Dispuesto
a pasar un fin de semana en los Picos de Europa subió al autobús
que le trasladaría a Potes. Sentado en la parte media del mismo
observaba como el resto de pasajeros se iba acomodando en sus
asientos. Dos chicas jóvenes se sentaron delante de él. Al poco vio
como una de ellas levantaba la mano en señal de saludo. Un hombre,
alto, delgado, espesa barba blanca y cabello revuelto, se aproximaba
por el pasillo. Las saludó al pasar y se dirigió a los asientos
posteriores.
-¿Quién
es? Preguntó la otra joven.
-Es
Manuel. Vive en el molino de las golondrinas.
El
autobús emprendió la marcha. Y las jóvenes iniciaron una
conversación.
¿Qué
edad tiene?
-Ni
te lo imaginas… Le conozco desde niña y siempre le he visto con la
misma pinta. Solía venir al pueblo para hacer montañismo. A veces
solo y otras en grupo. Creo que es de León. Un día compró el
molino, y desde entonces su presencia se hizo más habitual. Hoy vive
en él con su mujer, María... Es una bonita historia.
-Cuenta
cuenta…
-El
molino pertenecía a la familia de Juan Yébenes desde siempre. Ya
sus abuelos molían el grano de la comarca. Éste estuvo casi siempre
fuera del pueblo, en el extranjero. Y fue en los últimos años que
se instaló aquí. No sé mucho de su vida. Vivía solo aunque se
relacionaba muy bien con la gente. Mis padres eran amigos suyos.
-¿Y
Manuel?
-Bueno,
éste le compró el molino a Juan hace unos diez años. En realidad
fue un acuerdo muy especial. Siempre he oído hablar de el, y que
intervino el cura del pueblo, amigo de ambos.
Había
un matrimonio entonces cuyo marido enfermó de algo bastante serio.
Gente del pueblo de toda la vida, jóvenes, no creo que llegasen a los cuarenta. Él trabajaba en el
obrador de pastelería. Tuvo que dejar su trabajo. Pero es que además
vivían en un piso alto, de alquiler, y dadas las dificultades de
movilidad de éste le costaba acceder a la calle. Fue por ese tiempo
cuando surgió la venta del molino.
Parece
ser que Juan le ofreció a Manuel la propiedad en un precio bajo
siempre y cuando éste le concediese a dicha pareja el usufructo de
una parte de la casa. Quería que mientras ambos viviesen pudiesen
hacerlo ahí. La casa es grande y permitía segregar una parte. Y así
se hizo. El matrimonio se vino a vivir al molino, en planta baja. Y
contando con su propio espacio, cocina, salón, habitación, baño,
etc. Hasta huerto. Todo independiente. Manuel habitaba el resto de la
casa los fines de semana.
-¿Y?…
-...María,
hoy la mujer de Manuel, era la esposa del pastelero enfermo…
-¡Qué
me dices!
-Sí,
a los pocos años de vivir en el molino, tal vez unos cinco, Pedro
falleció. Ella siguió residiendo en su casa. Dos años después
Manuel se vino definitivamente al pueblo. La relación del matrimonio
con éste siempre fue muy buena. Manuel solía llevar a Pedro en
coche a visitar otros pueblos y zonas de la comarca. El afecto entre
ellos era palpable….
María
es muy guapa, ya la conocerás, muy buena mujer. Y Manuel, ya le ves,
tan natural. Es atento y afable. No es de extrañar que el amor se
hiciese hueco en ellos.
-¡Ah,
y una cosa que quería preguntarte! ¿Por qué le llaman el molino de
las golondrinas?
Porque la mayoría de las golondrinas del pueblo tienen sus nidos bajo sus tejas.
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Estos encuentros en la madurez, cuando las circunstancias de la vida parecen haberte dejado solo, momentáneamente, siempre los he visto como regalos del cielo.Cierto que la soledad, bien entendida, es asumible, y hasta deseada. Pero una taza de café humeante puesta sobre la mesa al levantarte, una mano que, cogida a la tuya, da calidez a los paseos de invierno, o la entrañable sensación de sentir que alguien amigo te espera en la cama, creo que es algo a tener en cuenta.
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Ernesto, es una historia preciosa. El amor es una decisión libre es aceptación y dedicación y cariños, pero cuando decidimos amar a alguien porque quieres, es algo que para que crezca hay que alimentarlo y cuidarlo, con mucha constancia, dedicación, amor. Y parece que así ha sido, entre estas dos almas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es la vida
ResponderEliminarquienes se comprometen (ambos) deberían permanecer juntos
por la decisión real de estar juntos en la vida...
Muy bonito relato. Y si, es muy bonito el amor.... Ojala algun dia yo pueda entender porque en mi vida no pude encontrarlo. Buen dia! Gracias por compartir tan lindas letras.
