Édouard Manet |
La dejó embarazada, de unos cuatro meses, apenas se le notaba, cuando se fue de vacaciones. A la vuelta la encontró con tripa, con gafas, y algo más de peso… Aquella joven que, cual modelo sobre la pasarela, ésta tras la barra del bar donde servía, repartía alegría visual, algo de charla, Riojas, Ruedas y cerveza, estaba en medio del proceso de cambio que supone para muchas mujeres la maternidad. Y supo que éste no le afectaba solo al cuerpo… (Nos será difícil a los hombres comprender realmente qué sucede en el cuerpo y mente de una mujer embarazada)
La
sonrisa no le había cambiado…
Cuando
le vio entrar le miró con cierta intensidad... Un ligera sonrisa, no
quiso demostrar más, marcó aquel encuentro. Siguió atendiendo a
los clientes mientras éste se acercaba a la barra. Le tocó esperar
unos instantes. Mirándola moverse entre copas y botellas percibió
que su espera tenía un sentido… Ella quería que la observase en
su nuevo estado, su nueva figura, su nueva vida! Notó que si bien
sonreía a todos, y con mayor afabilidad, sin mirarle, las sonrisas
eran para él. Quería demostrarle, en ese lenguaje que había ido
instalándose entre ellos, que se alegraba de verle. De tenerle allí,
cerca de ella…
Era
patente la diferencia de edad entre ambos, unos 63 frente a 34. Pero
jamás fue un problema. Casi al contrario. Al principio, cuando entró
a trabajar en el bar de su tía, se le notaba cierta cortedad y
reserva al sentirse observada por los clientes… Y fue precisamente
esa clara diferencia, entre otras circunstancias, lo que fue
propiciando la entrañable relación de amistad y respeto que surgió entre ambos.
¿Cabría
otro tipo de relación? Esa imposibilidad facilitó la confianza
inicial… Todo parecía afianzarse en ello.
Y
el río de la vida que cruza el valle siguió su curso milenario
subiendo o bajando su cauce en función de fuerzas de la naturaleza.
En invierno rugía por el caudal de agua que la lluvia y la nieve
provocaba. En primavera cantaba alegre dando la bienvenida a los
nuevos brotes y yemas en las ramas de los árboles que acabarían
cubriéndolo. En verano, y sobre todo en otoño, la serenidad se
instalaba en sus aguas. Y desde la orilla podían verse los peces en
los remansos y pozas.
Más
de una vez pasearon por aquellas márgenes sombrías a resguardo de
las tórridas tardes del verano. Más de una vez el declinar del día
los encontró enfrascados en sus conversaciones.
Esa
imagen de padre e hija que estando
juntos rezumaban chocaba en parte con cierta realidad que, la vida en
su naturaleza, había ido sembrando. Y si bien no se había dado un
solo gesto, hasta entonces, que enturbiase
su relación de amistad, algo había crecido entre ellos. Nunca
hablaron sobre ello, nunca le pusieron nombre, nunca les hizo falta
nada más que lo que había…
Por
ello aquel encuentro en el bar, aquella primera vez desde hacía
tiempo, pareció resaltar lo sabido, sentido y callado…
─Hola,
─le dijo cuando al fin se acercó a él con la copa de vino en la mano,
sonriéndole, esta vez sí, con toda su fuerza─. Hoy salgo a las
nueve… ¿Puedes recogerme?
Sentados
en el coche junto al puente de madera, observando como la luna en su
cuarto creciente se elevaba sobre la silueta de los pinos,
permanecieron algún tiempo en silencio… Al fin ella dijo:
─Juan
no está, ha tenido que ir a Redondela este fin de semana, volverá
en unos días. Está encantado con la pequeña que nos llega… Antes
de irse me preguntó por ti, que si sabía cuando venías… Ya sabes
que cuenta
contigo como padrino. ─Y
ahí se echó a reír─.
Ven, salgamos del coche... La noche está espléndida.
Uno
frente al otro se miraron… Las palabras estaban de más… Aún así
se la oyó decir:
─Pon
tu boca en mis labios, sé que lo deseas igual que yo. Pon tu mano en
mi pecho crecido. Nuestra única vez... La vida podría haber tomado
otro camino…, pero
ambos aceptamos
el trazado!
─Sabes
que te quiero... ¡Sé que me quieres!
Ella tendrá un marido acorde con su edad, la niña tendrá una familia, un padre y un padrino que la amarán por siempre... y todos felices.
ResponderEliminarAbrazos.
Me encantó este relato! A veces, las cosas no son ni todas blancas,ni todas negras,sin embargo,las cosas florecen,los amores,los secretos...
ResponderEliminarHermoso de verdad, ella, viviendo su presente,dejándose llevar.
Un abrazo!
ResponderEliminarHistorias de vida, muy cercana a la realidad.
¿Qué hacer en estos casos?
Sólo ellos sabrán que hacer....
Muy buen relato.
mariarosa
Ambos lo sabían!!
ResponderEliminarEsta h i s t o r i a me lleva a otra entrada tuya, y a un encuentro de un sola noche. La vida siempre rodando.
Un abrazo ernesto
Me gusta el relato. La vida está llena de vericuetos y a veces es complicado seguir una sola vía.
ResponderEliminarUn abrazo, Ernesto.
Cuando hay amor, amistad o tan solo estar agusto con una persona no hay diferencia de edad y ninguna barrera se opone, bonita entrada.
ResponderEliminarUn abrazo
ResponderEliminarAbierto a unos cuantos interrogantes, no?...
Besos.
A veces la vida... Un hermoso relato Ernesto, un abrazo!
ResponderEliminarLinda historia.
ResponderEliminarAsí es la vida....
Un abrazo.
El amor, de la clase que sea, da igual, siempre lo suaviza todo. Es una historia de amor...abrazos amigo Ernesto.
ResponderEliminarSomos las personas las que ponemos límites a un sentimiento tan maravilloso como el amor.
ResponderEliminarY entre todos los misterios que tiene, no sabes cómo será la persona que te robe el corazón. Qué importa la edad?
Un abrazo Ernesto.
Genial relato, seguro es más común de lo que parece y tiene varios desenlaces
ResponderEliminarQué maravilla. La vida a veces te pone en tesituras que jamás esperaste, pero... hay que seguir vivendo y además, de la mejor forma posible. ¡me ha encantado! :D
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