martes, 15 de agosto de 2017

63 frente a 34...

 
Édouard Manet

La dejó embarazada, de unos cuatro meses, apenas se le notaba, cuando se fue de vacaciones. A la vuelta la encontró con tripa, con gafas, y algo más de peso… Aquella joven que, cual modelo sobre la pasarela, ésta tras la barra del bar donde servía, repartía alegría visual, algo de charla, Riojas, Ruedas y cerveza, estaba en medio del proceso de cambio que supone para muchas mujeres la maternidad. Y supo que éste no le afectaba solo al cuerpo… (Nos será difícil a los hombres comprender realmente qué sucede en el cuerpo y mente de una mujer embarazada)

La sonrisa no le había cambiado…

Cuando le vio entrar le miró con cierta intensidad... Un ligera sonrisa, no quiso demostrar más, marcó aquel encuentro. Siguió atendiendo a los clientes mientras éste se acercaba a la barra. Le tocó esperar unos instantes. Mirándola moverse entre copas y botellas percibió que su espera tenía un sentido… Ella quería que la observase en su nuevo estado, su nueva figura, su nueva vida! Notó que si bien sonreía a todos, y con mayor afabilidad, sin mirarle, las sonrisas eran para él. Quería demostrarle, en ese lenguaje que había ido instalándose entre ellos, que se alegraba de verle. De tenerle allí, cerca de ella…

Era patente la diferencia de edad entre ambos, unos 63 frente a 34. Pero jamás fue un problema. Casi al contrario. Al principio, cuando entró a trabajar en el bar de su tía, se le notaba cierta cortedad y reserva al sentirse observada por los clientes… Y fue precisamente esa clara diferencia, entre otras circunstancias, lo que fue propiciando la entrañable relación de amistad y respeto que surgió entre ambos.

¿Cabría otro tipo de relación? Esa imposibilidad facilitó la confianza inicial… Todo parecía afianzarse en ello.

Y el río de la vida que cruza el valle siguió su curso milenario subiendo o bajando su cauce en función de fuerzas de la naturaleza. En invierno rugía por el caudal de agua que la lluvia y la nieve provocaba. En primavera cantaba alegre dando la bienvenida a los nuevos brotes y yemas en las ramas de los árboles que acabarían cubriéndolo. En verano, y sobre todo en otoño, la serenidad se instalaba en sus aguas. Y desde la orilla podían verse los peces en los remansos y pozas.

Más de una vez pasearon por aquellas márgenes sombrías a resguardo de las tórridas tardes del verano. Más de una vez el declinar del día los encontró enfrascados en sus conversaciones.

Esa imagen de padre e hija que estando juntos rezumaban chocaba en parte con cierta realidad que, la vida en su naturaleza, había ido sembrando. Y si bien no se había dado un solo gesto, hasta entonces, que enturbiase su relación de amistad, algo había crecido entre ellos. Nunca hablaron sobre ello, nunca le pusieron nombre, nunca les hizo falta nada más que lo que había…

Por ello aquel encuentro en el bar, aquella primera vez desde hacía tiempo, pareció resaltar lo sabido, sentido y callado…

Hola, ─le dijo cuando al fin se acercó a él con la copa de vino en la mano, sonriéndole, esta vez sí, con toda su fuerza─. Hoy salgo a las nueve… ¿Puedes recogerme?

Sentados en el coche junto al puente de madera, observando como la luna en su cuarto creciente se elevaba sobre la silueta de los pinos, permanecieron algún tiempo en silencio… Al fin ella dijo:

Juan no está, ha tenido que ir a Redondela este fin de semana, volverá en unos días. Está encantado con la pequeña que nos llega… Antes de irse me preguntó por ti, que si sabía cuando venías… Ya sabes que cuenta contigo como padrino. ─Y ahí se echó a reír─. Ven, salgamos del coche... La noche está espléndida.

Uno frente al otro se miraron… Las palabras estaban de más… Aún así se la oyó decir:
Pon tu boca en mis labios, sé que lo deseas igual que yo. Pon tu mano en mi pecho crecido. Nuestra única vez... La vida podría haber tomado otro camino…, pero ambos aceptamos el trazado!

Sabes que te quiero... ¡Sé que me quieres!

13 comentarios:

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Ella tendrá un marido acorde con su edad, la niña tendrá una familia, un padre y un padrino que la amarán por siempre... y todos felices.



Abrazos.

lunaroja dijo...

Me encantó este relato! A veces, las cosas no son ni todas blancas,ni todas negras,sin embargo,las cosas florecen,los amores,los secretos...
Hermoso de verdad, ella, viviendo su presente,dejándose llevar.
Un abrazo!

mariarosa dijo...


Historias de vida, muy cercana a la realidad.
¿Qué hacer en estos casos?
Sólo ellos sabrán que hacer....

Muy buen relato.

mariarosa

Carmela dijo...

Ambos lo sabían!!
Esta h i s t o r i a me lleva a otra entrada tuya, y a un encuentro de un sola noche. La vida siempre rodando.
Un abrazo ernesto

Qué ignorita más bonita dijo...

Me gusta el relato. La vida está llena de vericuetos y a veces es complicado seguir una sola vía.
Un abrazo, Ernesto.

Mari-Pi-R dijo...

Cuando hay amor, amistad o tan solo estar agusto con una persona no hay diferencia de edad y ninguna barrera se opone, bonita entrada.
Un abrazo

soco luis fernandez dijo...


Abierto a unos cuantos interrogantes, no?...

Besos.

maria cristina dijo...

A veces la vida... Un hermoso relato Ernesto, un abrazo!

AMALIA dijo...

Linda historia.

Así es la vida....

Un abrazo.

Maru dijo...

El amor, de la clase que sea, da igual, siempre lo suaviza todo. Es una historia de amor...abrazos amigo Ernesto.

Ángela dijo...

Somos las personas las que ponemos límites a un sentimiento tan maravilloso como el amor.

Y entre todos los misterios que tiene, no sabes cómo será la persona que te robe el corazón. Qué importa la edad?

Un abrazo Ernesto.

Sophie dijo...

Genial relato, seguro es más común de lo que parece y tiene varios desenlaces

Margarita HP dijo...

Qué maravilla. La vida a veces te pone en tesituras que jamás esperaste, pero... hay que seguir vivendo y además, de la mejor forma posible. ¡me ha encantado! :D