domingo, 30 de agosto de 2015

Silencio.


Así como después del verano, bullicioso, llega el otoño, tranquilo y silencioso, donde las cosechas son recogidas y almacenadas. Cesa el trabajo. Las hojas de los árboles, que tuvieron su esplendor y su razón de ser, se desprenden, secas, para que el proceso continúe, así también este espacio hace hueco al silencio.

¡Silencio! Que no aislamiento. Y menos despedida de nada o nadie. Sencillamente silencio.

No obstante, no me resisto a unas últimas palabras en relación a la entrada anterior. La plegaria.

Podría decirse que el rasgo más señalado, en la mayoría de los comentarios, ha sido ese halo poético, bonito e intangible que las palabras “yo no morí” deja. Y si bien se ha hecho eco también del resto, en su belleza lingüística, creo que pocos hemos/han percibido la verdadera esencia de la plegaria.

El resto de las palabras llevan el sentido de que “quien no está ahí” es realmente todo eso...

Vientos soplando.
Diamante.
Luz sobre el grano. Lluvia, mañana.
Bandada de pájaros. Estrellas.
*
Por eso, no te acerques a mi tumba sollozando.
No estoy allí. Yo no morí.

Y puesto que ahí no hay nadie, hoy. ¡Tampoco nosotros estaremos mañana! Cabría deducir que todos somos ya eso que señala. Es decir, Todo. Lo que nunca muere. Nuestra esencia única. ¡Más todavía! No es nuestra... ¡ELLA es nosotros!

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Gracias a todos los que habéis transitado este tramo del camino conmigo. Un fuerte abrazo.
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