Hoy
camino de la
mano de Hermann Hesse (*),
“El
caminante”. El peregrino, el que ama los paseos sin rumbo, los
descansos soleados, el libre vagabundeo. El que tiene una gran
tendencia a vivir de la mochila y llevar pantalones deshilachados.
Quien
me ha hecho recorrer veredas y montañas, cruzar puentes y
aldeas,
saludar a los habitantes de la granja, al sur de los Alpes, quienes
no tienen bueyes, pero sí cerdos, gallinas y cabras.
Y en las callejuelas de la aldea, al sol de la mañana, hacernos servir una pinta de vino rojo.
Querer
ser párroco tras la puerta
verde de la rectoría, y ansiar la vida libre de los caminantes que
por delante de ella pasasen libres y despreocupados.
Ya
por la noche cena y alojamiento en la taberna de pescadores. Nos
haremos asar unos pescados y beberemos el Nostrano en vasos de
cristal grueso, y escupiremos al fuego de la chimenea, pensaré en mi
madre y exprimiré esas gotas de dulzura que…, cosas de la vida
hoy,
tanto ansío revivir.
Rezar
con devoción en la capilla
rosada,
construida por hombres buenos
y delicados y, además, muy piadosos.
El
Dios en quien debemos creer está en nuestro interior. Quien se niega
a sí mismo, no puede aceptar a Dios.
¡Oh,
querida e íntima capilla de esta región! Llevas los signos e
inscripciones de un Dios que no es el mío. Tus fieles rezan
oraciones cuyas palabras no conozco. Sin embargo, puedo rezar en tu
interior tan bien como en
el encinar o el valle. Floreces entre el verdor, amarilla, blanca o
rosada, como las canciones de primavera de la juventud. En tu
interior todas las oraciones son santas y están permitidas.
Me
siento en el pretil, bajo el sobradillo, y tarareo un cántico
piadoso en la quietud de la mañana. En el valle lejano silba, fina y
suavemente, un tren. En los arbustos aún centellea, aquí y allí,
una gota de rocío.
Al
pasar por la casa roja, desde cuyo pequeño jardín y viñedo nos
llega el perfume de todo el sur de los Alpes, pienso
en lo hermoso que sería tener ahí una patria, una habitación, una
cama. Y colgar en la pared la pequeña y antigua Madonna comprada en
Brescia.
(*)
Autor, entre otros, de Siddhartha,
El
lobo estepario, Demian, Mi Credo, etc.
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La
mayor parte del texto son palabras del autor de El caminante.
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Me encantan esos paseos sin rumbo bagabundeando al sol.
ResponderEliminarUn texto muy bello nos has regalado hoy, Ernesto.
Precisamente he vuelto a mis raíces después de vivir por el mundo mundial, buscando el encanto y la paz de los pueblos.
Un fuerte abrazo, querido amigo.
Un relato donde el protagonista se aleja del exterior para internarse en las sensaciones del paisaje y el silencio, y combina los paseos con el pequeño placer que le proporciona el alojamiento y los dulces recuerdos del pasado.
ResponderEliminarNo he leído nada de este autor, solamente en alguna ocasión he buscando frases como la que tengo en mi blog, y por los títulos que dejas aquí, parece que tenía una cierta filosofía...
Buena mezcla del autor y la tuya.
Un abrazo.
Ernesto, rememorar nuestras raíces tiene un gran encanto y sentimos paz en nuestro interior al hacerlo, tu paisaje tiene todo eso, un abrazo!
ResponderEliminarMe gusta mucho el texto que has creado de la mano de Hermann, supongo que hay quienes nos ayudan a caminar hasta en los pensamientos y tu "capilla rosada" es un gran ejemplo.
ResponderEliminarHe disfrutado mucho de la tranquilidad que describes, de la amabilidad de la vida, el buen comer, el vino y sus gentes. Pero sin duda me quedo con eso que dices que tanto ansías, hay una especial dulzura en tus palabras, y esa que tanto ansías revivir está más viva que nunca en ti. El legado de tu madre es tan eterno como tu amable sonrisa.
Un abrazo inmenso mi querido Ernesto.
Un relato muy relajante, perderse por los paisaje de la naturaleza, es ir al encuentro de nuestra paz interior.
ResponderEliminarErnesto, un grande abrazo!
Hermann Hesse es uno de mis autores preferidos.
ResponderEliminarY ese camino de paz que has descrito, es precioso.
Un abrazo
Esos caminos sin rumbo de los que uno tan solo disfruta de lo que pisando y viendo a su alrededor son los mas enriquecidos al alma así que al cuerpo ya que con ellos cogemos unos granos de salud.
ResponderEliminarBonito escrito, un abrazo.
