Villamesías (Cáceres) |
Conocí
hace años a una mujer, ya mayor, de un pequeño pueblo de
Extremadura. Nacida alrededor de 1920..., ayer. De la que guardo un
entrañable recuerdo por su gran humanidad, calidez y buen hacer. La
conocí cuando junto a su marido conviví un tiempo con ellos. Gente
del campo, sencilla, digna. Con esa dignidad del que no sabe ser de
otra manera. Ambos iguales...
Empleaba
una curiosa palabra para decir “todavía”. “Entovía”. Y en
ocasiones la oí pronunciar tres o cuatro más en la misma línea. Me
encantaba oírla hablar... Siempre discreta, afable, dispuesta a
realizar cualquiera que fuese el favor pedido. Engarzada en su
ambiente, pueblo, calle, vecindad, como las piedras de su vieja y
entrañable casa.
La
puerta del zaguán, la que daba a la calle, siempre abierta. Una mesa
camilla, una fuente de cristal sobre ella en la que se guardaban
algunas monedas, el décimo de la ONCE de cada día, algunas llaves,
un bolígrafo, algún botón y varios tornillos pequeños.
¡Buenos
días señor Paco!... ¡Vaya usted con Dios Manuel!...
Saludos como éste eran habituales de la gente que pasaba por la calle y de mirada obligada al interior. En éste, unas nueve o diez sillas de madera y mimbre, bajas, y que eran ocupadas por las distintas vecinas de alrededor que allí se reunían. Sentado en un rincón y con algún periódico o revista en las manos, medio leyendo y medio atento a las conversaciones, me pasaba las mañanas...
Saludos como éste eran habituales de la gente que pasaba por la calle y de mirada obligada al interior. En éste, unas nueve o diez sillas de madera y mimbre, bajas, y que eran ocupadas por las distintas vecinas de alrededor que allí se reunían. Sentado en un rincón y con algún periódico o revista en las manos, medio leyendo y medio atento a las conversaciones, me pasaba las mañanas...
Me
impresionaron las palabras que la oí pronunciar, por su naturalidad,
firmeza y cariño, cuando sacando el féretro con su marido pasaron
por su lado. Se levantó del sillón en el que permanecía sentada y
dijo al paso de éste: ¡Adiós para siempre, Paco!. Todavía la veo
de pie, menuda, digna una vez más. Sabiendo...
Es
cierto que esta mujer no tendría sillón en la Real Academia de la
Lengua, pero sin duda no le faltó nunca en la real academia de la
vida del buen hacer y el saber decir...
Mi
recuerdo hoy, un día cualquiera, para esta mujer a la que tuve el
privilegio de conocer.
¡Adiós
para siempre, Encarna!
Bello escrito Ernesto, muy costumbrista y castizo de una mujer buena con sabiduría popular. He conocido este tipo de mujeres a quienes guardo la misma admiración que tu pródigas. Ya nacen menos esta clase de mujeres.
ResponderEliminarFelices Pascuas amigo.
Hola Ernesto, parecia que estabas describiendo a mis abuelos. Por un momento me he visto en ese zaguan, sentada en el sillon de mimbre, atenta a las conversaciones de toda esa gente universitaria de la vida. Que recuerdos!!!. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo Ernesto.
Un bello homenaje a Encarna le has hecho Ernesto, conforme iba leyendo me recordaba de mis padres, ellos eran así y muchas personas mayores también tienen ese "don" del saludo, de saber conversar... Un abrazo y feliz semana
ResponderEliminarHay Ernesto vale la pena haberte encontrado Me llevaste a momentos recordados
ResponderEliminar!!! que bien escribis!!! y tu musica genial de pelicula de antaño
besosssss
Hola Ernesto, tienes la habilidad con tus narraciones de hacerme resentir ciertas emociones, cuando se evoca el recuerdo.
ResponderEliminarUn abrazote.
Bonito homenaje a Encarna!, sin quitarle merito así eran muchas personas de su época, el ambiente de amabilidad y buenos modales reinaba en cada rincón y la soledad no se vivía como se vive ahora cada uno aislado en si sin tener una palabra amable para su vecino.
ResponderEliminarQue tengas un feliz Lunes de Pascua.
Ernesto gracias al blog de mi amiga Angela he conocido el tuyo, me encanta tus relatos y tus vivencias,lo e las sillas en la calle, la gente saludando y esa manera de hablar, me recuerda a la gente del pueblo de mi padre,eran así, ya menos, la juventud habla de otra manera..
ResponderEliminarbsos
Nos dejas un bonito relato. Personas como esa buena mujer que recuerdas, siempre dejan una huella imborrable.
ResponderEliminarLa sencillez es lo más lindo.
