Él
nunca cena solo…
Vestido
con cierta elegancia, aunque informal, suele llegar casi siempre a la
misma hora al restaurante. Las diez de la noche. Su mesa reservada.
Es habitual verle cenando los viernes y sábados por la noche. ¿Solo?
¡Nunca
cena solo!… Si bien en su mesa nadie más le acompaña.
Alto,
delgado, peina hacia atrás su pelo negro tintado de blanco en las
sienes del tiempo, una fina barba cubre su rostro. Con una ligera
sonrisa en los labios y sin mirar a nadie se sienta en su mesa. Una
ojeada a la carta, más como ritual que por interés, le
permite asentarse en el comedor… Su entrada no ha
pasado desapercibida. Una vez que la camarera le ha servido el vino en su copa, levanta la vista y echa una primera mirada a
las mesas…
Hombres
y mujeres ocupan sus asientos en la noche palentina. Parejas jóvenes
cenando al arrullo de palabras vivas, hoy, que mañana languidecerán,
en parte. Matrimonios en grupo, e intercambiadas sus parejas en la
mesa, ríen las ocurrencias de unos y otros. Grupos de hombres solos,
sin mujeres, o sólo mujeres comparten mesa en alegre algarabía.
Si
bien verano, la noche afuera está algo fría. La calidez del salón
acompaña al conjunto de personas que, conocidas entre sí o no, se
han reunido en lo que en un cierto sentido podría calificarse de
“akelarre”…
Esa
primera mirada al entorno le permite hacerse una idea rápida de
quien es quien en el lugar… Quién, cuáles pensamientos cruzan sus
mentes, sus deseos, sus límites, que a algunas personas, muchas, les
gustaría poder trascender aunque no fuese sino por esa sola noche.
Sus carencias, afectivas la mayoría… Sus atrevimientos ocultos en
lo más recóndito del corazón. ¡La condición humana! Sus almas al
fin y al cabo.
Una
mirada imperceptible es respondida de la misma manera… Un vacío
afectivo, o cuando menos limitado, se hace patente. Un gesto, una
postura. Una sonrisa, que sabe para él… De nuevo ese brillo en el mirar,
natural y risueño, que rompe barreras. Hasta el punto de que todo a
su alrededor desaparece y solo quedan ellos dos… Con el añadido
juego de que nadie los pille mirándose, nadie perciba la
comunicación sutil. Nadie descubra la desnudez de
cuerpo y alma que está teniendo lugar…
La
tela de araña se despliega en la sala. Otros personajes entran en el
juego… Creen que son únicos, pero no! Es solo que la comunicación
se hace extensible a quines la necesitan. Quieren vivirla. Saben que
como en el cuento de Cenicienta éste acabará a las doce… O cuando
menos cuando finalice la cena. Mañana, si llegasen a encontrarse,
tal vez ni se mirasen.
Convencionalismos,
compromisos, familia, limitaciones. Lo establecido. Cómo tirarlo por
la borda… ¡No es posible! El cuento acabó anoche… El sueño
limitado continúa.
No,
él nunca cena solo!
(*)Ella
Baila Sola es un dúo musical femenino español, que estuvo en activo
desde 1996 hasta finales de 2001 formado por Marilia Andrés y Marta
Botía, actualmente activo con una de sus integrantes originales
Marta Botía.
Estamos menos solos de lo que creemos.
ResponderEliminarGracias por tu visita y comentario a mi blog.
Pasé a saludarte y a quedarme cerca.
Un abrazo.
La seducción hace que alguien se sienta especial por esa noche, caricias para el alma, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminarLa "seducción", mutua, es una forma de comunicación natural y profunda.
ResponderEliminarLo demás, convencionalismos sociales...
Un abrazo, María Cristina.
Muy original la manera de describir la comunicación no verbal, como se establece una corriente, casi sin quererlo..
ResponderEliminarPreciosa manera de relatarlo.
La imaginación teje sueños, la soledad y el ambiente los acrecienta. Me encanto. Una realidad con su dosis de romanticismo.
ResponderEliminarmariarosa
Un hombre sensible jamás cenara solo por el contrario estara acompañado sintiendose acariciado por miradas furtivas que tocaran su alma.
ResponderEliminarEs precioso el texto con bellisimas imagenes que hacen que el lector se sienta parte de las partes personas que disfrutan también esas noches la cena.
Un gusto saludarte y un placer la lectura.
Un fuerte abrazo.
Este es un texto que, si bien leído por varias personas, no cosechará demasiados comentarios...
ResponderEliminarPor ello doy paso al siguiente, hecho ahora mismo y por los motivos expuestos: falta de comprensión.
De la que nadie está libre!
Abrazos.
La soledad hace que uno coja costumbres de cenas en día fijo con la esperanza de encontrar una amistad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una estupenda forma de expresar la comunicación. Personas que observas y que seguramente nunca volverás a ver.
ResponderEliminarUn abrazo
Una estupenda forma de expresar la comunicación. Personas que observas y que seguramente nunca volverás a ver.
ResponderEliminarUn abrazo
Ella baila sola...él nunca cena solo.
ResponderEliminarEl vacío y la ausencia de compañía en "un baile", en el baile de la vida, no me lo puedo imaginar...
La soledad habitada, creativa para no cenar solo, sí.
La soledad, un regalo que uno se hace a sí mismo.
Un abrazo Ernesto
ResponderEliminarTú, siempre tan profundo y personal, Ernesto. La soledad a veces, es buscada y la mejor compañera. No?
Mi abrazo
A mi, de vez en cuando, me gusta cenar sola. Es un gustazo no tener que hablar y poder contemplar la vida de los demás que a su vez es también la mía
ResponderEliminar¿Somos tan diferentes unos a otros o es lo nos parece?
Saludos
Te he visto en el blog de Rayén.