Ernesto, una entrada hermosa, sensible, delicada, como una flor. Me ha gustado desgranar palabra por palabra y llenarme de su esencia, de su paz y aceptación de la vida y del camino.
ResponderEliminarTomo nota del autor por si puedo llegar a él. Gracias por compartir, amigo mío.
Un abrazo fuerte.
Como siempre,entrar en tu espacio nos sumerge no solo en el viaje que nos recreas,sino en ese viaje interno que despiertan tus palabras.
ResponderEliminarAprecio en este hermoso texto que no es el destino en sí lo que importa, sino el camino. Un camino gozoso, ameno, lleno de bellezas naturales...
ResponderEliminarAmanecer con la belleza cálida de estas imágenes, invita a ponerse en camino...
Un abrazo Ernesto.
Hola Ernesto, he disfrutado elpaseo a traves de tu texto tan rico en imagenes y reflexiones.
ResponderEliminar( Quien se niega a sí mismo, no puede aceptar a Dios.)
Me encanto esta frase,a sido muy grata la lectura.
Un fuerte abrazo con mi saluso.
En ese misterio encontramos y gozamos la gran alegría.
ResponderEliminarUn Abrazo.
“El caminante”. El peregrino, el que ama los paseos sin rumbo, los descansos soleados, el libre vagabundeo.
ResponderEliminarBellísimas letras, dan deseos de seguir leyendo sobre esa capillita.
Abrazos amigo.
Cuanta nostalgia se siente ...
ResponderEliminarcuando todo era tan simple pero de ´profundas miradas...
un autor que dejó historias memorables para el lector del futuro...y vivirá entre líneas el hilo de sus pensamientos...
Qué ganas de ser caminante! de conocer los Alpes, el sur, una esquina cualquiera que aun desconozca... justo ahora que empiezo a sentir que hay una cuerda muy fuerte entre mis pies y esta ciudad... Que ganas de vagar por el mundo y sentir que todo es mi hogar...
ResponderEliminarSiddhartha, El lobo estepario y Demian. Mis favoritos!
Saludos
En este momento que vivo como mi santa patrona, "sin vivir en mí" por falta de tiempo, que bien me sientan estas palabras sabias y relajantes de El Caminante,
ResponderEliminarhasta me dan ganas de reposar en esa capilla rosada hecha por hombres buenos y delicados...
Muy hermoso, Ernesto...
Me gustaría vagabundear sin rumbo ni horarios y tenderme luego cara al cielo debajo de un árbol, porque los árboles...
...“Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar con ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas, predican, indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida"...
Mímate, Ernesto, un beso,
De la mano de Hesse y de sus emociones nos llevas por caminos de ensueño.
ResponderEliminarLugares que entrevemos vestidos con la magia poética de ambos.
Abrazo, caminante
Una belleza este texto, donde se ve la placidez de una persona madura que valora tanto los recuerdos como las cosas que va encontrando por el camino.
ResponderEliminarHH fue uno de mis preferidos -sería la época- con su Lobo estepario y Demian. Grandísimo escritor que nos siembra de sensaciones hermosas.
Abrazos
Un relato estupendo,,,yo seguiré mi camino....en agosto, si puedo...un abrazo desde Murcia....
ResponderEliminarCierto Julio David, esa paz que sobrepasa todo entendimiento.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me quedo con esa sensaciòn placentera del caminante cuando le llega el perfume de todo el sur de los Alpes y desea tener allì su patria. Espiritual
ResponderEliminarUn abrazo amigo Ernesto de feliz semana en tus valles :)
Es cierto todos los caminos al final nos llevan a la paz y la alegría ...el término del camino es lo mas hermoso y placentero...y siempre deseamos UN TRAGO DE AGUA.
ResponderEliminarUn gran abrazo querido amigo...un placer tenerte ya cerca.
Marina
Tus letras me llevan a evocar días de campo, de ilusiones, de amigos, de tardes que bajo la sombra de los pinos disfrutaba leyendo un libro o impregnando un lienzo con los colores dorados de los campos de trigo bajo el silencio de la naturaleza tan solo roto por el canto de los pájaros.
ResponderEliminarMuy hermoso… Ernesto, momentos que nos llevan por caminos y lugares para encontrar la belleza de un mundo de sueños. Hay en tus letras paz que me lleva a sentir una dulce sensación, me trasladan a un pueblo de los Alpes llamado Hallstatt del que guardo un bellísimo recuerdo...
Un cálido saludo Ernesto
Grandes frases en tu texto, para creer en Dios lo basico es creer en uno mismo, saludos.
ResponderEliminarMe gusta este escrito, es profundo...
ResponderEliminarUn beso.