Un fuerte abrazo, amigo Ernesto.
mi querido amigo ...gracias por entrar a verme es muy grata tu presencia...yo estoy hoy en el pueblo aqui es fiesta asi que he leidi tu post antes de quedarme sin cobertura y como siempre escribes cosas muy interesantes y que antes se ve que la gente se juntaban mas los vecinos y amigos y todos pasaban penas y alegrias juntos
ResponderEliminarbueno te dejo un gran abrazo y una estimación ya de tiempo gracias por ser mi amigo
un abrazo
Marina
Me ha encantado. Me gusta la gente sencilla, la vida sencilla...
ResponderEliminarMuchos besos.
Hola Ernesto, me ha emocionado hondo tu relato homenaje a Encarna. He sentido su dignidad y entereza para sobrellevar la vida con humildad y decoro. Comprendiendo la muerte como parte de la vida.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo. Que disfrutes de la vida :D
Me ha gustado mucho leer tu relato, comparto contigo esa sensación de repetir "palabros" que alguna persona sabiamente inventó para determinadas acciones o momentos.
ResponderEliminarDe esta forma es como, aún cuando se van de esta vida terrenal, soy completa y decididamente incapaz de decir ADIÓS, y mucho menos, PARA SIEMPRE.
Un fuerte Abrazo Ernesto!!!
Las personas como Encarna, auténticas y sin doblez, sencillas, dejan huella. Hay muchas en los pueblos, que sin mucha cultura han llegado a lo más alto en humanidad y acogida.
ResponderEliminarY tú que has percibido y guardado estos recuerdos, por ahí debes andar.
Un abrazo
Hola Ernesto, que bonito lo que escribes recordando a Encarna, así me gusta a mi las personas, sencillas y sin nada que esconder, que no tendrán sillón en la Real Academia de la Lengua, pero no creo que a ella le importe ni creo que se sintiese cómoda en uno de ellos:), me ha echo gracia como se despidió del marido, gente de pueblo, a mi me ha recordado a mi pueblo y he disfrutado mucho leyendo este recuerdo tuyo, hace unos años estuve de vacaciones por Extremadura y me encanto, bonita tierra y buena gente:)
ResponderEliminarBesos.
PD. A ver si mañana tranquilamente te contesto:)
Creo que nada es "para siempre" Mejor sería despedirse con un "adiós y hasta siempre".Porque con toda seguridad se volverán a encontrar.
ResponderEliminarLa señora Encarna tendría sus razones, y también sus creencias...
bonita fotografía.
Cariños.
Repito, porque creo que ya te lo he dicho alguna vez, que me gusta mucho como cuentas, esa delicadeza con la que lo dices todo y hablas de todo y todos.
ResponderEliminarTanto, que hasta el morir se hace gesto melifluo, con el espanto que le tengo yo a ese irme...
Grato recuerdo para quien te dejó momentos agradables.
Besos.
Hola Ernesto. La calidez de las imágenes que describes tienen alma, recuerdos sencillos que hacen grandes a las personas por su sencillez y autenticidad....Me gusta como lo cuentas, hay en tu blog evocación de un tiempo y mucho sentimiento.
ResponderEliminarUn cálido saludo
La preciosa sabiduría popular... Y digo preciosa no por ser bonita, que también, sino por ser un tesoro digno de acunarse en la enciclopedia de la vida, esa en la que sólo se encuentran las vivencias de la gente sencilla que no necesita casi nada para llenar su vida de alegría y de humildad.
ResponderEliminarBello homenaje a Encarna.
Besos.
Me ha emocionado tu texto, amigo Ernesto, porque soy extremeña y ya bastante mayor como para haber conocido a muchas buenas gentes como las que tú describes: sencillas, laboriosas, atentas, y, sobre todo, con un gran equipaje de dignidad y decencia; cosas, desdichadamente, tan escasas en el mundo actual.
ResponderEliminarFelicidades y besos
Que bonita manera de recordar a Doña Encarna.
ResponderEliminarErnesto, muchas palabras como esa forman parte de las costumbres provinciales, aquí existen muchísimas, esa buena mujer era una señora orgullosa de su raza y de su gente.
Lindo post ... besos :*
Precioso recuerdo, rezuma la dignidad que transmitía. También dignificaba esas palabras suyas que comunicaban a la perfección.
ResponderEliminarVengo de un blog común, me quedo, este es un sitio realmente agradable, saludos.
Hay personas que tenemos la suerte de conocer a lo largo de nuestra vida, y son personas que ya no se marcharan jamás de nosotros. A mí me gustan las palabras que suenan a vida, a campo, a años y reaños, hay palabras que cuesta trabajo decir por qué nos cambian de época y de lugar, donde todo importaba menos, y el sueño está garantizado, porque siempre es un placer volver con la gente sencilla, y pronunciar sus acentos. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Ernesto.
ResponderEliminarMe ha gustado este relato por la sencillez del personaje y por tu fidelidad al recuerdo de personas así, dignas de admiración.
Un abrazo.