ResponderEliminarYa había leído ayer este hermoso relato al amor ...bonito el viaje...
ResponderEliminarTu comentario me ha dado mucha alegría ya que no sabía si estabas mal o de viaje...me alegró mucho verte querido amigo Ernesto.
Gracias por tu visita y cariño siempre.
Un gran abrazo
Marina
Son muy importantes las relaciones en la edad madura, la soledad pesa a veces aunque uno esté en paz, a veces se dan las circunstancias, otras no, me encantan las parejas de viejitos tomados de la mano o el brazo, un abrazo Ernesto!
ResponderEliminarQué belleza tu entrada, un relato del amor maduro,de la esperanza y la vida!
ResponderEliminarCuanta belleza se desprende de la historia.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un abrazo, Ernesto.
Es un relato muy lindo. Amor y esperanza...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Feliz semana.
Un relato precioso, Ernesto.
ResponderEliminarBien es verdad que la soledad, querida, es estupenda, pero la calidez de la compañía en algún momento de la vida se hace necesaria.
Un abrazo.
Que historia más encantadora Ernesto. El tema es precioso, pero la forma de relatarlo es todavía más. Escribes con una expresión muy delicada y pulcra, a mi así me lo parece.
ResponderEliminarEs que el roce hace el cariño y si la soledad está por medio surge el amor, supongo.
No me extraña que las golondrinas acudieran a un molino donde las buenas acciones y el amor eran los habitantes.
Un protagonista con tu barba, jajaja.
Me ha gusta mucho leerte.
Un abrazo.
Lugar solitario, asì que mucho mejor si se comparte con alguien y se vive con amor, donde se escuchan las golondrinas y el agua del molino... Bonita historia.
ResponderEliminarPara terminar, un dulcecito de fresas y un café?
Un abrazo Ernesto :)
Y así, entre la cadencia de tus pausas y de tus palabras, descubro que es maravilloso encontrarse con compañeros de camino.
ResponderEliminarQue es mejor caminar juntos y poder descansar cuando la fatiga agobie.
Y amar por pura gratuidad y a fondo perdido. Así, en el amor, todo es bueno.
Un abrazo Ernesto.
Un relato muy tierno, Ernesto.
ResponderEliminarY tambien tu interpretación final.
El amor no tiene edad, de eso no me cabe duda, ni tampoco reglas... pero me gusta como lo has plasmado tú, esa historia tras el pasar de los años cuando la soledad asoma y se valora más que nunca la compañia: un simple cafe, un paseo o el mero hecho de compartir una cama. Son cosas sencillas a la vez que muy grandes...y solo tenemos una vida para disfrutarlas.
Un abrazo.
Tienes razón... soy soltero y nunca me he casado... ya soy maduro... quizás disfrute de esos placeres...o quizás no, pero parecen muy bellos
ResponderEliminarAbrazos amigo
Isaac
¡Qué preciosidad! La historia, los personajes, la forma de contarlo e incluso, esas golondrinas que acompañan la vida del molino.
ResponderEliminar¿Sabes que sonrío mientras te escribo?
Es una bonita historia.
ResponderEliminarSon mágicos los momentos en los que la vida nos recuerda que, pese a que parezca darnos la espalda, en realidad nos viene empujando suavemente a que avancemos.
Saludos
ResponderEliminarHermosa historia Ernesto, me emocionó. El amor surge siempre entre las buenas personas. Gracias por traerla a nosotros.
mariarosa
Hay mucha gente sola sin quererlo y otras acompañadas y se sienten solas, eso si que es triste.
ResponderEliminarMi abrazo para ti, me quedo tomando un cafecito por aquí.
:)
mar
Precioso título para una hermosa historia de amor y de vida, Ernesto.
ResponderEliminarMe encanta con que sencillez, talento y encanto nos lo cuentas.
Esos encuentros en la madurez, Ernesto, suelen tener finales felices, porque a esas alturas del viaje al menos hemos aprendido lo que no queremos y lo que de verdad importa.
Una vez soñé con los ojos abierto en rehabilitar un molino y vivir en él. O quizá un faro...A ver si mis chicos y nieta me dejan retirarme de una vez.
Ya estoy de vuelta. Muchos besos,
Estimado caballero es un placer siempre pasear por aquí y deleitarme con relatos y un buen café prestando total atención, mis humildes felicitaciones, gran abrazo hasta pronto.
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ResponderEliminarUna hermosa historia. Leía y pensaba... ¡qué bonito nombre! El molino de las golondrinas. Un abrazo.
ResponderEliminarEntre mis recuerdos de niña mas recurrentes, hay un viejo molino abandonado, en un paisaje casi tan idílico como el de tu imagen.
Me gustan tus historias, tan naturales y sinceras.
Un gran abrazo Ernesto
Me ha gustado mucho tu relato y la reflexión que haces al final...
ResponderEliminarUn beso.