemos en la realidad pero que viven en otra esfera, un abrazo!

Macondo dijo...

Emotivo relato. De los que te dejan pensando.
Un abrazo.

Meulen dijo...

Quizás le faltaba ese impulso a su mujer para irse
reconocer que ya era hora y el desapego daba al fin su paso final...

En esas circunstancias de la vida hay sucesos que ocurren
que a veces es imposible de explicar conscientemente
y menos encontrarle "lógica"
Pues como en su mayoría somos muy terrenales
lo otro que viene de lo intangible no se percibe y si se siente se deja de lado...

saludos.

..NaNy.. dijo...

Hola me parece muy interesante tu entrada me gusta. Es vedad que muchas veces los que nos rodean nos mandan mensajes que mucha veces no oímos. Saludos

Elda dijo...

Bonita historia para los que buscan la profundidad de los acontecimientos.
Si en cualquier caso me ocurriera a mi, solo podría pensar que esa mirada provenía de un Dios hecho hombre.
Un abrazo.

Marina-Emer dijo...

Un triste relato o realidad ...es tremendo ver morir a la persona que tanto amas...yo tengo en la retina de mis ojos a mi marido pronunciando sus últimas palabras ....
Marina...Marina...Marina, mirándome a los ojos ...Ernesto; nos adorábamos....
Un gran abrazo para ti.

Ernesto. dijo...

Hola Elda.

Palabras profundas, sin duda. "... los que buscan la profundidad de los acontecimientos." ¿Y sino hubiese tal búsqueda y todo fuese un simple ver las cosas tal como son?... Que, evidentemente, siendo sencillo, no es fácil de percibir...

"...sólo podría pensar que esa mirada provenía de un Dios hecho hombre." ¿Hay alguna mirada que no sea directamente la mirada de Dios... mirando a través de los ojos de un humano?

No cabría duda que para ver de esta manera hace falta mirar de otra forma las cosas, el mundo y, sobre todo, a uno mismo.

Un abrazo.

Cosina dijo...

Hola Ernesto! hacía días que no entraba en tu blog. Como siempre me gusta mucho lo que escribes. Tus reflexiones remueven las mías y me ayudas en mi caminar. Gracias. Estos días has estado muy trabajador. Ya hablaremos. Un abrazo primo!

Rosa B.G dijo...

Una mirada que anunciaba un desenlace, una despedida, que aún estando inmersos en esos pensamientos tristes, dejó paso a la serenidad y a la pausa, que después pasó a ser infinita.

Totalmente de acuerdo, pensaría lo mismo.