Razones
es eso que casi todos tenemos, y usamos, para hacer o no hacer en
nuestras vidas.
Hay razones propias
y de terceros. Y también hay razones que
trascienden esos dos aspectos en el ser humano. Podríamos llamarlas
“causa”. Tal vez causa original. Pues de ella partió, como
efecto, todo lo demás. Tú, yo, los demás, tus razones, las mías,
las ajenas... También las hojas que se desprenden de los árboles en
este otoño que acaba de empezar, incluso cuando el viento amaina, y
hasta el canto del petirrojo que acompaña, en el valle, el discurrir
del río en el que la garza espera, inmóvil, el paso del pequeño
pez que le servirá de sustento.
Razones
hay para todo. Mejor dicho, nada sucede realmente sin una razón
previa. O varias. A veces cientos. ¡Nada!
Las
risas o las lágrimas, los encuentros o desencuentros, los logros o
las pérdidas, la abundancia o la carencia, la salud o la falta de
ella, el nacer o el partir. Todo tiene su razón de ser.